En pandemia, Nicaragua mantuvo las escuelas abiertas



Fotografía/Internet
Mundo.- Nicaragua ha sido el único país de América Latina que tomó la decisión de mantener las aulas abiertas para los 1,2 millones de alumnos de primaria y secundaria en el sistema educativo público del país desde el inicio de la pandemia. Exigió la modalidad presencial y desincentivó las medidas de confinamiento en una población general que supera los seis millones de habitantes. La mayoría depende de la economía informal y el país, además, está sumido en una crisis sociopolítica y de derechos humanos desde hace dos años.
En el informe Covid-19 y educación, elaborado por la Unesco y la Comisión Económica de América Latina y Caribe (Cepal) en agosto del año pasado, se cifraba en 160 millones de estudiantes los que pueden haber dejado de ir a clases en toda América Latina. Y aún hoy hasta 114 millones siguen sin poder acudir. En teoría, no están incluidos los de Nicaragua, pero en la práctica las cosas fueron distintas, según han constatado para este reportaje varios expertos, docentes y alumnos, muchos de los cuales han pedido ocultar sus nombres.
Empezamos por uno de los protagonistas de esta situación. José Salazar tiene 15 años y vive en el Reparto Schick, uno de los barrios con menos recursos de la capital, Managua. Empezó el año escolar en febrero en un colegio público. A pesar de que en ese centro no se pagaba matrícula, su madre, Luz Guido, tomó la decisión de cambiarlo a uno privado de un barrio aledaño, por “el temor de algunas cosas que he visto y me ha contado él”, según Guido. Hacinamiento en las clases y en los transportes públicos, y falta de medidas higiénicas y preventivas son algunas de esas “cosas” a las que se refiere Guido, y que confirma su hijo: “En mi aula (de cuarto de secundaria), estábamos 39 alumnos. Aunque los profesores nos aconsejaban guardar distancia de seguridad, no se podía porque no había espacio”.
El colegio privado al que ahora asiste Salazar cuesta unos 800 córdobas mensuales (alrededor de 19 euros), y junto a los costes de transporte suman 1.200 córdobas (29 euros), lo que supone una cuarta parte, aproximadamente, de lo que gana Guido trabajando sin contrato, como empleada en varios hogares en los que, dependiendo de las horas, su salario oscila entre 42 y 96 euros mensuales. “Estoy más tranquila con mi hijo en el privado” asegura, a pesar del golpe económico.
La diferencia fundamental más allá del gasto, según explica Salazar, es que en el privado ahora las clases son semipresenciales. “Somos 22 alumnos en total, pero vamos en grupos de 11 y, claro, podemos estar a más distancia unos de otros. Alternamos los días. Por ejemplo, esta semana a mi grupo nos toca ir lunes, miércoles y viernes; la siguiente, iremos martes y jueves”.
Para Josefina Vijil, especialista nicaragüense en Educación, la pandemia ha supuesto una tragedia educativa porque ha retrasado ampliamente el objetivo del acceso universal a la educación pública. “En Nicaragua, muchas madres y padres de familia tomaron la decisión de no enviar a sus hijos a clase para preservar la vida”.
El Ministerio de Educación no ha facilitado hasta la fecha cifras de afectados por la covid-19 en el alumnado y los docentes. Tampoco se encuentran informes detallados sobre el resultado de la decisión tomada sobre el mantenimiento de las aulas abiertas. Para compensar las deficiencias del progreso educativo del alumnado, se pusieron en marcha unas “teleclases”, impartidas en algunos canales nacionales durante los fines de semana para algunos cursos de primaria y secundaria, pero tienen muchas deficiencias, según los expertos. A efectos de valorar el resultado de las medidas adoptadas, se le consultó al Ministerio en varias ocasiones para este artículo, sin recibir respuesta hasta el momento.
Fuente: El País



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