A principios de marzo “echaron” a los perros de Joe Biden -Major, de 3 años, y Champ, de 12-de la Casa Blanca por comportamiento agresivo luego de haber causado una herida leve a un empleado del Servicio Secreto el 8 de marzo. Los animales fueron trasladados a la residencia de los Biden en Delaware donde estaban siendo entrenados. Tras haber recibido clases de “decoro y comportamiento”, según indicó Michael LaRosa, secretario de Prensa de la primera dama, Jill Biden, Major y Champ regresaron a la residencia presidencial y a una semana de la vuelta el ataque se volvió a repetir: el perro más joven del presidente volvió a morder a una persona. El animal “mordió a alguien durante un paseo”, indicó LaRosa y agregó que la víctima fue atendida por la Unidad Médica de la Casa Blanca “por precaución” y regresó sin inconvenientes al trabajo. El mismo funcionario agregó justificó que Major “sigue ajustándose a su nuevo entorno”. Los perros se reunieron con los Biden hace dos semanas en Camp David, en Maryland, y regresaron a Washington el 21 de marzo. “Irán y vendrán, y no será raro que vuelvan a Delaware en alguna ocasión, como también lo suelen hacer el presidente y la primera dama”, comentó Jen Psaki, la secretaria de Prensa de la Casa Blanca.El mandatario aseguró en ese momento que el menor de los canes es “un perro dulce” y que en la Casa Blanca “el 85% de la gente lo ama”. El presidente refutó la idea de que la mudanza fue por la mordida. Dijo que los perros fueron llevados a Wilmington debido a que la pareja presidencial iba a estar fuera de la capital estadounidense.”Los perros irán y vendrán, y no será raro que vuelvan a Delaware en alguna ocasión, como también lo suelen hacer el presidente y la primera dama”, comentó Jen Psaki, la secretaria de Prensa de la Casa Blanca.
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