Negocio constituyente – El Mostrador



Cierre los ojos y piense qué estaba haciendo el 17 de octubre de 2019. Ahora, recuerde cómo era Chile y los temas de aquella época. Hemos vivido un siglo, en apenas casi dos años. Hoy en escenario es absolutamente nuevo en todo el amplio sentido de la palabra. Y tenemos miedo. Y estamos inquietos. Porque si algo en Chile nos incomoda, es aquello que no podemos clasificar, y la Convención Constituyente lo es.
Si miramos la Convención Constituyente y sus 155 heterogéneos integrantes, nos muestran un Chile mucho más diverso (y con poder) del que teníamos en la mente. Sin embargo, en realidad ese nuevo abanico de realidades no es algo tan novedoso si lo comparamos con lo que vivimos diariamente en nuestras propias empresas. La representación de la Convención no es otra (sino preocúpese) que la conformación que existe en nuestras propias organizaciones y empresas.
Y ahí es donde creo que estamos frente a una tremenda oportunidad histórica, y que existe un amplio espacio y múltiples oportunidades de mejorar nuestras propuestas de valor o, mejor dicho, una nueva propuesta de valores. Emerge entonces la fascinante posibilidad de, como dicen los partidos políticos, “consultar a las bases”, pero ahora habrá que también incluir al plano medio y a la cúspide.
Todos convocados.
¿Será muy descabellado plantear un nuevo pacto al interior de las empresas y comenzar a realizar un proceso de Negocios Constituyentes? Donde la empresa no se desarrolle únicamente (y muy legítimamente) para dar solución a una necesidad externa, sino que también para canalizar sueños, visiones y demandas de nuestros propios colaboradores.
Sin temor, llamando al diálogo, a abrir la mente y aceptar posturas diferentes, sin diagnósticos preconcebidos ni hipótesis auto concebidas.  Nos sentamos a conversar, pero en serio. A comunicarnos, pero de verdad, así como lo estipular la RAE, “hacer a una persona partícipe de lo que se tiene”. Hacer partícipes, crear comunidad.  Quizás, de este nuevo proceso nazca una empresa donde un ambicioso, razonado y co construido propósito, sea reemplazado por la tantas veces vacía “visión y misión”, y nos entendamos como chilenos no desde la sospecha, sino desde la confianza.
¿Con qué sensación queda luego de estas palabras?



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