64 años de Ricardo Mollo, el prócer del rock que reivindica el germen folklórico argentino


Ricardo Jorge Mollo nació en Pergamino, Buenos Aires, el 17 de agosto de 1957. Su carrera musical comenzó como guitarrista de MAM, su primera banda, entre las décadas de 1970 y 1980. Fue guitarrista de Sumo (cómo olvidar esas escenas en las que Luca se desacataba ante los solos de Mollo) durante la década de 1980, y actualmente es el guitarrista, vocalista y frontman de Divididos, banda que formó junto a Diego Arnedo y completa con Catriel Ciavarella. Además, también ha lanzado canciones y reversiones en formato solista.La presentación de quién es Ricardo Mollo solo responde a una formalidad. Ricardo es de esas figuras que fueron parte de los cimientos angulares de la época dorada del rock nacional y que hoy, sigue vigente en un lugar indiscutido.

No solo es ferviente seguidor de Atahualpa Yupanqui, también lo es del escritor Eduardo Galeano, donde a partir de un texto de él se inspiró en “Huelga de Amores”.

De perfil bajo y sonrisa tímida en cualquier charla que se lo pueda ver, sube al escenario y descose la guitarra como pocos. No es casual que la revista Rolling Stone lo haya nombrado como uno de los tres mejores guitarristas del rock argentino junto a Pappo y David Lebón.Si bien su carrera es prolífica y extensa, resultaría demasiado ambicioso condensarla en una nota. Sin embargo, hoy en el día de su cumpleaños, merece la atención y el análisis de su aporte al gen argentino.La aplanadora del rock que reivindica el folklore
Con Divididos y su amor y filosofía sobre la vida, los orígenes y la pachamama, Mollo reivindica como pocos rockeros el folkclore de Atahualpa Yupanqui, pero no deja de hacer sonar a la vez la influencia del rock eléctrico de Led Zeppelin. ¿El resultado? Una armonía perfecta que une géneros y generaciones que su música trasciende con gran respeto.Como acérrimo admirador del cantautor folkclorista argentino Atahualpa Yupanqui, Ricardo no pierde oportunidad en reivindicar su obra cada vez que se le presenta la oportunidad: “Lo grande de Atahualpa es la contundencia de eso simple que te deja una enseñanza y una reflexión tremenda”, dijo en una entrevista brindada al historiador Felipe Pigna.Es por eso que ya es una costumbre de sus shows ver al power trío convocar a varios artistas de la música nativa como invitados especiales de su sets rockeros.Sin embargo, Divididos esto lo hace desde hace rato, como cuando grabó piezas como “Vientito del Tucumán” y aquella impresionante versión de “El arriero”. “Guanuqueando” y “Nada Tengo”,  son otras de las tremendas versiones del fallecido Ricardo Vilca que interpretan.

Ricardo coquetea con la música de raíz, valora y reivindica lo propio de Argentina. Divididos tiene sin dudas un legado folklórico mediante una relectura de la argentinidad. Revisando su discografía, el germen folklórico se intensificó en Acariciando lo áspero (1991), en temas como “El burrito” y en la versión de “Cielito lindo” con un paisajismo digno de ser bucólico con cierta impronta latinoamericanista. 

En su tercer disco, con La era de la boludez (1993), sortearon una suerte de crítica a la década superficial que se atravesaba, monitoreada conceptualmente por Gustavo Santaolalla. “La gente se apropió de Divididos para expresar algo que estaba latente. Cuando nos pusimos un poncho o subimos un caballo al escenario fue para provocar, no para mostrar patriotismo. Pero había una necesidad de identidad y el nacionalismo termina siendo el de la z, el que busca que se muera el otro”, explicó Mollo al momento de tomar distancia, aunque la jerga gauchesca y el lunfardo tanguero permanecieron en la obra de Divididos. “Poder tocar con verdaderos monstruos como Peteco, el Demi, Fortunato (Ramos), Patagonia y recordar a Ricardo Vilca, fueron instantes realmente muy fuertes y que no se borrarán de nuestra memoria”, dijo el violero cuando participaron del legendario festival “Cosquín”, pero en su versión folclórica, iniciativa que generó adeptos y críticas allá por el 2008. “El público coreando nuestros temas, respetando las versiones que por ahí no son muy folklóricas, pero que tienen la esencia de cómo fueron creadas, más estar en el escenario que fue transitado por tantos grandes como Atahualpa a quien admiramos desde siempre, es un momento muy especial”, agregó en aquel entonces.A once años de la edición de Amapola del ’66, su último disco de estudio, el grupo volvió a trabajar en nuevas composiciones. “Cabalgata deportiva” fue la última canción que se conoció en octubre pasado y que marca el regreso al estudio de grabación para ¿un nuevo disco?

De esta manera, “Cabalgata deportiva” se convierte en la tercera canción original del grupo desde el lanzamiento de su último disco. En el 2019 rompieron el silencio con “Mundo ganado” y después en plena cuarenta grabaron “Insomnio”.En este contexto y con el regreso paulatino a la presencialidad en los espectáculos con los protocolos pertinentes por la pandemia de coronavirus, la aplanadora del rock no para de tocar en vivo, agotando las entradas en cada anuncio de un nuevo show. Estar en el escenario es casi una necesidad para el power trío, y el placer eterno para quienes disfrutamos de su música, pogueamos y nos emocionamos con sus canciones.Por eso, que haya Ricardo Mollo para rato. ¡Feliz vida, narigón!
 



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