Para entender la salida de Afganistán



La retirada de tropas estadounidenses de Afganistán ha sido recibida con opiniones divididas. Se crítica la salida que derivó en la toma de Kabul, la capital afgana, a manos de los talibanes, el grupo al que se buscaba derrocar en primer lugar. Otros defienden las acciones de Joe Biden calificándolas como “necesarias” en virtud de lo costos que la guerra ha generado, tanto en términos financieros como humanos.Antes de pasar de lleno a mis consideraciones, es pertinente recapitular la historia detrás de estos eventos. Tras los ataques terroristas contra Estados Unidos en 2001, George W. Bush, entonces presidente, decidió enviar tropas a Afganistán con el objetivo de derrocar a los talibanes, un grupo paramilitar islámico que había gobernado ese país desde 1996 y quienes habían facilitado las operaciones de Al Qaeda, los responsables de la caída de las Torres Gemelas.Tras la remoción de los talibanes del poder, se dio paso a una serie de ejercicios democráticos auspiciados por la comunidad internacional: se escribió una nueva constitución con tintes de democracia occidental, que brindaba derechos y libertades a hombres y mujeres por igual, así como a la creación de instituciones. En otras palabras, en Afganistán se instauró un sistema diametralmente opuesto al que había estado vigente bajo el régimen talibán.Sin embargo, derrocamiento no significó eliminación. Los talibanes continuaron como un grupo de insurgencia, con presencia en diversas regiones del país, lo que justificó la permanencia de tropas estadounidenses en el terreno aun cuando el Gobierno en Kabul era considerado un aliado. Esta presencia se prolongó de manera efectiva hasta la semana pasada, después de miles de vidas perdidas, así como de miles de millones de dólares dirigidos a labores de defensa, seguridad y construcción.Para formar una opinión sólida en torno a estos eventos, considero que hay que tener en mente tres puntos. El primero: Biden heredó la decisión de retirarse. Recordemos que fue durante la administración de Donald Trump que Estados Unidos negoció y acordó con los talibanes la eventual retirada del país a cambio de que este grupo se comprometiera a no volver a facilitar las operaciones de grupos terroristas. En este sentido, a Biden solo le correspondía ejecutar una decisión tomada.En segundo lugar, a pesar de los informes de inteligencia que estimaban que tomaría a los talibanes de 2 a 3 años tomar el control de la capital y, por lo tanto, del país, la realidad fue mucho más rápida. Los talibanes tomaron Kabul en un par de días ante la desmoralización de las fuerzas de defensas afganas que se rehusaron a combatir. La salida de Biden fue atropellada; hay que admitirlo. Se ignoraron elementos estratégicos importantes en la ecuación que derivaron en lo que hoy vemos en la prensa internacional.En tercer lugar, la retirada de tropas estadounidenses representa una oportunidad estratégica como pocas para China y Rusia. Con el debilitamiento de la presencia americana, surge una ventana para profundizar relaciones políticas de concertación con los diferentes actores de la región de Asia Central a fin de garantizar que un Gobierno talibán no se traduzca en inestabilidad para la región.El panorama es complejo. Un puñado de párrafos no son suficientes para reflejar de manera integral los factores, actores y demás que la situación merece. No obstante, me doy a la oportunidad de plasmar en estas líneas algunas consideraciones para tomar en cuenta la próxima vez que hablemos de Afganistán.



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