El poder empresarial de la censura



El canal de TV, la RED resolvió exhibir el histórico documental “La Batalla de Chile”, de tres extensos capítulos, producido por el cineasta Patricio Guzmán quien logró rescatar un sensible material audiovisual que le permitió preparar el documental que luego obtuvo importantes premios y distinciones internacionales.  Por cierto, este material fue inmediatamente prohibido y censurado por la dictadura militar y paradojalmente desde el inicio de la transición democrática desde 1990 hasta este año (31 años) y a pesar que TVN -canal público se supone- adquirió los derechos sobre el valioso documental, éste nunca fue presentado ante la opinión pública en su parrilla televisiva, razón por la cual podemos decir que ese canal televisivo debe una explicación ante el país.
La RED asumió esa deuda histórica y en estos días, precisamente cuando se conmemora el golpe militar (hace 48 años), finalmente y en justicia con el derecho de libertad de expresión, dicho canal se atrevió a difundirlo entre sesiones, en horario premiun, concitando un muy alto interés ciudadano y logrando reunir en muchos hogares de Chile a lo menos a tres generaciones de chilenos que rememoraron detalles inéditos que Guzmán había recopilado hasta las horas y días siguientes de ese aciago hecho histórico. Sobre este material documental se puede tener distintas opiniones y eso será siempre un derecho.
Hasta aquí todo bien. No obstante, al día siguiente de la transmisión del primer capítulo que copó las redes sociales con todo tipo de comentarios, circuló por las mismas redes que la empresa Carozzi había determinado restar su publicidad en la franja horaria nocturna, la más cara en todos los canales, por dicha transmisión. Esto desató de inmediato una enorme reacción ciudadana en las redes con especial énfasis en un actuar censurable. También respondieron otras personas diciendo que era una noticia falsa. Un afamado periodista del Canal 13 se apresuró a desmentir “oficialmente” que Carozzi hubiese actuado de esa forma y así…
Durante la mañana del domingo 12 portavoces de Carozzi (nunca hablan sus dueños) responsabilizaron a la agencia comunicial Initiative por el desaguisado pero no necesariamente pues el “comunicado” de la empresa fue claro y tajante reconociendo que la decisión fue adoptada “como una señal de respeto a nuestros consumidores y a su forma de pensar”.  Posteriormente el canal La Red informó oficialmente lo que otros intentaban desmentir: la línea editorial del medio había sido censurada por la empresa y por tanto (digo yo) castigada financieramente. Esa es la verdad.
Pregunta para los dueños de Carozzi: ¿Cómo determinan ellos el universo exacto de “sus” consumidores y cómo pueden establecer -de la noche a la mañana- cuál es “su forma de pensar” si se trata de una enorme masa de consumidores en un escenario plural de mercado?. ¿En qué tipo de consumidores está pensando la familia Bofill, accionistas importantes de esa empresa? ¿Los consumidores “afines” a su “modo de pensar”? Pero si estos consumidores están en todos los segmentos de la sociedad chilena, al menos hasta hoy. ¿Y los consumidores que no piensan como la familia Bofill, no tienen derecho a conocer el documental?
Estas preguntas deben ser resueltas por los dueños de la empresa, pues no hay una respuesta adecuada para explicar porqué esta empresa en particular (y no las demás que forman parte de la publicidad en horario premiun de ese canal), de la noche a la mañana se atribuyen de por sí y ante sí una autoridad política y moral para discernir -ellos- de qué manera deben ser “respetadas”  las distintas formas de pensar de los chilenos consumidores de sus productos.
La autoritaria decisión de Carozzi, de censurar a un canal de TV por transmitir un programa que no es del agrado de sus dueños (principalmente) y castigar al canal en forma financiera, es la demostración de una falta absoluta de comprensión de lo que ha sucedido en Chile luego del estallido social y con una convención constitucional instalada con el empuje de la idea de un cambio, entre otras cosas, en este tipo de autoritarismos. Carozzi demuestra que el dinero lo puede todo. Incluso castigar la libertad de expresión. Y los ciudadanos tendremos que responder con la Objeción de conciencia respecto de sus productos, y siendo algunos de ellos parte de nuestro abarrote cotidiano, se hace imperativo renunciar a su adquisición, al menos hasta que la empresa y sus dueños ofrezcan una disculpa pública por atribuirse una superioridad que no tienen a su favor. A una medida de fuerza la No Violencia mediante la Objeción de Conciencia ha demostrado ser una eficaz herramienta ante exabruptos autoritarios.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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