Verónica Moreno, la guardiana del viento que recorre el norte de Chile para bordar con mujeres de diversos territorios un gran lienzo colectivo



El bordado es una técnica muy antigua que ha existido como medio de expresión artística en distintos espacios a través del tiempo. Esta práctica se puede encontrar en diversos textiles prehispánicos e, incluso, en ropas de pueblos indígenas. Es más, antiguamente esta práctica era parte de las manualidades transmitida en las escuelas e institutos educacionales.
Sin embargo, actualmente esta tradición se ha ido perdiendo a raíz de la creciente expansión de la industria textil, por lo que pocas personas han mantenido esta forma de expresión manual, la cual es difícil de encontrar en los círculos del arte.
A pesar de ello, en el norte de Chile esta es una técnica que aún sigue presente en el día a día de las culturas originarias que mantienen estas tradiciones y que -al igual que otras prácticas de los pueblos- es una actividad realizada en comunidad en una interacción que promueve el encuentro y el diálogo.
En ese contexto es que la trabajadora social Verónica Moreno Fernández (62), decidió retomar la memoria de estos pueblos para revivir la tradición de bordar en comunidad. Ya que bajo el nombre “guardiana del bordado” o “guardiana del viento”, cumple con la labor de cuidar lienzos bordados que va completando con la intervención artística de diversas mujeres, niños y jóvenes con quien se ha topado en sus numerosos viajes nacionales e internacionales.
 
La guardiana del bordado (o del viento)
Sus trabajos consisten en cuidar de las telas, viajar con ellas e invitar a personas en distintos lugares a bordar de un gran pedazo de género de tres metros. Instancias en la que mujeres de distintas edades y oficios se encuentran en el desierto para bordar, compartir ideas, emociones y sueños, conectando desde lo más íntimo con un idioma tan natural para ellas como respirar: el bordado colectivo.
En entrevista con El Mostrador Braga, Verónica relata que estos encuentros y conocer otros paisajes le han dado un significado muy especial ha su vida. “He viajado a Perú, Panamá, Nueva York, Argentina, he recorrido para conocer y conocerme a mí misma. Para mi tiene mucho significado viajar con este bordado, es una pasión, algo que me encanta y le da sentido a mi vida. El viaje siempre tiene encuentro, nuevas experiencias, visiones, una geografía distinta y aunque amo el desierto, también me encanta conocer la selva y estar frente al mar. Entonces llevar y ser guardiana de este bordado es un regalo para mí, porque en cada encuentro me lleno de las vivencias y sabiduría de otras mujeres”.
La misión de ser guardiana del manto la acogió tras instalarse en San Pedro de Atacama y conocer a la comunidad indígena atacameña Lickanantay, pueblo que la acogió y con quienes desarrolló habilidades en el bordado y el área textil que la acompañan en su camino hasta el día de hoy.

El norte y la cultura que habita en él
Actualmente, la guardiana se encuentra circulando por distintas rutas del norte como San Pedro de Atacama, Sequitor, Solor y Antofagasta. Destinos en los que, según Verónica, cada bordado y técnica son un reflejo de la interioridad de la mujer de la región que se pondrá en diálogo con su nuevo proyecto de arte en movimiento llamado “Memorias del Viento”.
“El nombre de esta pieza es porque vivimos en una zona que el viento es primordial, el viento es el que nos trae las flores, nos llegan los rastros en el desierto y deja sus huellas, es el que va erosionando y va formando. Entonces en este bordado vamos dejando huellas a medida que los hilos van pasando por la tela, una huella que tiene contenido que tiene color, que tiene creatividad y la expresión de mujeres luchadoras, e incluso dirigentas sociales de la zona que se han ocupado de mejorar las condiciones de vida de sus vecinos”, señala la artista.
Este nuevo trabajo formará parte de la Exposición Identidades, la séptima versión de Identidades Festival en San Pedro de Atacama. Ocasión en la que Verónica estará a cargo de la exposición de telares que se presentará entre el 2 y 10 de octubre.
El objetivo de esta obra que comenzó hace apenas dos meses, es recoger la memoria del norte y su proceso histórico a través de las vivencias de diversas participantes que añaden a esta gran pieza de arte una gran carga cultural del norte de Chile.
Verónica relata que un ejemplo de esto fue en uno de los encuentro de bordado en Antofagasta en lo que se reunió con dirigentas sociales “una de ellas me preguntó si podía bordar ´La Mano del Desierto´ una escultura que está en el norte. Me contó la historia de su esposo, quien trabajó esta estructura con el artista Irarrazabal. Ahí quedó plasmada la escultura en su bordado. Cada mujer tiene muchas historias, entonces este bordado contiene también estas esta memoria del norte, donde surgieron lideres sociales políticos, donde hay historias de luchas desde el tiempo de las salitreras. Muchas de las mujeres que han bordado vivían en las salitreras en el caso de las mujeres mayores, en un caso una de ellas era hija de un administrador de la salitrera y queremos bordar el listado de las minas que recorrió”. De esta forma, poco a poco se va formando esta pieza cargada de un gran significado cultural.

Otros trabajos colaborativos
Además, en el transcurso de los años, la guardiana ha realizado bordados colaborativos de gran formato con los cuales ha viajado por sur y centro américa, invitando a las comunidades locales a participar de esta vivencia. En uno de sus viajes retomó un bordado que había sido iniciado años atrás y se transformó en una ofrenda al agua, creando así el proyecto de bordado “Guardiana Ofrenda al Agua”.
En Panamá comenzó un bordado inspirado en una pintura llamada bordadoras del manto terrestre, por lo que llamó a su segundo gran proyecto colaborativo “Manto Terrestre”. Obra que en algún momento cedió a una de sus amigas con quien bordaba desde el 2019 para que se lo llevara a Francia, quien terminó interviniendo esta pieza con muchas mujeres y amigas alrededor de un rio y después, cuando volvió a Chile, el manto retornó con su dueña.
Además de los telares, la guardiana es miembro de la Fundación La Tintorera, proyecto que conforma junto a un grupo de colaboradores, cuyo propósito es recibir artistas y terapeutas, tanto Lickanantay como nacionales e internacionales, acompañándolos en su proceso creativo, en su vinculación con el desierto y con la comunidad.



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