AMLO celebró 3 años de gobierno ante un Zócalo lleno, como en sus mejores tiempos



El presidente Andrés Manuel López Obrador suele decir que está “en su agua” en los lugares donde se siente como en su casa. Ayer el Zócalo volvió a ser su lugar seguro: una plaza desbordante, jubilosa y devota.
“Como en los mejores tiempos, nos volvemos a concentrar en este Zócalo democrático”, dijo nada más comenzar su discurso en un nuevo informe para celebrar, ahora, los tres años del inicio de su mandato.
En un día en el que se publicaron encuestas contradictorias en diarios nacionales sobre la aprobación de su gobierno, nada mejor que presentarse ante un Zócalo repleto.

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A él llegaron personas de varios estados a mostrar su apoyo al presidente, al que siempre han seguido, en quien confían, según sus propias palabras. Cientos llegaron con la ayuda de líderes políticos que les facilitaron el transporte en autobús y les convidaron tortas, pizzas, aguas y refrescos.
Vinieron de municipios del Estado de México, Jalisco, Guanajuato, San Luis Potosí, Tamaulipas, Veracruz, Oaxaca, Tabasco, Chiapas y también de la Ciudad de México. Recorrieron largas horas por tierra y aguantaron otras tantas bajo el sol.

Estacionaron decenas de camiones y vans en las calles de Balderas, en 20 de Noviembre, en Eje Central, en Artículo 123, en Bucareli. A varios simpatizantes les dieron banderines, gorras, chalecos y chamarras, para uniformarlos con las insignias de grupos y líderes políticos que, mirando a la próxima elección, recurrieron a la movilización de las bases para hacerse ver, para arrogarse el apoyo al presidente, para sacar raja política, como se decía antes, “en la época neoliberal” qué tanto crítica el presidente.
López Obrador decía desde el template que estaba seguro de que cada uno de los asistentes había llegado al Zócalo “por su propio pie y por convicción”.
Hubo, por supuesto, quien llegó así, llamado por la tradición, como Lauda Pelcastre, de 60 años, que trajo puesta todo el tiempo una máscara de López Obrador, y era como ver al presidente hablar a través del cuerpo de una militante.
–¿Cómo ve el gobierno de AMLO a estas alturas?
–Yo lo veo excelente –respondió el rostro de López Obrador–, porque son 36 años o más de retraso, y lo único que él ha hecho es avanzar, en su presidencia está haciendo 12 años en 6 años. Es admirable.
–¿No hay una sola cosa que se le pueda criticar?
–Es un ser humano y puede tener errores, pero han sido mayores sus aciertos –afirmó el rostro del presidente–. Es grandioso, es maravilloso, es muy querido, es un gran político, el único que he visto que se preocupa por los pobres.
Su evento de mitad de sexenio, fue aprovechado como una plataforma, un mitin de grupos y facciones.
Al amparo de las consignas a favor del presidente, las huestes enaltecían los nombres de sus líderes. Hubo simpatizantes con banderas de los “Comités de Defensa de la 4T”, que impulsa Mario Delgado, dirigente de Morena. Hubo integrantes de la organización Que Siga la Democracia A.C., vinculada al gobernador de Chiapas, Rutilio Escandón. Hubo veracruzanos con gorras, playeras y cubrebocas que decían: “Unidos todos con Cuitláhuac García y AMLO”. Hubo mexiquenses pertenecientes a la organización de Carmen de la Rosa, hija del alcalde de Nezahualcóyotl, Hugo de la Rosa, encaminada a sucederlo en ese cargo. Francisco Chiguil, alcalde de la Gustavo A. Madero por tercera ocasión, mandó a gente con lonas gigantes con su nombre y su foto. También hubo banderas del Frente Popular Francisco Villa, de Iztapalapa, así como del Partido del Trabajo (PT).
Fueron movilizados grupos de comerciantes capitalinos de la Merced y de la Alameda Central, que operan bajo mandos de dos diferentes alcaldías: la Venustiano Carranza y la Cuauhtémoc, mostrando que, a pesar del cambio de signos en el gobierno local, el control político de esas bases lo tiene Morena.
El Zócalo también atestiguó la reaparición del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), que hacía tiempo no mostraba su músculo en actos políticos; cientos de miembros de las secciones 9, 17, 36 y 51 abarrotaron desde mediodía la parte frontal del escenario, la más privilegiada.
Con la plaza llena de huestes, como en sus tiempos de candidato, López Obrador asumió la lógica del mitin. Puso a sus espaldas, al canciller Marcelo Ebrard y a la secretaria de Energía, Rocío Nahle, así como a la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum. Si bien esta última no forma parte del gabinete, los tres funcionarios tienen en común haber sido “destapados” por el mandatario para sucederlo. Los tres, también, fueron los más aplaudidos por sus porras cuando se mencionaron sus nombres durante las presentaciones en el Zócalo.
En esta medida de fuerzas de popularidad y arrastre no estuvo, notoriamente, Ricardo Monreal, líder del Senado y otro aspirante a la candidatura presidencial, quien pretextó tener actividades legislativas para ausentarse del evento presidencial.
Con este acomodo simbólico de presencias y ausencias, casi al final de su discurso de hora y quince minutos, López Obrador envió un mensaje en el que pidió a los aspirantes no dar bandazos y ser leales.
“Los publicistas del periodo neoliberal, además de la risa fingida, el peinado engominado y la falsedad de la imagen, siempre recomiendan a los candidatos y gobernantes correrse al centro, es decir, quedar bien con todos. Pues no, eso es un error. El noble oficio de la política exige autenticidad y definiciones. Ser de izquierda es anclarnos en nuestros ideales y principios, no desdibujarnos, no zigzaguear. Si somos auténticos, si hablamos con la verdad y nos pronunciamos por los pobres y por la justicia, mantendremos identidad”, dijo el presidente.
Cuando terminó su discurso, y comenzó la retirada de las bases, se quedó andando por la plaza ya oscurecida, como errático, un hombre que estaba caracterizado como Miguel Hidalgo, personaje histórico llamado por López Obrador “el cura bueno” e insignia de una de las “cuatro transformaciones” de México, según la retórica oficial.
El hombre, que en realidad se llama José Luis Bojórquez y participó en el movimiento estudiantil del 68, cargaba un estandarte que mostraba, no a la Virgen María, sino la frase: “Abolir la corrupción”.
Él cree que es la revolución pendiente.
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