Un sistema político que promueva la colaboración y gobernabilidad



En la comisión de sistema político de la Convención Constitucional existe cierto consenso en torno al diagnóstico sobre las deficiencias del régimen de gobierno chileno. Éste se caracteriza por la falta de incentivos para la cooperación entre el poder ejecutivo y legislativo, la falta de válvulas de escape ante crisis institucionales, el excesivo poder de la presidencia, un Congreso multipartidista con liderazgos individualistas, un bicameralismo cuyas cámaras tienen las mismas funciones, dilatando así el proceso legislativo, y de un exceso de mecanismos contramayoritarios. Esta estructura ha generado inmovilismo político, programas de gobierno muy difíciles de implementar, promesas electorales sin cumplir y frustración ciudadana.
A pesar de compartir este diagnóstico, las iniciativas constituyentes presentadas el viernes pasado muestran dos vías distintas de solución a los problemas políticos planteados.
Por un lado, las propuestas presentadas de forma separada por el Partido Comunista, el Colectivo Socialista y la derecha coinciden en transformar la elección del ejecutivo en una elección conjunta de una presidencia y una vicepresidencia. Se ha planteado que este ticket presidencial doble desconcentraría y despersonalizaría el poder, garantizando además la paridad. Ahora, si bien estos son objetivos que se comparten en general en la comisión, consideramos que la propuesta programática de estas fuerzas políticas no sólo no solucionan los problemas planteados, sino que además podrían agravar la parálisis política y la frustración diagnosticada por todas y todos.
La propuesta de estas fuerzas políticas, creemos, no despersonaliza el poder sino que, al contrario, lo personaliza al doble: existirían dos liderazgos en el ejecutivo, ambos con legitimidad electoral proveniente del sufragio universal directo. En este caso, la vicepresidencia también sería ocupada por una persona con poder y legitimidad electoral. El problema endémico del sistema chileno de gobierno –la parálisis política y la frustración programática– debe solucionarse enfrentando el conflicto entre el ejecutivo y el legislativo, no agregando una nueva fuente de conflicto al interior del ejecutivo. Además, esta solución no parece enfrentar adecuadamente las crisis institucionales: la vicepresidencia, al ser también elegida en conjunto con la presidencia, no funciona ni como válvula de escape ante conflictos agudos ni como medio de control de la presidencia. De la duplicación de la cabeza del ejecutivo no parece surgir mecanismo alguno de coordinación, de coalición ni de cooperación.
Nos parece que la ciudadanía no sólo tiene interés en la figura presidencial, sino también en la ejecución eficaz del programa de gobierno. Desde esta perspectiva no se necesitan dos cabezas en el ejecutivo, sino una presidencia, a cargo de un programa, con herramientas institucionales necesarias para poder aliarse y cooperar con el Congreso. Desde ese punto de vista, lo que debemos hacer no es duplicar el personal del ejecutivo, sino que tender un puente entre ambos poderes del Estado y construir las herramientas para que cooperen.
La propuesta presentada por el Frente Amplio, en conjunto con Independientes no neutrales, Pueblo Constituyente, Movimientos Sociales Constituyentes, y la Federación Regionalista Verde Social responde de mejor manera el problema del sistema político chileno. Se trata de un “presidencialismo de coalición”, en el cual quien controla el gobierno es el Presidente/a de la República, elegido por sufragio universal por cuatro años, con la posibilidad de ser reelegido una vez en su vida. Una de las claves de este diseño es que la presidencia tendría la potestad de elegir un aliado/a de confianza, no un competidor: una nueva figura política llamada el o la Ministra de Gobierno, quien se encargaría de la implementación, en cooperación y colaboración con el Congreso, del programa comprometido a la ciudadanía. En este diseño, además, al igual que con los ministerios, se garantiza que la dupla de presidencia y Ministro/a de Gobierno sea paritaria: al menos uno de estos roles debe ser asumido por una mujer.
El ejecutivo en esta propuesta no tiene dos cabezas, tiene una. El presidencialismo de coalición es un genuino presidencialismo. A la presidencia no se le agrega un poder electoral paralelo, sino un gran brazo ministerial en su Ministro(a) de Gobierno mediante una designación presidencial en diálogo programático con el Congreso. Esto se logra a través de mecanismos de colaboración y de formación de coaliciones, tanto en la estructuración inicial como durante el ejercicio del gobierno. El sistema político no necesita una Vicepresidencia, sino de mecanismos para que los poderes ejecutivo y legislativo trabajen juntos. Esta propuesta se hace cargo de diseñar estos mecanismos y promover la colaboración, la gobernabilidad y un gobierno eficaz.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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