Mariana Enríquez: “Para mi generación, el miedo era que tu cuerpo no aparezca”


Mariana Enríquez se consolidó como una de las plumas más importantes de la actualidad con trabajos como “Las Cosas que Perdimos en el Fuego” (2016) y “Nuestra Parte de Noche” (2019). También fue galardonada en repetidas ocasiones por su exitosa trayectoria. Sus historias tienen ese condimento de argentinidad que nos interpela y resulta imposible de esquivar. Fue reconocida recientemente de forma internacional con la nominación en la categoría ficción de Los Ángeles Times Book Prizes, cuya obra ganadora se dará a conocer el 22 de abril. La gran autora del terror en español llegó a Filo.news.”¿Seguís pensando que la infancia es cuando más miedo tenemos?”, le consultó Julio Leiva a la invitada de esta semana, que respondió: “Si, sin duda. Todo lo que me contaban que me daba miedo era totalmente real. O sea, yo no podía hacer esa distinción que hacemos de grandes”.

Sobre su infancia en plena dictadura militar, recordó: “Mis padres no eran militantes, ninguno de los dos, pero todos, ambos tenían amigos militantes. Entonces todas las conversaciones en casa eran con el presupuesto de saber que estábamos viviendo una dictadura y que estaban matando gente. La orden hacia mí era: ‘No digas nada de esto’. Yo iba a una escuela de monjas, además, porque mi mamá tenía la teoría de que si me mandaba a una escuela del Estado me iban a inculcar aún más el nacionalismo, etc. El ambiente en casa era como súper misterioso de alguna manera. Mi sensación no era que estaba viviendo una guerra ni nada. Era como: ‘Hay un montón de muerte y ¿dónde está?’. Así fue la dictadura para la gente que estaba en esa posición de tener la información pero no estar ahí”.”El barrio es Valentín Alsina. Y claro, ahí hubo un montón de fábricas abandonadas y está la fábrica de Campor Mar que, aparentenemente, fue un campo de concentración. Lo están investigando. Eso no lo sabía en ese momento, pero ya las fábricas abandonadas tienen algo muy, muy, muy de asesino serial. Después fuimos a vivir a La Plata, que también es una ciudad que tiene como toda su mitología misteriosa”, contó la escritora.

Su padre asesoró durante la construcción de la Catedral de La Plata: “Yo fui súper católica hasta los once años, creo. Dejé de ser católica. Yo me confirmé todo, tengo todo, tengo todos los papeles en regla. Tengo tercera dosis – bromeó- Cuando iba hacia la tercera dosis, que es en la confirmación, me dijeron que me ponían un aceite y te dicen que vas a ver a Jesús y yo me lo tomé absolutamente literal. Y bueno, y no, y no apareció Jesús, entonces ahí perdí inmediatamente mi fe. La religión me parece algo absolutamente fascinante pero ya no tengo fe de ningún tipo”.Sobre el paso de la juventud a la adultez, algo muy presente en sus obras, consideró: “No soy muy consciente de que soy una persona adulta. Soy bastante ordenada, dejé de intoxicarme con drogas bastante joven, cosa que también es algo que me parece que es elegante hacer. El tema de que yo nunca quise tener hijos y no tengo … y no tener hijos te prolonga un poco la juventud mental. Siempre te dice pero te estás perdiendo como un amor terrible. Si un montón de cosas me pierdo, esa también elijo perdermela no tengo ganas de tener esa relación tan intensa con nadie, mucho menos con una criatura que dependa de mí, o sea, que yo tenga que criarla”.Si vamos a la caja negra de su vida, nos encontramos este recuerdo: “Cuando era muy chiquita no me gustaba salir a jugar con amigos. Me acuerdo de mi mamá que una vez estaba enojada conmigo, no sé por qué y me dijo en un momento: ‘¿Por qué no vas? ¿Por qué no podes ser normal?’ Y es eso porque no puede ser normal. No me lo olvido más”.



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