De política y cosas peores



Hacer el amor ¿es trabajo o es placer? Esa inquietante pregunta al mismo tiempo física y metafísica se planteó don Trisagio, un marido dado a las devociones religiosas. Y es que el piadoso señor temía, si el sexo era trabajo, ofender a Dios teniendo sexo en domingo. Consultó el caso con el padre Arsilio, y el sacerdote le indicó que la relación carnal es trabajo, motivo por el cual era pecado llevarla a cabo el día del Señor. En seguida don Trisagio acudió al consejo del reverendo Rocko Fages, ministro evangélico, y éste fue de la misma opinión que el cura católico: el acto del amor es trabajo; no debe hacerse en domingo. Finalmente el devoto marido buscó la opinión del rabino Kohen, y le hizo la misma pregunta: el acto amoroso ¿es placer o es trabajo? Para sorpresa de don Trisagio el sabio varón judío dio una respuesta totalmente opuesta a la del presbítero católico y el ministro protestante. Sin dudar dictaminó: “El sexo es placer”. Tanto asombró su contestación a don Trisagio que le preguntó: “¿Por qué lo dice?”. Respondió el rabino: “Porque si fuera trabajo mi esposa ya se lo habría encargado a la mucama”. Yo pienso que se aprende más sobre ese misterio al que llamamos Dios leyendo “Los hermanos Karamazov”, de Dostoievski, que la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino. Lo divino no pertenece al ámbito del pensamiento, sino del sentimiento; no es ente de razón, sino de emoción. En el escritor ruso latió siempre la profunda religiosidad que en su tiempo caracterizó a “la Santa Rusia”, y que poseyó también a Tolstoi, a Korolenko, a Turgueniev. (Y a Rasputín, añade una discordante voz). Viene esto a cuento porque cierta universidad intentó cancelar un curso sobre Dostoievski como protesta por la agresión de Putin a Ucrania. Por fortuna la reacción en contra de esa absurda medida fue tal que los directivos de la institución se vieron obligados a recular, aunque se oiga fea la palabreja. No hay que ser más papistas que el Papa, y menos si el Papa es muy papista. Muchas formas hay de mostrar indignación contra el expansionismo del pugnaz jerarca. Yo, por ejemplo, he dejado de tomar vodka desde que Putin desató su guerra. Pero lo que aconsejo en este caso a las naciones es que ejerzan presiones económicas sobre Rusia en tal medida que hagan que el pueblo ruso obligue a su dirigente a dar marcha atrás a su injusta agresión. Desde luego no es dable pensar en una respuesta bélica al belicismo de Putin. Las armas modernas hacen imposible, por su extrema peligrosidad, dar una respuesta militar a ese émulo de Hitler. Pero los dólares y euros también son cañones, y tanques de guerra, y aviones y navíos de combate, y misiles, y el control de las importaciones y las exportaciones es igualmente poderoso arsenal para enfrentar a ese Atila de nuestro tiempo. Ojalá los gobiernos hagan caso de mi sugerencia. Si no la ponen en práctica lo antes posible -digamos la próxima semana a más tardar- la cortina de hierro que dijo Churchill volverá a alzarse otra vez. Luego no digan que no se los advertí oportunamente. El volcán de la isla Kukatoa hizo erupción. Rugió la montaña, tembló la tierra y el cielo se ensombreció con la ceniza que salía del cráter. El jefe de la tribu hizo llamar al brujo de la isla y le preguntó la causa de aquella calamidad. “Los dioses están enojados -sentenció el hechicero-. Para sosegarlos es necesario sacrificar a una virgen”. Los hombres y mujeres de la tribu se miraron entre sí con inquietud, y luego volvieron la vista hacia el jefe. “Ni modo, paisanos -declaró éste, resignado-. Tendremos que acostumbrarnos a la humareda, a la temblorina y a la tronadera”. FIN.
MIRADOR
Por Armando FUENTES AGUIRRE
Me habría gustado conocer a doña Tera, originaria y vecina de la Villa de Arteaga, pintoresca población cercana a mi ciudad, Saltillo.
Antera se llamaba, y era mujer muy mujer. Su marido, el policía del lugar, le guardaba sus respetos y no se atrevía a levantarle la voz, pues sabía bien que su consorte se la levantaría más. Lo único que se escuchaba en la casa del gendarme era:
-Sí, Terita. Cómo no, Terita. Lo que tú digas, Terita.
Doña Tera no dependía de su esposo para ganar la vida. Hacía panes y dulces que vendía a los visitantes de la Villa los fines de semana, de modo que ganaba más de lo que su cónyuge percibía como encargado de la seguridad del pueblo. Le decía:
-Y si un día me dejas y te vas con otra vieja ni creas que te voy a llorar. Al contrario: del puro gusto me pondré el vestido amarillo y me sentaré afuera de la casa a comer cacahuates.
Me habría gustado conocer a doña Tera.
Sin saberlo fue precursora de la lucha por la liberación femenina. Seguramente el buen Dios la tiene en su santo reino, aunque quizá con un poco de miedo.
¡Hasta mañana!…
MANGANITAS
Por AFA
“. El equipo de futbol de Querétaro jugará un año a puerta cerrada.”.
Lo celebro por demás.
Tras los sucesos insanos
ahora los queretanos
tendrán un año de paz.



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