Subsecretario Ahumada: podemos mucho más… ¡sí podemos!



Quiero empezar estas líneas señalando que amigos cercanos me han hecho ver que “cateteo” mucho con los temas de relaciones económicas internacionales y comerciales. Puede ser cierto. No tengo problema en admitirlo. Pero, también es cierto que el tiempo pasa y no tenemos nada sustantivo en estas materias. Más aún, no han faltado las oportunidades para dar a conocer que sí se está avanzando o, por lo menos, para dar señales al respecto. La visita de Estado a Argentina, por ejemplo, fue muy pobre en ese frente. Y, recientemente, el subsecretario Ahumada —responsable de los temas— realizó una debilucha presentación de las ideas que tienen a ese respecto en la Cancillería (El Mercurio, Cuerpo B, domingo 17 de abril). Me sorprendió la candidez de la entrevista del subsecretario. Claramente, vemos el mundo, las “fracturas” en la globalización y las urgencias actuales, de manera muy diferente con el subsecretario Ahumada.
Para empezar, concuerdo en que las exportaciones están concentradas en solo unos pocos productos, exportados por —básicamente— un puñado de empresas. Hasta acá estamos de acuerdo. Sin embargo, sorprende que no se refiera a la alta concentración de nuestras exportaciones en países de fuera de la Región, en que China participó con el 38.3% en el 2021. Este mismo año, China y los Estados Unidos concentraron el 55% de nuestras exportaciones. Más aún, los 5 principales importadores concentran prácticamente tres cuartos del total que exportamos en el 2021. Brasil se ubicó en el quinto lugar, pero solo con el 5% de participación.
Sorprende mucho, además, que haya mencionado que “… uno de los ejes de su gestión es la agenda productiva”. Siempre entendí que estos son temas de otros Ministerios y Servicios. Sin duda que hay una vinculación muy estrecha entre las relaciones económicas internacionales, el comercio y los sistemas productivos, pero este no es el FOCO de la Subsecretaría. Yo diría que su “foco” es -más bien- crear las condiciones para, y articular la inserción de nuestro país a la economía global, al comercio internacional, y proponer cómo podemos relacionarnos económicamente con otras naciones. De hecho, el Portal Web de la SUBREI destaca que ese Servicio tiene “… como fin ejecutar y coordinar la política de Gobierno en materia de Relaciones Económicas Internacionales; la defensa de los intereses de Chile en foros multilaterales; y la negociación e implementación de la red de tratados de libre comercio …”.
Así las cosas, al mismo tiempo que respaldo la agilidad mostrada en temas medioambientales y aplaudo la firma del mensaje presidencial para nuestra adhesión al “Acuerdo de Escazú” (forma parte de la “Política exterior turquesa: verde y azul”, del programa presidencial) me quejo por la falta de claridad y de acción (y lo seguiré haciendo) acerca de la política de relaciones económicas internacionales y comerciales, que es también parte de la “política exterior”. A estas alturas, ya deberíamos tener claridad acerca de la forma en que MINREL propone nos integremos al mundo, ya sea vía “globalización” o “desglobalización”; o siendo parte activa del nuevo orden que propone China en el marco de las “Rutas de la Seda”, o lo que se estime oportuno en el plan de gobierno. No olvidemos tampoco que el programa del candidato Boric propuso trabajar por la integración regional. Mi opción preferida, en particular en las actuales circunstancias.
Sin estos elementos a mano, me parece difícil —sino imposible— avocarse seriamente al análisis y revisión de los acuerdos comerciales, sean estos pendientes o ya ratificados. No podemos olvidarnos de que el “orden internacional” no solo está siendo cuestionado y revisado, ya se está modificando. Nos han estado “rayando la cancha” y la Cancillería parece no notarlo. Ya comenté acerca del rayado de cancha que nos hizo el Embajador de China en entrevista con El Mostrador y ahora un diplomático de la Unión Europea —con más diplomacia, por cierto— vuelve a la carga (El Mostrador, 19 de abril; “La Unión Europea y Chile, cada vez más cerca” ). No dilatemos más las propuestas concretas ya que las presiones y urgencias se acumulan. ¿Qué hemos hecho, por ejemplo, en el caso de las relaciones con Rusia? Según el portal web de Minrel —más allá de la condena a la invasión de Ucrania— al momento de escribir esta nota, nuestra embajada estaría operativa en Moscú. No me parece razonable que, en las condiciones actuales, aún estemos haciendo promoción comercial en Rusia. Esos recursos bien podrían estar siendo utilizados en América Latina, para impulsar la integración regional, si es que tuviéramos una propuesta real para ello. Lo mismo puede decirse del enorme despliegue de PROCHILE en China para, básicamente, exportar metales y minerales, y algo de alimentos. Creo que ya tenemos suficiente de declaraciones de buenas intenciones. Es necesario aterrizarlas.
En cuanto al tema de los acuerdos comerciales, el Subsecretario Ahumada destaca que lo primero será buscar “… que los acuerdos estén hoy día en sintonía con los más altos estándares internacionales”. Se entiende el punto general, pero ¿Cuáles son esos estándares? Me disculpo, pero los desconozco. Agrega que ello implica que se “… incluyan temas de género, medio ambiente, respeto al trabajo, etc. y a su vez se resguarde la autonomía regulatoria de los Estados …”. OK, se entiende, pero no es claro cuáles son los “estándares internacionales” relativos a los temas que se propone incluir. ¿Son los nuestros, acaso? Los 31 acuerdos vigentes, tienen una estructura de capítulos y temas acordados muy diferente. Entre los TLC más relevantes, Estados Unidos y Canadá, por ejemplo, ya tienen capítulos que tratan los temas laborales y de medio ambiente. Por su parte, en el acuerdo con la Unión Europea hay diversos capítulos sobre cooperación, y en el de Cooperación en Materia Social, hay Artículos sobre “Género”. A su vez, en el TLC con China se incluyó un “Memorándum de Entendimiento de Cooperación Laboral y de Seguridad Social”. Suma y sigue.
Se ve complicada la revisión de los acuerdos y no son nada claro los estándares que se desea y podría aplicar. No obstante, el Sr. Ahumada sí menciona que se trabajaría en base a la experiencia de la Unión Europea y —en particular— Nueva Zelanda, para identificar “aspectos claves” en los cuales se podría poner énfasis. Mucha suerte. Tengo la firme impresión, sin embargo, de que China —nuestro socio comercial por excelencia— tendría serias dificultades para alcanzar “estándares internacionales” en aspectos tales como propiedad intelectual, derechos laborales, género, medio ambiente y derechos humanos. ¡Ah, me olvidaba! Y posiblemente trabajo infantil. No sé cómo podríamos obviar todo eso, pero —supongo— que podemos pasarlo por alto. Por décadas, todo esto ha sido ignorado por el mundo entero, desde que se decidió “abrirle las puertas a China” al mundo de los negocios en occidente. Y para concluir con este tema, sugiero que la SUBREI le dé una mirada a su portal web y revise la Sección de “Beneficios del Libre Comercio”. La presentación actual puede dar la impresión de que comparten los “récords mundiales” anunciados por la administración de Sebastián Piñera.
Por último, en cuanto a “participación ciudadana”. Es difícil no compartir el objetivo, pero de la entrevista —aparte de generalidades— es difícil concluir cómo operará el proceso de consultas. Más importante, hasta que no tengamos claridad respecto de los principales objetivos, lineamientos y “aterrizaje” de la política de relaciones económicas internacionales y comercio, parece difícil avanzar en esta consulta ciudadana. Aún falta el “marco conceptual”. Sugiero un ejercicio “cuasi” alternativo: iniciar la evaluación de los tratados comerciales priorizando un enfoque regional y centrado en objetivos concretos: la integración económica regional y cooperación en los temas propuesto por el subsecretario. Todo ello con la participación y en consulta con las regiones, sus organizaciones y su población.
Así, sugiero intentar una vez más, avanzar en la integración regional en América del Sur, con un foco en el comercio agroalimentario. Hoy tenemos acuerdos comerciales con todos los países de América del Sur y el comercio de estos productos es prácticamente libre y podemos perfeccionarlo, eliminando barreras técnicas y armonizando normas que faciliten el intercambio, para luego movernos a un “Mercado Común Agroalimentario de Sudamérica”. Este sector es el más dinámico, es la actividad económica de mayor cobertura regional y su comercio es el de mayor porcentaje relativo al interior de América del Sur. 
En esta negociación, junto con perfeccionar técnicamente los TLC(s) para llegar a un Mercado Común Agroalimentario, podremos buscar áreas de interés común con los países de la Región, mejorando y colaborando en aspectos laborales, migratorios, género y participación de las mujeres en esta industria, mitigación de la crisis climática y protección del medioambiente, bienestar animal, cambio tecnológico y otros aspectos similares.
Iniciar este proyecto con el sector agropecuario y alimentario, también permitiría negociar y posiblemente avanzar en otros temas prioritarios de esta administración, como son incorporar las Pymes rurales y a la Agricultura Familiar Campesina a los circuitos comerciales y a las exportaciones. De igual importancia, tendríamos la oportunidad de avanzar en un tema de mucha actualidad hoy en día: las importaciones de alimentos y la “seguridad” y “soberanía” alimentaria. Hagamos todas las consultas pertinentes, pero recordando que para gobernar hay que liderar también.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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