Una cumbre para todas las personas de las Américas



Bibi La Luz González, de nacionalidad guatemalteca y exparticipante de la Iniciativa Jóvenes Líderes de las Américas que impulsa el Departamento de Estado de EE.UU., creó en 2016 una organización sin fines de lucro que promueve la seguridad alimentaria y trabaja en colaboración con familias de bajos y medianos ingresos para contribuir a un sistema alimentario más inclusivo. La Fundación Thomson Reuters la distinguió con el galardón Trust Changemaker, en 2019, a quienes son agentes de cambios.
Juntos queremos generar más historias como la de ella. Son muy pocos de quienes aspiran a ser agentes de cambios y emprendedores en las Américas que pueden hacer realidad sus sueños, debido a que la desigualdad en las instituciones públicas, la corrupción, la inseguridad, la atención de salud deficiente, los efectos del cambio climático y el acceso limitado al financiamiento frustran sus proyectos antes de que puedan tomar impulso.
El presidente Biden recibirá a los líderes del Hemisferio Occidental en Los Angeles, California, entre el 8 y el 10 de junio, para la Novena Cumbre de las Américas, con un objetivo ambicioso pero simple: ayudar al hemisferio entero —incluido Estados Unidos— a materializar su potencial como región, donde la democracia responda a las necesidades de todos y las personas puedan hacer realidad sus aspiraciones, independientemente de dónde vivan.
En los últimos cuarenta años, la democracia y los mercados han generado beneficios extraordinarios para las Américas, pero muchas personas siguen enfrentado desafíos y experiencias trágicas; la madre en duelo porque pandillas en El Salvador acabaron con la vida de su hijo; la familia haitiana que huyó de la pobreza y la falta de ley; el agricultor de Paraguay que perdió su cosecha por la sequía; o los padres de Oklahoma que perdieron a su hijo por el fentanilo ilegal. Podemos y debemos hacer más por todas las personas de las Américas.
Aunque la Cumbre es un encuentro de gobiernos, se centra en la piedra angular de todas nuestras sociedades: nuestra gente. El Covid-19 ha cobrado más de 2,7 millones de vidas en nuestro hemisferio y ha provocado un daño económico masivo, con pérdidas de empleo, merma de los ingresos e índices de pobreza crecientes. La crisis económica exacerbó las desigualdades históricas de la región y, sobre todo, sus efectos afectaron a las comunidades marginadas. La pérdida de puestos laborales ha sido particularmente alta para las mujeres, los trabajadores más jóvenes, las personas con niveles de educación más baja y quienes trabajan en el sector informal. La invasión rusa en Ucrania provocó un alza en los precios de productos esenciales en las Américas, desde fertilizantes y el trigo, hasta el petróleo. Nuestra prosperidad conjunta depende de la recuperación económica y de que avance el crecimiento de las clases medias en Estados Unidos y en todos los países de la región. Seguimos teniendo un vínculo inescindible con los pueblos y las economías de las Américas. Lo que ocurre en la región nos afecta a nosotros aquí en nuestro país.
Son muchas las tareas que tenemos por delante. Durante la Cumbre debemos comprometernos con una recuperación ecológica y equitativa, la resiliencia de nuestros sistemas de salud y la revitalización de las democracias. La pandemia del Covid-19 mostró que existen falencias en nuestros sistemas de salud pública que debemos superar trabajando juntos. Debemos impulsar una gobernabilidad con transparencia y rendición de cuentas, y promover y proteger los derechos humanos, el estado de derecho, la inclusión social y la igualdad de género, racial y étnica. Podemos favorecer la prosperidad inclusiva si construimos una economía digital que sume más personas al empleo formal, por ende, debemos empeñarnos en promover redes de telecomunicaciones interoperables, resilientes, seguras y confiables, y en facilitar un acceso a Internet de banda ancha asequible y universal.
Aprovechar el potencial inmenso que tiene la energía limpia en el hemisferio puede ser un propulsor del desarrollo económico y responder a la crisis climática, y por eso debemos expresar nuestro compromiso de usar tecnologías eficientes y con ahorro energético para alcanzar un nivel de cero emisiones netas; cooperar para que haya más fuentes de energía eólica y solar, bioenergías e hidroelectricidad; y plantear objetivos para llevar las energías renovables a una mayor escala. Además, debemos comprometernos a abordar la deforestación, la conversión de los ecosistemas y la contaminación con plásticos de los océanos.
Muchas naciones del hemisferio ya están experimentando fuertes impactos debido a la crisis climática. Es preciso que nos comprometamos a implementar planes o estrategias de adaptación nacionales, reforzar la resiliencia de los distintos sectores, establecer sistemas de monitoreo y evaluación, intercambiar información y educar a la próxima generación de responsables de políticas.

El progreso en todas estas áreas restablecerá en la ciudadanía la confianza de que la democracia puede dar respuesta a las necesidades de la gente. Debemos enfocarnos en las responsabilidades básicas de gobernar, brindar seguridad, atención en salud, educación, infraestructura y estado de derecho. Para lograr esto, nos proponemos invertir más en nuestra gente a través de la educación; construir instituciones más inclusivas y fortalecerlas; proteger y consolidar el papel crucial que desempeña la sociedad civil independiente; y respetar la dignidad humana que corresponde a cada persona.
El futuro de nuestro hemisferio sigue siendo auspicioso. La Administración Biden-Harris usará las oportunidades que ofrece la Novena Cumbre de las Américas para contribuir a que todas las personas de las Américas se vean beneficiadas.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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