Erich y Francisco: unidos por el aire



“Cómo quisiera poder vivir sin aire”. La canción del grupo Maná se me quedó pegada después de estar investigando sobre una enfermedad muy común entre las personas mayores: la obstrucción pulmonar crónica o enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), que dificulta la respiración y empeora con el tiempo.
No por nada, la EPOC es la cuarta causa de muerte entre este grupo etario.
Francisco, a sus XX años, vive en La Asunción, residencia para adultos mayores que tiene el Hogar de Cristo en Villa Alemana. Lleva mucho tiempo en este lugar, es querido, respetado y cuidado con esmero.
Como muchos adultos mayores, que en sus años mozos, fueron fumadores activos, lo que repercute en su estado actual, necesita oxígeno. Necesita aire. Padece EPOC, lo mismo que otros dos residentes de La Asunción que alberga en total a 56 personas, 19 de las cuales son mujeres.
No todas las personas con obstrucción pulmonar requieren oxígeno con la misma intensidad, pero todas a la larga terminan amarradas a un tubo metálico e inmovilizante, como señala el kinesiólogo Javier Binimel, quien lleva años atendiendo a los adultos de La Asunción.
Desde esa experiencia, comenta:
“La oxigenodependencia ha ido aumentando en el último tiempo, no sólo por la pandemia, sino por el envejecimiento de generaciones completas de fumadores. El consumo de tabaco tiene alta incidencia en la EPOC, patología que requiere de oxígeno auxiliar para continuar con vida. Muchos terminan con dependencia total y eso es bien costoso, porque, si bien está cubierto por el GES (Garantías Explícitas de Salud), no se es para todos los usuarios; se exigen muchas condiciones”.
Karla González, la jefa de la residencia La Asunción, estaba angustiadísima, porque las gestiones para conseguir en el sistema público el oxígeno para quienes lo necesitan están siendo muy lentas. Llevaban como 8 meses pidiendo un concentrador de oxígeno, que es una máquina liviana que, enchufada a la electricidad, suministra oxigenoterapias de bajo flujo a pacientes con insuficiencia respiratoria.
Este tratamiento administra oxígeno en concentraciones mayores que las que se encuentran en el aire del ambiente para tratar o prevenir los síntomas de la hipoxia.  Los concentradores de oxígeno funcionan aspirando el aire de la habitación para filtrar el nitrógeno, haciendo que el aire que respiramos a través de estos aparatos médicos contenga un porcentaje mayor al 21% de oxígeno que normalmente encontramos en el ambiente.
Livianos, permiten una movilidad que los tanques de oxígeno, no. Como dice el kinesiólogo Binimel: “Los concentradores son una ganancia enorme en calidad de vida para los pacientes oxígeno-dependientes crónicos. Son livianos, tienen ruedas, permiten mover a las personas y que no se queden recluidos en su habitación, dependiendo del tanque de oxígeno. Basta que haya un enchufe, para poder sacarlos al jardín, llevarlos al comedor, hacer que compartan con los demás residentes. En suma: impedir que se recluyan y caigan en la inmovilidad y el aislamiento”
Son, ciertamente, caros y no muy conocidos. “Uno puede acceder a ellos a través de un trámite en la sala ERA ((Enfermedad Respiratoria de Adultos), del Centro Familiar de Salud (CESFAM), en el marco de las enfermedades GES, para los pacientes crónicos, pero es toda una burocracia. Y acá la falta de oxígeno no espera”.

Erich Hofmann, quien murió el 14 de febrero pasado a los 88 años, usó estas máquinas durante su último lustro de vida. Por 30 años, fumó “dos cajetillas diarias de Lucky sin filtro, aunque nunca en casa. Sólo en la oficina”, como solía precisar. Sus hijos menores no recuerdan haberlo visto fumando con esa intensidad nunca, pero esa etapa dejó un daño irreparable en sus pulmones. Eso, sumado a una tuberculosis que lo afectó de niño, le generó un enfisema que lo hacía sobrevivir ahogado. “Como quisiera poder vivir sin aire”.
Vivía sin aire, inspirando gracias a dos máquinas de concentración de oxígeno. Era afortunado. Tenía una en el dormitorio y otra en el living donde pasaba el día contemplando el volcán Osorno, más allá del lado Llanquihue, su lugar de nacimiento.
Devoto del padre Alberto Hurtado, al que conoció siendo alumno del Colegio Francisco Javier de Puerto Montt, en la isla Chinquihue, durante un retiro con el jesuita, obligaba a todos los que se sentaban a su mesa a reflexionar en torno a sus frases antes del almuerzo. Hasta el final de sus días, “el Pan de la Palabra” era sagrado en su casa.

Hoy, obedeciendo a su deseo, las dos máquinas que le dieron sobrevida, están insuflando oxígeno a otros fumadores o víctimas añosas de la tuberculosis como él, en las residencia para adultos mayores del Hogar de Cristo, en Talca y en Villa Alemana.  En esta última, La Asunción, dicen:
–Esta donación es para nosotros y para nuestros adultos oxígeno-dependientes un regalo del cielo –afirma Karla González, quien inmediatamente sabe quién será usuario del aparato que les llegó recién. –Esta máquina será una bendición para don Francisco. El gasto en oxígeno se ha incrementado muchísimo, como todo en nuestros programas residenciales a causa de la inflación, como la calefacción, la alimentación, todo. Nosotros tenemos tubos grandes de oxígeno de tres metros cúbicos de capacidad. Y llenarlos semanalmente cuando ha habido momentos críticos cuesta 240 mil pesos. ¡A la semana! ¡Imagínate! Este aparato sólo requiere mantención del filtro.
Javier Binimel, el kinesiólogo, agrega: “Un tubo de oxígeno puede durar 28 horas en un paciente crónico, lo que complejiza mucho todo. ¿Qué pasa si se acaba el oxígeno del tubo en un fin de semana largo como el pasado? ¿Cómo logras que te lo vengan a llenar a tiempo? Es angustioso cuando un adulto mayor no está saturando oxígeno; ahí hay que recurrir al servicio de urgencia. Superar las descompensaciones es muy complejo”.
Comenta además las dificultades de almacenamiento de los tubos y lo que ya señaló: la inmovilidad a la que condena al paciente. “Ciertamente la red pública no da abasto. El Covid-19 demostró la salvaje necesidad de suministro de oxígeno que existe en las unidades de emergencia. El oxígeno es como una necesidad país y por eso cuesta tanto conseguir la ayuda a la que los adultos mayores tienen derecho”.
Doris García, trabajadora social, jefa de la línea adulto mayor del Hogar de Cristo que lleva más de dos décadas tratando con los ancianos más pobres y vulnerables de Chile, sostiene que en todas las residencias de la fundación se vive el mismo problema. “Trabajamos con patologías irreversibles, como las EPOC. Y sería maravilloso poder contar en cada residencia con un par de máquinas concentradoras de oxígeno, pero tienen un alto costo. Y nosotros no podemos tener servicios médicos sofisticados ni podemos solventar máquinas caras y complejas, porque no somos una clínica. Acá uno se mueve en esa delgada línea roja de lo que es sobrevida y lo que es ensañamiento terapéutico. Las sondas nasogástricas, por ejemplo, no pueden ser un tratamiento permanente. Los concentradores de oxígeno sí, porque dan sobrevida de calidad a los residentes. Por eso hoy todo pasa por el tema de los costos, que se nos han disparado, por eso donaciones como ésta, de los concentradores, son tan valorables y se agradecen tanto”.
Empatizar es ponerse en el lugar de otro e imaginarse situaciones de necesidad concretas. Hace unas semanas, Hogar de Cristo contó que era uno de los principales consumidores de pañales desechables para adultos y que con la inflación ese ítem estaba generando un déficit de 30 millones de pesos. Esa noticia llegó a oídos de un señor de Osorno que estaba por celebrar su cumpleaños. Como tenía una fiesta con muchos invitados, les indicó que no le llevaran regalos, sino bolsas de pañales para adultos, las que luego llevó a la Residencia de Adultos Mayores del Hogar de Cristo en la ciudad.
Eso es empatía, más, aún en el caso de Erich. Él vivenció durante cinco años, de día y de noche, lo que es vivir sin aire y poder sobrevivir gracias a esos dos pulmones de plástico azul, uno de los cuales hoy le permiten respirar a Francisco en La Asunción de Villa Alemana.
Si quieres ayudar a los adultos mayores en abandono, hazte socio.



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