Gorbachov ha muerto – El Mostrador



Mijail Gorbachov ha muerto casi clandestino en su propia Elba.
A mediados de los 80 no se podía ser indiferente a su figura. No era posible hablar sin referirse en buen o mal modo a la Glasnost y a la Perestroika. Ahora suenan como palabras en castellano antiguo.
Pero si Gorbachov fue el último moderno o el último comunista o el último guerrero de la Guerra Fría, aquello a lo que puso fin quizá revele un nuevo signo, precisamente contrastado con esa figura.
Gorbachov reconoció la crisis terminal del experimento leninista y buscó una alternativa. Tardío, es cierto. Pero quién puede precisar cuándo entonces ese reconocimiento habría sido oportuno: ¿1921?¿1929?¿1952?
Gorbachov como buen moderno creyó que su rol de dirigente político era hacer frente a las dificultades, con el bagaje, formación y ubicación que tenía. Al ponerse en acción, inventó una forma nueva de ser comunista. Único militante de su corriente. Pero como un Papa disidente, logró remecer su Iglesia.
No hablemos del fracaso de su obra. Abrió horizontes para todos. La caída de la URSS nos ayudó a salir de una dicotomía intelectual asfixiante, nos ayudó a reconocer plenamente la crisis planetaria, a pasar del temor al invierno nuclear, a la preocupación por el calentamiento global.
Ese señor con un hemangioma en la frente y su parecido lunar asombroso, nos metió en este presente, que de a poco reconocemos. Pasamos a un régimen climático ya no político, sino atmosférico-oceánico.
Terminar la Guerra Fría, ese régimen climático militar de abundancia de petróleo y consumo como claves victoriosas de la segunda guerra mundial, ya era urgente en 1973 cuando los supuestos de la opulencia se revelaron escasos.

Gorbachov asumió que ya no era viable la Guerra Fría sino también el comunismo de esa guerra.
Hoy mientras buscamos salir de la crisis con más desarrollo, más consumo, energías renovables y más plásticos, gestos como el suyo nos ayudan a aceptar que ante el fracaso de un cierto modo civilizatorio, no podemos vacilar en desanudar lo atado y abrir puertas y ventanas, aunque sea a lo incierto.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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