La inteligencia artificial y el metaverso o la cuarta revolución industrial



La Inteligencia Artificial, aquella que imita la inteligencia humana para crear sofisticados sistemas que optimizan la industria, la ciencia y hasta crea mundos virtuales, marca un antes y un después en el mundo como lo habíamos percibido. El metaverso nos parece de ciencia ficción, pero pronto será de uso cotidiano. Zuckerberg, creador de Facebook, dio marcha al proyecto “Horizon Worlds”, un mundo virtual donde todo es posible. En sus propias palabras, indicó: “Sentirse verdaderamente presente con otra persona es el último sueño de la tecnología social”.
Estos puntos fueron tratados en Chile en el Primer Congreso Internacional de Inteligencia Artificial: “Neuroderechos, plataformas digitales y metaverso”, instancia que permitió resolver consultas cruciales sobre el futuro de la relación entre la tecnología y el ser humano. Donde se habló de regulación y derechos, porque –como se remarcó– la “caja negra” está, por ejemplo, en los algoritmos que nos dicen qué comprar o en los contenidos que no son certificados en su veracidad, dando lugar a la erosión de la democracia o la manipulación.
Estos sueños tecnológicos traerán grandes beneficios al ser humano: la ciencia y la industria alcanzarán hitos que cambiarán nuestra calidad de vida, dejando al mundo analógico en el pasado. Basta imaginar cómo la medicina atacará enfermedades o cómo se podría atacar al crimen organizado.
Sin embargo, los desafíos son enormes: cómo creamos normas para regular los contenidos, servir a la democracia, frenar las consecuencias de una conciencia simulada. Basta recordar que la tecnología nuclear también se utilizó para tirar la bomba atómica a Hiroshima y Nagasaki.
Nuestro cableado neuronal está cambiando; lo esencial es dominar nuestra conciencia sin ser dirigidos. Chile ya dio un gran paso, al convertirse en el primer país a nivel mundial que hizo la ley de neuroderechos.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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