Unidos logramos un mayor impacto



Algo notoriamente diferente ocurre cuando hacemos las cosas de manera colectiva, y los resultados son mucho más potentes que sólo sumar acciones individuales sin conexión entre sí. El ejemplo más concreto y actual es lo que se está viviendo por estos días en Egipto con la realización de la COP 27, donde líderes gubernamentales y civiles provenientes de distintas partes del mundo trabajan unidos para alinear criterios y estándares y así detener los efectos negativos del cambio climático con un plan que permita la adaptación para un futuro resiliente y ojalá con cero emisiones netas. 
A nivel local, también tenemos una base de chilenos talentosos y con ansias de contribuir a un país mejor. Pero al igual que lo que ocurre con la COP 27, las buenas intenciones por separado tienen menos poder que un ejercicio comunitario, y para retener ese capital y ese talento se necesita implementar una estrategia conjunta que incluya a la academia, la sociedad civil, la empresa y el Estado. 
También es fundamental comprender que una meta de este tipo no se concreta en un par de años, y debe ser capaz de superar a los gobiernos de turno y las políticas de corto plazo. Hay que verla más bien como una visión transversal y que sirva para unir a la sociedad en torno a principios que nos beneficien a todos. 
Una vez alguien me enseñó que para convocar a las personas, la actitud con que éstas acudan dependerá directamente de cómo se haga la invitación. Si alguien nos invita a una fiesta, lo más probable es que lleguemos dispuestos a pasarlo bien y a disfrutar con otros; si nos llaman a debatir, vamos mentalizados en defendernos y preparamos los argumentos de antemano. Visto así, quizás el mayor problema que tenemos como sociedad es que se nos enseñó a valorar la competencia y el individualismo como pilares de nuestra economía, y así fue como dejamos de lado principios altruistas de cooperación, conectar con los demás y participar en causas comunes. 
Pero nada está escrito en piedra, y confío en que la transformación que estamos viviendo en distintos ámbitos puede ayudarnos. Cuántas cosas buenas pueden ocurrir si todos ponemos de nuestra parte para crear un país basado en la colaboración, la creatividad y la empatía como bases de esta nueva sociedad. Y es que para trabajar los grandes temas país, como lo son la salud, la educación, la vivienda, la tercera y cuarta edad, entre tantos otros, necesitamos estrategias de largo plazo, con un plan realizado en colaboración todos juntos, pues es la única manera para que nuestro país se destaque en el mundo, ya que contamos con las
herramientas, el capital humano, con sus múltiples talentos, y el territorio para lograrlo. 
En Chile tenemos la base para alcanzar metas globales y colectivas: contamos con habilidades en los territorios, minerales, hidrógeno verde, desarrollo tecnológico, artistas y cultura. Además somos un buen país para probar prototipos, porque aunque somos relativamente pequeños, contamos con la presencia de grandes multinacionales que pueden competir en cualquier parte del mundo. Donde debemos trabajar ahora es en reforzar esa visión de comunidad que apunte al fomento, desarrollo y retención de talentos en el país, y realmente comprendamos la importancia de cuidarlos y hacerlos crecer. Sólo cuando avancemos unidos podremos enfrentar de mejor manera los desafíos actuales.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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