Los peligros de las guerras de las drogas



La guerra de las drogas es la culminación de lo que la criminología crítica de los Estados Unidos ha llamado “gobernar por medio del delito”, política de control social que surge después de los treinta años gloriosos o dorados de crecimiento económico constante y pleno empleo en la post guerra que va desde 1945 a 1975, lo cual entra en crisis con los precios del petróleo de 1973, que pasaron 3 a 12 US$ dólar, hoy está en US$ 90 el barril, asimismo, se da fin a la convertibilidad en oro de esa moneda, frente a cual en cada país se aplican las medidas económicas, sociales, culturales y políticas que conocemos como el neoliberalismo, en un contexto planetario de libre inversión que se afirma como una etapa superior del capitalismo la cual se denomina la globalización, proceso en el cual Chile fue todo un ejemplo a mostrar a partir del golpe militar de 1973. En lo concreto, ya no habían recursos para satisfacer las demandas sociales –el new deal– y las demandas de la población son controladas mediante la criminalización de sus conductas de sobrevivencia y protesta, así en los Estados Unidos de América en 1977 la tasa de encarcelamiento que era solo de 200 personas por cada 100.000 habitantes, en 1995 llegan a 650 personas por cada 100.000.
Como parte de ese proceso de globalización del neoliberalismo, se inicia la globalización  del consumo, la provisión y consumo de drogas, con una clara distribución de las funciones económicas a nivel mundial, mientras los países pobres producen las materias primas, que son productos agrícolas, los países desarrollados se encargan de la distribución internacional, del contrabando de drogas –independientemente de que sus agentes sean oriundos del tercer mundo- y, sobre todo, de la distribución mayorista y minoristas en los países desarrollados, donde se genera el mayor valor agregado, así en el caso de la cocaína en la década de los años 90 los campesinos cocaleros y acopiadores locales se quedaban con menos del 1%, los contrabandistas internacionales con el 13%, los distribuidores locales con el 27% y los microtraficantes de las redes urbanas de expendio con el 57%. Este alto poder redistribuidor del ingreso por el narcotráfico no es un dato menor a la hora de diseñar y aplicar políticas de control de drogas.
El mayor mercado de drogas ilícitas es el de la marihuana, nativa de Asia central, se expandió por todo el planeta desde la creación del moderno sistema mundial con el descubrimiento de América a partir del siglo XVI, por la necesidad de renovación constante de los cordajes en los barcos los que se hacen con fibra de cannabis, hoy es la droga más consumida con más de un 90% de participación en el mercado de esas sustancias ilícitas.
El segundo mercado más importante es el del opio y sus derivados la morfina y la heroína, originario del mediterráneo, clave de la medicina antigua y medieval, hoy principalmente producida en los países asiáticos donde fue impuesta militarmente por el Imperio Británico –primera guerra de las drogas- a mediados del siglo XIX, también se han desarrollados algunos cultivos en América Latina, es la droga más esperpéntica del imaginario de su victimización.
El tercer mercado es el de la coca y la cocaína producida tradicionalmente en las culturas andinas desde el Caribe hasta las regiones sur andinas. Chile no produce pero fue el primer país que controló técnicamente la transformación de la coca en cocaína y su exportación a los mercados internacionales hasta el golpe militar en 1973, período de gran expansión de su demanda por ser el consumo connatural al “aguante” en el desarrollo de la cultura del neoliberalismo. En este período los chilenos son sustituidos por los colombianos en el control del mercado internacional de la cocaína.
Colombia es un caso proverbial del uso político del control de drogas. Desde la primera mitad del siglo XX la no resolución del problema agrario –la redistribución de la tierra- desencadenó una creciente violencia  en el campo que estalla en 1948 con el “bogotazo” a causa del asesinato del líder liberal populista Jorge Eliecer Gaitán, estallido social a partir del cual se instaura una situación de recrudecimiento de violencia rural permanente conocido como “la violencia”, durante el cual se desarrollan cinco guerrillas: la Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) aliado del Partido Comunista, el Ejército de Liberación Nacional (ELN), de orientación guevarista y fuertemente influenciado por sectores católicos radicalizados, el Ejército Popular de Liberación (EPL), de orientación maoísta, y el Movimiento 19 de abril (M-19) guerrilla urbana de orientación populista.
En esa época son colombianos los que asumen el tráfico internacional de cocaína desde Bolivia y Perú hacia norte américa y Europa, además subordinan la expansión de los cultivos de coca en su país. Colombia había hecho sus primeros aprendizajes del tráfico ilícito internacional con la marihuana en esos mercados con productos de alta calidad –la Santa Marta Golden. Los carteles se habían ido formado en el contrabando de ingreso de electrodomésticos, las drogas aparecen como un suplemento de contrabando de exportación. Todo iba muy bien hasta que en 1984 con el asesinado del Ministro Justicia Rodrigo Lara Bonilla la convivencia entre el narcotráfico cartelizado y el Estado –gobierno, parlamento y poder judicial- termina y se inicia la guerra contra los carteles de la droga, en particular contra el cartel de Medellín liderado por Pablo Escobar, entonces, la guerra de las drogas, se agrega a la guerra contra la subversión. Un cartel debe ser entendido como una instancia de resolución de conflicto para evitar los conflictos y guerras entre las diversas bandas o clanes. Ante esto la ayuda económica, técnica y militar de los Estados Unidos de América al Gobierno de Colombia en contra del narcotráfico se va empleando cada vez más en la lucha contra la sub versión, ya que esta asume su rol en el narcotráfico otorgando protección a los cultivadores y acopiadores con un “impuesto” llamado “vacuna”, así como subordinando sus clientelas rurales. Al mismo tiempo los otros carteles van organizando en convivencia con las fuerzas armadas el paramilitarismo en contra de las fuerzas subversivas, en particular contra la población que con ellas deben convivir. En estos casos los atentados contra los derechos humanos adquieren un carácter sistemático y terrible. En  1990 el M-19 se desmoviliza para convertirse en el Movimiento Alianza Democrática. En 2016, luego de largos años de negociación en la Habana el Gobierno de Colombia y las FARC firman la paz, convirtiéndose esta en partido político. En la actualidad el Presidente Gustavo Petro, ex M-19, ha anunciado un cambio radical de la política de drogas.
México fue uno de los primeros países de América Latina en resolver el problema agrario con la Revolución Mexicana entre 1910 y 1920, la cual instauro al PRI (Partido Revolucionario Institucional) que ha gobernado el país desde 1930 a 2000, partiendo como partido de centro izquierda heredero de la revolución Mexicana para terminar como partido neoliberal de centro derecha.  El principal rol de México ha sido ser país de tránsito de migrantes y de drogas hacia Estados Unidos de América, también ha jugado un rol importante en la producción de marihuana y amapola para la producción de morfina con destino al mercado estadounidense y canadiense, asimismo siempre ha sido un importante país de tránsito de la cocaína a esos mercados. La cartelización de estas actividades y otras ilícitas como tráfico de personas y prostitución, robo de gasolina, secuestros, asaltos, etc. se produjo en una histórica y creciente convivencia con el PRI, época caracterizada por una relativa paz interna. En el año 2000 Vicente Fox, del Partido Acción Nacional (PAN) de derecha, rompe la hegemonía del PRI por 70 años, pero en nada cambia convivencia con el crimen organizado, luego es sucedido en 2006 por Felipe Calderón, también del PAN, que inicia una violenta guerra contra los carteles de las droga, la cual continua con el último gobierno del PRI encabezado por el Presidente Enrique Peña Nieto, el actual Presidente Manuel López Obrador del Movimiento Regeneración Nacional (MORENA), heredero del PRI de izquierda, ha tratado de contemporizar con los carteles disminuyendo en algo la violencia, hasta ahora esta guerra contra el narcotráfico le ha costado a los mexicanos unos 100.000 muertos. La alta mortalidad se debe principalmente a los conflictos resueltos de manera sangrienta entre los diversos carteles, tales como los de Sinaloa, del Golfo, de Tijuana y Juárez, entre otros, conflictos que antes arbitraba el PRI. 

Tradicionalmente, el mayor productor mundial de amapola y opio es Afganistán, en 1989 las fuerzas soviéticas abandonaron el país y el régimen de izquierda se derrumbó, los muyahidines que habían hecho la resistencia militar a los soviéticos se toman el poder, con diversas luchas de facciones entre ellos, en 1996 el movimiento talibán tomó el poder de Kabul e instauró el Emirato Islámico de Afganistán con un Gobierno basado en la religión musulmana más estricta, 2001 una coalición comandada por Estados Unidos y conformada por la OTAN invadió el país derrocando a su gobernante Mohammad Omar e instaurando un nuevo régimen. Pues bien, durante el régimen talibán los cultivos de amapola y la producción de opio fue reducido a la nada por razones religiosas, pero después de su derrota los cultivos volvieron a la normalidad durante la ocupación internacional y Afganistán volvió a ser el primer productor de opio del mundo. No obstante, la entrega reciente por parte de la OTAN del poder a los talibanes, en abril del año 2021 cuando sus tropas abandonan el país, no hace suponer una nueva destrucción de los cultivos de amapola, ya que los talibanes ahora están más preocupados de controlar a las mujeres y a sus poblaciones “occidentalizadas”. 

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