Víctimas narran accidente en la Línea 3 del Metro



Este sábado 7 de enero, María del Consuelo Velázquez, de 61 años, tendría una jornada más, comenzando con casi dos horas de trayecto hacia un hotel de la colonia Roma, en el que trabaja como camarera desde hace una década. Abordó el tren estacionado en el andén de la estación Indios Verdes, la terminal de la Línea 3 del Metro, pero a los pocos instantes llegó otro convoy en el carril contiguo y pensó que aquel saldría primero. Salió corriendo para cambiar de tren. Subió en el tercer vagón, en el área de mujeres. 
Le llamó la atención que la cabina del conductor no llegó hasta el extremo del andén y aun así había abierto las puertas para abordarlo, pero no le tomó importancia. Apenas a unos segundos de arrancar, María del Consuelo notó algo extraño. “Se oyó que no arrancó bien, que bailó. Se oyó un tronido, como cuando un carro se descompone”. El tren avanzó y volvió a frenar. “La tercera vez arrancó duro y luego vino el golpe. El golpe fue tan fuerte, pero tan fuerte que nos coleó. Como si nos hubieran agarrado de los pies y nos sacudieran. Yo pegué en el tubo, otra señora cayó del asiento hacia el piso”.
Las luces se apagaron y el vagón quedó ladeado. Enseguida vinieron los gritos, el llanto de casi una treintena de mujeres, más aún cuando vieron a lo lejos una humareda, como el rastro que deja una explosión. Pensaron que sería un incendio y que las llamas las alcanzarían, por eso se arremolinaron en un extremo del vagón y gritaron con todas sus fuerzas pidiendo auxilio. María del Consuelo se escondió debajo de los asientos para protegerse del fuego que, pensó, estaría pronto en su vagón. Estaba temblando y con las manos heladas. 

Entre gritos de auxilio y desesperación, una joven intentó calmar a las demás: “Contrólense o esto puede traer más pánico”. Algunas atendieron la instrucción, pero otras no pudieron, como la mujer que intentó salir del vagón por la ventana. “¡No! No hagas eso. Todavía hay corriente”, le dijo mientras la jalaba y le ordenaba que se sentara. Otra más ayudó a María del Consuelo a levantarse. “Tranquilícese, señora. Si dice que es hipertensa y diabética, se le puede estar subiendo la presión o el azúcar. Trate de respirar profundo”. 
Unas comenzaron a llamar por teléfono a sus familiares para avisar del accidente y a mandar mensajes. 
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Yanelly recibió la llamada telefónica de su madre, María del Consuelo, pasadas las 9:30 de la mañana. “Hubo un accidente. El Metro chocó y estoy dentro del túnel, apenas íbamos a Potrero. Hay mucha gente herida. Por favor búsquenme, me siento mal, me duele mucho la cabeza”, le dijo. 
Olivia Reyna le escribió a su amiga Aída en un chat: “Me accidenté. Chocó el Metro, llevé un golpe del lado derecho. Estuvo horrible, pensé que me moría”. 
“El Metro chocó. Estamos en el túnel entre Potrero y La Raza. Hay más personas aquí”. Eso fue lo único que Daniela alcanzó a decir a su madre, Leticia, antes de colgar. No podía ni hablar por el llanto. 
Mientras los familiares recibían esa noticia que cambia la vida en unos segundos, las víctimas continuaban atrapadas. 
La joven que había intentado mantener la calma en el vagón de María del Consuelo les pidió que rezaran para lograr que una fuerza suprema las rescatara. Así lo hicieron. “Entre todas empezamos a rezar y a pedirle a Dios que nos sacara de este problema”, relata María del Consuelo. 
Minutos después, llegó personal del Metro para decirles que ya podían salir del vagón. “Váyanse aquí derechito”, les dijeron sin esperar a que todas salieran y sin acompañarlas. Se ayudaron entre ellas a bajar. 
María del Consuelo también tenía miedo de que el vagón, que estaba ladeado, les pudiera caer encima mientras caminaban por las vías, pero igual seguía caminando. Quienes llevaban celular encendieron las lámparas para alumbrar el camino que las regresaría a la estación Potrero. Iban una detrás de la otra. En cuanto salieron del túnel, ya en la parte abierta de la línea, se encontraron con más personal del Metro y algunos curiosos y medios de comunicación tomando fotografías y videos desde uno de los puentes peatonales. 
—Apúrense, que no queremos que les tomen fotos —dijo un servidor público. 
—No, no nos digas que nos apuremos cuando aquí vienen lesionadas —le replicó una mujer.
Una vez en el andén, les indicaron que los heridos se recostaran en el pasillo. “Había algunos golpeados de la cintura, la columna, se quejaban de muchas cosas. Yo sí estaba mal, pero no de gravedad como ellos. A mí solo me urgía que me revisaran el azúcar porque me dolía mucho la cabeza porque soy hipertensa, diabética. También quería un baño para poder vomitar. Efectivamente, me sentía mal porque tenía la presión alta y el azúcar en 170”, relata María del Consuelo. 
A los pocos minutos, un policía le dijo que se saliera del andén porque ya no los iban a atender ahí. “Le dije que no: ‘De aquí no me muevo porque aquí fue el accidente y hasta que no venga una ambulancia y mi familia no me muevo’”. Finalmente, a ella y a otros más los llevaron hacia afuera de la estación, a la entrada del Metro, y le dijeron que se podía ir si quería. “Con el arguende de no sé quién iba a llegar, ya no nos hicieron caso. Ahí estuvimos esperando, vi cuando llegaron los policías, los militares, armando todo para recibir no sé  a quién”.
Se trataba de la visita de la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, que ofreció un mensaje a medios en el lugar del accidente. Su equipo, efectivamente, estaba preparando el estrado y coordinando su llegada. También había elementos de la Guardia Nacional, médicos de la Marina, militares del Plan DNIII, policías de Investigación, rescatistas y bomberos.  

Yanelly, hija de María del Consuelo, finalmente la encontró gracias a la ayuda de una funcionaria del Metro. Para entonces, María del Consuelo ya no podía moverse y seguía con un intenso dolor de cabeza. Por eso es que su hija insistió con todo el personal posible que atendieran a su madre. “Yo no lo me la iba a llevar así, porque mi preocupación también era que tiene una lesión en la columna de hace años. Con el jalón del Metro podría resultar algo después”. 
Finalmente, lograron que la valoraran y una ambulancia la llevó al hospital San Ángel Inn hacia la 1:00 de la tarde, cuatro horas después del accidente. 
A las 9:30 de la noche, cuando María del Consuelo concedió esta entrevista, ya estaba en su casa, después de ser dada de alta, pero aún con un intenso dolor de cabeza, con la prescripción de medicamentos, una radiografía del cráneo y la indicación de ir con su médico familiar del IMSS para monitoreo y el trámite de incapacidad para presentar en su trabajo. 
Antes de colgar la llamada, María del Consuelo no ocultó su indignación por esta tragedia y señaló a responsables: al conductor del convoy, pero también a las autoridades. “Esto va a seguir pasando hasta que el gobierno no entienda que debe dar mantenimiento (al Metro), pero López Obrador solo se tapa los oídos y Sheinbaum igual. La verdad, es en vano hablar porque es como si hablaras con la pared porque nadie hace caso. Cuando ven que ya pasó la tragedia, quieren tapar el pozo, ya cuando el niño está ahogado”. 
Pese a todo, hoy María del Consuelo se siente aliviada de “contarlo”, porque “todos salimos a trabajar y no sabemos si vamos a regresar”.  
Lee: Sheinbaum estaba en Michoacán para hablar de “sus logros” cuando ocurrió el choque en el Metro
***
Daniela Salmerón, de 28 años, tiene el cabello negro y largo, es de tez morena. Este sábado decidió vestir de amarillo y, como todos los días, llegó a las 9:00 de la mañana a Indios Verdes para ir a su trabajo. Es vendedora en la Plaza de la Computación, en Eje Central, en el centro de la Ciudad de México. 
El tren que tomó venía deteniéndose antes de llegar al andén de Indios Verdes, pero después de tantos desperfectos cotidianos en el Metro, no le dio mayor importancia, solo quería llegar puntual a su trabajo. Se sentó en uno de los espacios para dos personas.
No notó nada fuera de lo usual al llegar a la primera estación, Deportivo 18 de Marzo; tampoco en Potrero, pero en el camino hacia la siguiente parada, La Raza, le tomó por sorpresa un golpe intenso. El tren chocó. El golpe en seco la empujó hacia adelante y terminó prácticamente encima de la  mujer que iba sentada frente a ella. 
“Alcancé a agarrarme de los tubos y, cuando se acabó el golpe, caí hacia atrás al asiento otra vez. La mujer que estaba al lado de mí fue a botar hasta la puerta. Después ya no supe más porque se vio todo oscuro, con humo y toda la gente empezó a gritar”, relató Daniela con la voz entrecortada. 
Varias sacaron sus teléfonos para alumbrarse dentro del vagón, que para entonces ya no tenía las lámparas funcionando. Daniela entró en pánico. “Solo pensé en mis tres hijos. En ese momento solo pensé en ellos. Temí por mi vida, pero solo me paré, y me fui hacia la parte de atrás del vagón”. En ese momento, aún con señal en el celular, llamó a Leticia, su madre, para avisarle del accidente.
Ella y el resto de pasajeras de ese vagón no tuvieron heridas, solo miedo y algunos golpes. También fue trasladada al hospital San Ángel Inn, y después de una radiografía para descartar fractura, fue dada de alta con la instrucción de acudir después al IMSS, en caso de requerir atención posterior. 

***
Arizmeldi García, de 28 años, primero escuchó que los fierros de las vías crujieron y después sintió el impacto del choque, relató su madre, Judith Medina, mientras esperaba noticias de ella afuera del hospital San Ángel Inn, en avenida Chapultepec 
Tras el choque, Arizmeldi creyó que no necesitaba atención médica. Solo quería llegar a su casa en Ecatepec, después de salir de su turno en la empresa de seguridad en la que trabaja. Este sábado, la empleada que debía relevarla llegó tarde, por eso es que su hora de salida también se retrasó. 
Judith, su madre, nunca tiene la costumbre de ver televisión por la mañana, pero este sábado, no supo por qué, sí la encendió. Lo primero que apareció fue la noticia, que a esa hora de la mañana era cubierta por todos los medios de la ciudad. 
Pensó inmediatamente en su hija, quien algunas veces ocupaba el Metro, pero tuvo la esperanza de que este día hubiera optado por el Mexibús. Sin embargo, a los pocos minutos recibió la llamada de Arizmeldi para avisarle que sí había estado en los vagones siniestrados, pero que ya estaba en Indios Verdes. Le contó que en el lugar del accidente solo había cuatro ambulancias pero “había gente peor que yo, mamá”, por eso es que, tal vez por la adrenalina, decidió que mejor podría ir por su cuenta al IMSS, relató Judith. 
Sin embargo, después de unos minutos, la joven ya no pudo moverse y llamó a su madre para que fuera a encontrarla. “Trae mi carnet del Seguro”, le dijo. Judith pidió a un vecino que la acompañara por ella. Cuando finalmente la encontraron, no se podía mover. Entre los dos la subieron al auto y Judith decidió llevarla nuevamente al lugar del accidente, en el Metro Potrero, para que recibiera atención médica y no al IMSS. 
“Esto no es de Seguro, porque trae consecuencias a la larga y esto fue una falla de ellos, no fue culpa tuya, y que paguen lo que tengan que pagar”, le dijo Judith para convencerla. 
Aunque al principio no querían recibirla, finalmente los paramédicos la atendieron, pero tuvieron que pasar varios minutos de maniobras para meter una camilla al auto y sacarla en ella para no lastimarla más. No podía salir por su propio pie. 
Ocho horas después del accidente, Arizmeldi fue dada de alta del hospital, tras descartarse también alguna fractura. Salió por su propio pie, a paso lento y rodeada de personal del gobierno de la ciudad y otras mujeres sin uniforme y sin identificarse, que impedían que ella o sus familiares hablaran con reporteros. 
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