Cuando las vocaciones importan: por un sistema de acceso equitativo para la Educación Superior



Todos los años, durante los meses de diciembre y enero la educación superior se toma la agenda gracias al proceso de admisión a las universidades, donde la PAES pareciera ser el único medio existente para acceder a la educación superior, generando problemas de los cuales la política pública y las instituciones educativas no se han hecho responsables.
Las pruebas de selección -más allá de sus mejorías- discriminan por capital social del postulante, reproduciendo la estructura de privilegios y limitando la movilidad social de las personas. Las universidades tradicionales reciben a estudiantes con elevado capital social mientras quienes “perdieron”, consideran que su derrota suele ser justa, a pesar de que parte importante de ellos recibieron una educación escolar de menor calidad y una orientación vocacional deficitaria. La política pública los ha dejado desamparados, sin orientarlos hacia ocupaciones pertinentes a las necesidades del país, como tampoco socializando masivamente otros tipos de formación.
Hablar de acceso como admisión, basado principalmente en la PAES, es restar importancia a las vocaciones de las personas. Mario Waissbluth en su columna “El perjudicial mito de la universititis” critica el énfasis excesivo dado a la formación universitaria de pregrado: la falta de información lleva a que las personas prefieran instituciones universitarias de dudosa calidad, que entregan menor empleabilidad, en lugar de estudiar carreras Técnico Profesionales en instituciones acreditadas y valoradas por los empleadores como INACAP, ENAC, Teodoro Wickel, CEDUC o San Agustín.
El pasado 17 de enero, el Ministro de Educación señaló: “La cantidad de personas seleccionadas por vía regular aumentó un 20% respecto del año pasado; de esta forma, un 55,7% de las personas que rindieron la PAES resultaron seleccionadas, versus un 49,5% del año pasado” y es que parte importante de las universidades adscritas han decidido no poner un puntaje de corte contemplando únicamente el puntaje mínimo de postulación (458 puntos), señalando que es una medida de equidad, lo que en parte es cierto, pero también presenta otras aristas: muchas carreras que no lograban llenar sus vacantes (agronomía, ingeniería forestal o pedagogía), hoy podrán recibir a estudiantes a los cuales antes rechazaban ¿Qué hay detrás de esta situación? ¿Interés por captar más recursos o una preocupación por el desarrollo y futura empleabilidad de los egresados?, un efecto de esta política es que podría aumentar la matrícula de carreras cuyo mercado laboral ya está saturado o aumentar la deserción cuando reciban un perfil de estudiantes diferente (impactando en el su bienestar y en las arcas del Estado).
La Educación universitaria es necesaria, que más personas usualmente excluidas del sistema ingresen a ella es mejor, pero visualizar y motivar, como política de acceso, únicamente a la educación universitaria no tiene sentido, en particular porque según el INE el 80% (2022) de nuestra fuerza de trabajo no posee credenciales universitarias y que según datos de UNESCO (2019) la creación de empleos TP en áreas como Energía o Economía Circular superará ampliamente la destrucción de los mismos … ¿El SUA visualiza este punto? ¿Los postulantes tienen esta información? ¿Estamos pensando en su futuro laboral en carreras saturadas, poco pertinentes ante el actual escenario de destrucción de ocupaciones? ¿Hemos evaluado lo que es no contar con orientación vocacional de calidad?
Es fundamental que el Ministerio y sus autoridades, al igual que Centros de Formación Técnica e Institutos Profesionales, socialicen y promuevan públicamente el acceso a la Educación Técnica y, sobre todo, que desarrollen un plan de orientación vocacional serio en la educación media. La educación superior técnico profesional es fundamental para enfrentar el plan de reactivación escolar, dado que no hay un nivel educativo que tenga más experiencia en la reducción de brechas de aprendizaje y en la habilitación y reconstrucción de autoestimas de los estudiantes que el subsistema técnico profesional. Es momento que pensemos más allá de la educación universitaria y fortalezcamos la Formación Técnica, es momento que pongamos el futuro de las personas al centro de la política educativa.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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