A 10 años de la aplicación de la Norma Chilena 3262: menos flores y más cambios concretos en igualdad de género



El recién pasado 8M muchas organizaciones laborales públicas y privadas conmemoraron este día, declarando de distintas formas su compromiso con la igualdad de género. No obstante, nuevamente estuvieron presentes las celebraciones, los regalos, los chocolates, flores, sesiones de maquillaje, los descuentos en productos y servicios y hasta los cantantes románticos, dejando entrever que todavía nos falta muchísimo trabajo para lograr una real consciencia de las desigualdades de género, de sus efectos y, en especial, de la responsabilidad que tienen las organizaciones para cambiar el panorama.
De ahí la necesidad imperante de que esta concienciación y la participación de las organizaciones laborales públicas y privadas en cuestiones relacionadas con la igualdad de género deban responder sobre todo a un imperativo ético que, en la práctica, requiere como eje fundamental que la alta dirección de una organización decida incorporar un enfoque de género al cumplimiento de su misión porque realmente le importa generar cambios relevantes respecto a la inequidad de género y no caer en el “purplewashing” y quedarse, justamente, en lo que define ese término: en una estrategia de mercadeo para conseguir más ventas o mejorar su imagen corporativa.
Si ponemos el foco de análisis en las acciones con sentido que han venido realizando las organizaciones laborales, la principal y más poderosa se relaciona con la Norma Chilena 3262, que es un sistema de gestión de igualdad de género y conciliación de la vida laboral, familiar y personal. Es un instrumento voluntario aplicable a organizaciones laborales públicas y privadas y que tiene como principal objetivo guiar y desafiar la gestión incorporando la perspectiva de género e implementando acciones y mecanismos para erradicar las brechas de género en el trabajo y consolidar espacios laborales de mayor bienestar.
El año pasado se cumplieron 10 años de la entrada en vigor de esta norma y hoy en Chile, de acuerdo a lo publicado por el Sernameg, hay 100 organizaciones certificadas: 90% empresas y 10% organizaciones públicas. Estas organizaciones no solo han obtenido el “Sello Iguala Conciliación” sino de paso han contribuido a la disminución de las brechas de género en Chile y al cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible – ODS de Naciones Unidas, que se traducen en las voluntades universales para poner fin a la pobreza, proteger el planeta y garantizar que para el 2030 todas las personas disfruten de paz y prosperidad, especialmente el objetivo N°5 “Lograr la igualdad de género”.
En mi experiencia liderando Ars Global Consultoría, empresa especializada en la implementación de este sistema de gestión y habiendo asesorado a más de la mitad de las organizaciones certificadas, la NCh3262 es un instrumento tremendamente efectivo para convertir las buenas intenciones de una organización y de sus equipos de liderazgo en un sistema de gestión que asegura sin duda la erradicación de las desigualdades de género y promueve el cambio cultural en este sentido. Lo que planteo lo hago con suma responsabilidad, amparada por los más de 100 diagnósticos y estudios realizados y el acompañamiento a distintas organizaciones que hoy están certificadas o en proceso de implementación.
La organización que implementa esta norma, en función de las brechas detectadas, debe establecer objetivos, metas y acciones en sus procesos y en su cultura para remediarlas y avanzar, incluso más allá de la propia certificación. El compromiso de la dirección y el entrenamiento de liderazgos inclusivos es crucial. Por otro lado, es fundamental considerar como un eje estratégico el trabajar sobre la cultura organizacional de forma tal que los avances en gestión se sostengan en equipos sensibilizados, capacitados y conscientes en estas materias.
Analizando la NCh3262 se pueden observar cambios concretos y que se convierten en catalizadores a lo que vienen mostrando las estadísticas nacionales. La participación laboral de hombres y mujeres en Chile a diciembre de 2022 muestra una brecha de -19,4 %, con una disminución de solo 8% en los últimos 10 años (INE). Las organizaciones certificadas con la NCh3262 muestran avances similares y de hasta 10% en participación laboral de mujeres, en algunos casos, en rubros donde históricamente han trabajado hombres: minería, construcción, transporte.
Hoy en Chile, solo un 22,8% de mujeres llega a puestos de gerencia de primera línea y solo el 14,7% a directorios, según el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género. En este sentido todas las organizaciones que hemos acompañado a certificarse en esta norma han mejorado este indicador hasta en un 10% a través de acciones afirmativas aplicadas en un corto y mediano plazo.
Lo propio sucede con mejoras sustantivas en otros indicadores relevantes, como: la nivelación de brechas salariales, desarrollo de carrera sin segregación vertical, acceso equitativo a la capacitación e infraestructura para una fuerza laboral mixta: implementación de salas de extracción de leche, salas de cambio, baños universales y ropa de trabajo con enfoque de género.
Por otro lado, las organizaciones certificadas han promovido medidas de conciliación adecuadas a los distintos perfiles sociodemográficos personales y familiares y han promovido la corresponsabilidad en el cuidado y en el trabajo doméstico. En este ámbito destacan la implementación de medidas de conciliación que flexibilizan horarios y promueven la desconexión laboral fuera del trabajo.
En materia de acoso laboral, sexual, discriminación y maltrato, la adecuada implementación y certificación de NCH3262 también ha ido desafiando a las organizaciones en mejorar sus programas de prevención, de sensibilización y el reconocimiento de sus impactos en la salud física y mental de las personas afectadas. Además, ha promovido la responsabilidad organizacional en la prevención, abordaje y derivación de la violencia intrafamiliar, con foco en la violencia contra la mujer, tema que hasta antes de esta norma se percibía fuera del alcance laboral.
La convicción de implementar esta norma debe estar puesta en el “ser” y desde ahí darle sentido al “hacer”. No basta con tomar un punto de referencia único y copiar las mejores prácticas. Si no hay una convicción poderosa basada en la justicia social y los derechos humanos y laborales, y desde ahí conseguir resultados en bienestar y productividad como consecuencia, el riesgo a caer en una moda pasajera es muy alto. En otras palabras, certificarse en la NCh3262 es un imperativo ético que orienta y sostiene, aun ante las naturales resistencias de la cultura, este proceso en el tiempo. Certificarse en la NCh3262 es el primer paso para avanzar en igualdad de género en una organización y contribuir a una sociedad más justa e igualitaria.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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