A 78 años de la exploción atómica en Hiroshima



El 6 de agosto de 1945 a las 8:15 de la mañana, una bomba atómica apodada “Little Boy” fue lanzada desde el avión Enola Gay, desgarrando el cielo sobre Hiroshima y transformando instantáneamente la vida de sus habitantes. Se estima que alrededor de 140,000 personas murieron como resultado directo o indirecto del ataque, cifra que aumentaría en los años posteriores debido a los efectos a largo plazo de la radiación.La bomba utilizada pertenecía a la categoría de explosivos de fisión nuclear. Lo que implica que operaba mediante un proceso de reacción en cadena: los núcleos de átomos presentes en materiales radioactivos se dividían, dando origen a nuevos elementos y desencadenando una emisión masiva de energía. Esta secuencia de división atómica se amplificaba, resultando en una explosión de una magnitud extremadamente destructiva. La detonación de Little Boy liberó alrededor de 15 kilotones de energía, lo que sería comparable a la explosión de 15.000 toneladas de TNT, y resultó en la creación de una  nube con forma de hongo que se elevó a unos 7.620 metros de altura.El evento marcó un punto de inflexión en la historia, impulsando un intenso debate sobre la ética del uso de la energía nuclear como arma y llevando a la humanidad a confrontar las devastadoras consecuencias de su propia capacidad para destruir. Las bombas de Hiroshima y Nagasaki aceleraron el fin de la Segunda Guerra Mundial, pero también dejaron una pregunta inquietante: ¿hasta qué punto estamos dispuestos a llegar en el nombre del conflicto y la supremacía?Según análisis de instituciones especializadas, como el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (SIPRI), el mundo alberga en la actualidad un total de 12.705 de estos dispositivos, de los cuales aproximadamente el 90% se encuentra en manos de dos potencias: Estados Unidos, con 5.428 unidades, y la Federación Rusa, con 5.977.



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