Nombramientos contradicen al pueblo | EL DEBATE



Con los nuevos nombramientos de la administración pública local contradicen al pueblo. Ello aunque se posea una facultad, porque esta no debe ejercerse de manera arbitraria ni caprichosa. Mucho menos para reparar daños o consolar a candidatos perdedores de las pasadas elecciones. El Gobierno del Estado tampoco debe convertirse en refugio de rechazados por el pueblo. Este, de facto, revocó el mandato a quienes pretendían reelegirse. La lección que dio la ciudadanía a los gobernantes fue muy clara. No se ocupa ser un erudito o científico para entenderla, solo poseer sentido común. Aunque sabemos que este es el menos común de los sentidos. 
Las felicitaciones inducidas para “legitimarlos”, no son garantía de sabiduría ni de desempeño eficiente. Tampoco significan justificación algunos de los nombramientos, menos  de aquellos recaídos  en personajes que la inmensa mayoría de los ciudadanos rechazó con el sufragio, porque ello implicó, en los hechos, una revocación de mandato, aun cuando constitucionalmente no se hubiese convocado para ese propósito, pero de facto, sí lo fue.
Todo está muy claro. El voto de los ciudadanos, reflejado en las urnas de los recientes comicios, es el mensaje más diáfano que da el pueblo. Así que no se le debe contradecir a este, porque es el titular originario de la Soberanía, y por consecuencia del poder público. Así lo mandata el artículo 39 constitucional. Y no es ético que se ejerzan de manera absurda las facultades de nombramiento que, circunstancial o temporalmente se tengan, ni aun por razones de filiación partidaria. Hay que recordar que nada es eterno. Ni siquiera los imperios que históricamente ha habido en el mundo, mucho menos un régimen de gobierno temporal. Todo, dialécticamente todo, tiende a sustituirse. El tiempo y la naturaleza ponen las cosas en su lugar. Solo hay que esperar con paciencia cada momento, porque el poder del pueblo jamás olvida las afrentas.
Para pretender justificar los nombramientos, no es dable que se confunda con actitudes descalificadoras como suelen hacerlo los aduladores e intrigantes oficiosos, sino simplemente es bueno saber que la ciudadanía se hace justicia, más cuando la hartan con tantas pifias y agravios, a veces por simple soberbia y ejercicio arbitrario del poder, como lo constituyeron los recientes y otros nombramientos sin el perfil adecuado, y por ende, sin experiencia efectiva en el ramo. Recordemos que la capacidad y eficiencia no se da por generación espontánea, mucho menos por afinidad personal o por simple linaje. Tampoco por pertenecer a determinado grupo o cofradía.

El ejercicio del poder debe realizarse de manera racional y ética, no de modo arbitrario por el simple hecho de ostentar facultades formales. La racionalidad es un elemento esencial que debe tomarse en cuenta en todo acto de gobierno aun con facultades. La ética, por su parte, a través de sus principios, sobre todo el de la prudencia, orienta el deber ser.
Así que merced a la prudencia y al sentido común, no hay que contradecir al titular de la Soberanía —o sea, al pueblo—, porque este es el mandante, y el mandatario solo debe obedecer sus instrucciones, sin modificar las cláusulas que le dictó en las urnas. Al margen de las teorías existentes que conocemos.
Además, bajo el principio de racionalidad, la idoneidad y experiencia necesarias en el campo administrativo debieron tomarse en cuenta antes de emitirse los nombramientos. La administración pública no debe partidizarse. El poder público tampoco debe ejercerse con petulancia, sino con humildad. Que no los maree un ladrillo al subirse en él. Hay que estar realmente preparados para ejercer el poder. Para ello hay que abandonar la “grandeza” que se confunde y no se tiene, aun cuando los aduladores por interés la propicien en mentes débiles.
Finalmente, hay que recordar que en materia política y administrativa, no basta tener una sonrisa tatuada, ni ser simpático superficialmente para ser honrado, eficaz y eficiente. También es bueno rememorar que el poder de un gobernante es demasiado débil, cuando gobiernan en contra de la voluntad del pueblo. Ello se demostró en las pasadas elecciones. Así que hay que aprender la lección que los comicios enseñaron, y no marearse jamás, porque por ahí empiezan las torpeza.



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