Van diez días de balaceras en el poblado de Antúnez, municipio de Parácuaro, del estado de Michoacán. En tres días los habitantes no han podido salir de sus casas, los alimentos escasean y los medicamentos también.
Los grupos armados de “Los Viagras”, los amigos del procurador Godoy, y los neotemplarios han arruinado la vida de un pueblito de gente pacífica y trabajadora.
El obispo de la diócesis de Apatzingán ruega al arzobispo de Morelia, don Carlos Garfias, que platique con sus amigos: el secretario de gobernación Juan Bernardo y con el gobernador Silvano, para que vuelva la paz y la seguridad al cruelmente violentado Antúnez.
Silvano, Silvano, ayuda a tus hermanos michoacanos. Derechos humanos acérquense a Antúnez a reclamar la seguridad que los gobiernos de Peña, Silvano y el “juido” edil de Parácuaro no quieren dar, como es su obligación.
Quiera Dios que mueva los corazones de los prelados y de los sacerdotes de Antúnez a hacer una declaración-denuncia de lo que pasa con sus fieles de Antúnez, aterrorizados por los delincuentes en guerra.
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