translated from Spanish: Donald Trump; “El experimento que puede llegar a su término”- La Opinión de Raúl Ventura

Raúl Ventura
Miles de notas se han escrito, miles de programas televisivos y radiales se han producido, millones de comentarios se han expuesto y a más de 18 meses de su llegada al poder, Donald Trump no deja de ser indiferente para millones de personas, dentro y fuera de las fronteras de EUA.
Posiblemente has leído, escuchado o visto varios análisis sobre el fenómeno TRUMP y su triunfo en las elecciones presidenciales; las conclusiones más comunes que se han difundido son:
Donald Trump capturó el hartazgo de una ciudadanía que ya no se conectaba a la clase política tradicional o mejor conocida como establishment (grupos dominantes o elite que ostenta el poder)
Donald Trump ofertó un plan económico grandioso, un proyecto de reconstrucción de infraestructura y la duplicación del crecimiento económico, necesario para una sociedad que exigía una nueva bonanza para este País.
Donald Trump canalizo el 90% de su mensaje a la población blanca y en especial al sector rural.
Donald Trump utilizó sus capacidades mediáticas de “showman” para explotar al máximo un retorica sensacionalista que capturaba hasta el más indiferente de los votantes, sin importar que su impacto fuese positivo o negativo.
Donald Trump despertó la necesidad de rescatar la clase media que perdió su poder adquisitivo en la últimas décadas por la políticas fallidas de los mandatario anteriores.
Donald Trump creó dos enemigos para el estadounidense; “migración” y “acuerdos comerciales”, ambos como obstáculos para el desarrollo de esta Nación, “la migración” desplazaba a la fuerza laboral estadounidense y el riesgo de seguridad que implican los fenómenos migratorios. “Los acuerdos comerciales” cerraban fuentes de empleo en EUA, movilizándolos a otros Países, sin duda, dos temas sensibles pero de dominio público y con reacción inmediata para justificar los males de esta Nación.
     Sintetizándolos en números:
     La población rural voto 62% a favor de Donald Trump frente a un  34% de Hillary Clinton. Por grupo étnico; los Blancos decidieron en un 58% a Trump y tan solo un 37% a Clinton, los Latinos y asiáticos también hicieron su presencia electoral asignándole un 29% frente a un 65% de su adversaria demócrata y aunque el porcentaje fue mayor para Hillary Clinton no superó el porcentaje que obtuvo el ex presidente Barack Obama.
      Una de la diferencias notables entre la candidata Hillary Clinton y Barack Obama en índices de aprobación se resalta el de las zonas rurales, mientras que a Obama lo votaron el 45% a Hillary Clinton tan solo lo hicieron el 37%, es decir 8% menos, que en votos electores se convierte en decisivo.
   Lo invisible del triunfo de Donald Trump:
   No dejan de ser importantes las conclusiones antes mencionadas; su acercamiento a los blancos, su conexión a las zonas rurales, su crítica al establishment, su promesa de hacer una América grande otra vez y la culpa de todos los males a la “migración” y “acuerdos comerciales’.
     Sin embargo, hay un factor que nadie ha tomado en cuenta, si, una variable que solo se ve como “consecuencia” y no precisamente como “causa”, posiblemente ahora relacionen el mensaje que generó los titulares de retorno a la política de Barack Obama al hacer referencia a Donald Trump; “El es solo el síntoma, no la causa de la tensión política”.
     Hay valores intrínsecos e invisibles que son natos de los estadounidenses, en especial uno de ellos y seria el apropiado para ilustrar el triunfo de Donald Trump; “el cambio”, si, la pasión que significa para ellos la decisión de “optar”, tener siempre la libertad de elegir y celebrar la innovación de “cambiar”, “cambio”  genera esperanza y expectativa que les traerá consigo una mejoría, aunque no menos importante “cambio” también significa temor a la permanencia de una forma de hacer política o autoridad, por lo que llevan implícito la renovación constante y si de política se trata, cuando alguien les oferta de manera efectiva la percepción de un “cambio”, en un gran porcentaje habrá un reacción positiva para asumirlo y Donald Trump les creó esa expectativa.
     A todo lo anterior pudiese ser ilógico imaginar que dos figuras y propuestas antagónicas tengan tantas similitudes, me refiero a la contienda presidencial del 2008 donde el ganador fue Barack Obama y la elección del 2016 que favoreció a Donald Trump; los Estados de Wisconsin, Michigan, Indiana, Ohio, Pensilvania, Iowa, North Carolina y Florida favorecieron a ambos y desde hace décadas son decisivos para definir quién habrá de ocupar la Casa Blanca, estas coincidencias van mas allá de una ideología política, el fondo es una identidad nacional, si, una cultura donde la innovación, el cambio, la optatividad definen la expectativa por alcanzar una mejoría.
   Quizá ahora podrían contestarse la duda del siglo XXI, que al igual que el 99% de los medios de comunicación no encontraban respuesta a dicho resultado; ¿Por qué perdió Hillary Clinton?; la respuesta hoy ya la sabes; ambos significaron “cambio”, ambos crearon la “esperanza de mejoría”, ambos se confrontaron al “establishment” (aunque nunca dejaron de pertenecer al mismo, pero el votante no lo detectó), en pocas palabras aunque la retórica de ambos es distinta el fondo fue el mismo; Barack Obama y Donald Trump retomaron unos de los valores que sostienen el espíritu estadounidense.
   Ahora vayamos a lo más interesante; Barack Obama mantuvo por dos mandatos con una percepción a su electorado de “cambio”; ¿Donald Trump podrá sostener esa percepción y alcanzar los dos mandatos de su predecesor?; las respuesta puede ser tan ambigua y parecida  a la que se hicieron millones de personas al conocer que en el 2016 la derrotada fue Hillary Clinton y no Donald Trump y es que si utilizamos las mismas variables para pronosticar nos darán diagnósticos erróneos, pero si agregamos al análisis algunas otras que en la decisión final al emitir un voto juega un papel determinante por encima de cualquier encuesta o monitoreo electoral que pudiese garantizar un resultado.
    Analizando los niveles de aprobación que según Gallup obtuvo los primeros dos años de gobierno de Barack Obama se resumen en 57.2% para el primero y 46.7% en su segundo, frente a un 39% los primeros 12 meses al mando Donald Trump y a fecha actual según los últimos sondeos, Trump cuenta con tan solo un 36% de aprobación de su mandato.
     Al leer estos números y asignarles una interpretación podemos deducir que en ambos la tendencia fue de mayor a menor, sin embargo, los porcentajes fueron más favorables para el ex presidente Obama y bajo ese criterio sería muy arriesgado pronosticar un escenario predecible, sin embargo, si dejamos a un lado la aprobación y tomamos como cuestionamiento principal “el juicio político al presidente”, esto toma otro sentido y es que ahora nuestra referencia no sería el predecesor del presidente actual sino el caso más emblemático que terminó con una dimisión de un presidente, me refiero a Richard Nixon; en junio pasado se llevó a cabo una encuesta con el objeto de conocer la opinión del estadounidense; si el Presidente debe ser sometido a un juicio político y creo que hay una coincidencia muy interesante en ambos mandatarios; la encuestas de marzo de 1974 arrojaron que el 43% de los encuestados consideraba que Richard Nixon debería someterse a un juicio político, después de haberse ventilado todo lo relacionado al caso watergate y para sorpresa, la encuesta de junio pasado con un punto de diferencia, el 42% de los estadounidense consideran de Donald Trump deber someterse a un juicio político, después de ventilarse todo lo relacionado a la “injerencia del gobierno de Rusia en las elecciones pasadas”,  ¿interesante, o no?,  por cierto, mucho más alta al 29% que en 1998 consideraban que Bill Clinton debería ser sometido a un impeachment.
Dicho lo anterior se empieza a sembrar una pregunta y en especial a través de los medios de comunicación adversos a Donald Trump; ¿se podría repetir el escenario que llevó a la dimisión a Richard Nixon en 1974?, sin duda, muy atractivo para convertirse en titulares, pero muy distante de una realidad bajo el contexto político actual.
     Para que Donald Trump sea  sometido a un impeachment se necesita más que especulaciones periodísticas; la constitución contempla que para destituir a un  Presidente debe ser acusado y condenado de traición, sobornos, crímenes o delitos graves. El proceso se inicia en la Cámara de Representantes propuesto por cualquiera de los 435 congresistas, bastará mayoría simple para ser activado, hasta la fecha de este escrito la Cámara de Representantes es de mayoría republicana y por la repercusión política que significaría para el Partido Republicano votar a favor de un impeachment a un presidente de su propio partido sería sin duda sino imposible, si inviable.
     Pero veamos un escenario especulativo e hipotético al estilo UNIVISION con sus pensantes analistas, supongamos que algunos congresistas republicanos moderados para ser exactos 25 de los 236 que conforman este bloque se adhirieran  193 que forman el total de demócratas en el congreso, luego entonces diríamos que se ha alcanzado la mayoría simple; 218 de 435.
      Una vez logrado el primer paso del proceso de impeachment a Trump y siguiendo con la utopía periodística de los análisis de UNIVISION que por cierto no desentonan con las difundidas todos los días, pero en fin, la programación de las cadenas televisivas en español será tema para otro artículo.
      El juicio formal continuará en el Senado, después de deliberaciones se someterá a una votación final para definir si se obliga a marcharse al Presidente y ser sustituido por el vicepresidente en turno, solo que para ello no basta una mayoría simple de un Senado conformado por 100 senadores, actualmente 51 son republicanos, 47 demócratas y dos independientes.
    Para consolidar el impeachment se requieren dos terceras partes del Senado, 67 como mínimo de los 100, ¿complicado?, ¿inviable?, ¿utópico?, no así para los análisis de medios de comunicación en español, que más que informar a su público solo los desinforman, se requieren los 47 demócratas mas los dos independientes y 18 republicanos.
    Es decir aun cuando lograsen convencer a 25 congresistas republicanos para activar el impeachment en el Congreso, en el Senado sería verdaderamente complicado y más aún cuando el único adversario de su partido que lo confrontaba directamente ha fallecido y sin su presencia se minimiza el sector republicano moderado, John McCain.
   Dicho lo anterior bajo este esquema sería casi imposible someter a un impeachment al presidente actual, pero para lectores, radioescuchas o televidente no deja de ser atractiva la “especulación” y el “sensacionalismo” y expectativas erróneas sobre una utopía que difícilmente alcanzaría una realidad.
   Por cierto, aun cuando en las elecciones intermedias del próximo noviembre se alcanzase una mayoría en el Congreso y el Senado a favor de los demócratas e imaginando que se sometiera en el nuevo congreso un proceso de impeachment, en el Senado es imposible alcanzar 67 asientos que conformarían las dos terceras partes para confirmar la salida de Donald Trump; los dos ejemplos que nos ilustra esta situación fue en 1868 a Andrew Johnson y en 1998 a Bill Clinton, ya que a pesar que en el Congreso sometió el juicio político a ambos, en el Senado fue imposible alcanzar las dos terceras partes necesarias, en pocas palabras; legislativamente en este momento y sin importar el resultado de las elecciones intermedias de noviembre, Donald Trump no podrá ser destituido con un impeachment.
     Sin embargo, a pesar de que la realidad dista mucho de lo mediático y especulativo, existen variables que vale la pena analizar; ¿qué porcentaje de los votantes que optaron por Trump en el 2016 dejarán de hacerlo en el 2018 en apoyo a sus candidatos republicanos?, ¿cuál será el comportamiento electoral de los Estados de Wisconsin, Michigan, Indiana, Ohio, Pensilvania, Iowa, North Carolina y Florida? o ¿podrá Barack Obama influir que la percepción de “cambio” que ofertó Trump dista mucho de serlo?
Conclusión:
      Para interpretar en el comportamiento de cualquier contienda electoral en los EUA no bastará hacer uso de las mismas variables básicas, llegar a las entrañas del pensamiento estadounidense significará detectar los valores que sostienen este País, que para bien o para mal son sus valores y por consecuencia la llegada del primer “afroamericano” en el 2008 o el arribo de un “showman” en el 2016 no debe sorprendernos, la “optatividad” siempre será un valor intrínseco en esta sociedad.
      En noviembre no basta medir si se mantiene o no la mayoría republicana o si se consigue o no la mayoría demócrata, las elecciones de noviembre medirán si el “cambio” que decidieron en el 2016 aún deciden mantenerlo.
      John McCain y Barack Obama lo sabían; ambos apostaron a defender esos valores, Donald Trump para ellos no fue precisamente el “cambio”, Trump se convertía en el instrumento que fracturaba el espíritu estadounidense.
     John McCain antes y después de su muerte dejaba en claro que Donald Trump no sería la mejor decisión, implicaría un riesgo muy alto mantenerlo en el poder; las posturas antiinmigrantes de Trump,  la confrontación con aliados y alianzas con enemigos, la división social o la simpatía por por Valdimir Putin son tan solo algunos ejemplos, para McCain estos actos no eran dignos del Presidente de EUA y es que aún después de su muerte a través de su hija Meghan McCain dejaba en claro su posición; “Estados Unidos  no necesita ser grande de nuevo, porque siempre lo fue”, “John McCain fue un verdadero representante de la grandeza estadounidense, la verdadera, no la retorica barata de hombres que nunca se acercarán al sacrificio que el dio voluntariamente, ni la apropiación oportunista de quienes vivieron vidas de comodidad y privilegios mientras él sufría y servía”.
    La misma aparición del ex presidente Barack Obama después de meses de ausencia no fue coincidencia sino consecuencia y más que promover el voto a demócratas que fue efecto indirecto, Obama resaltaba y centraba su mensaje en el rescate del pensamiento, cultura y valores de los estadounidenses.
         Donald Trump durará en el poder mientras la “optatividad” siga generando una expectativa de cambio y la única manera para que Donald Trump sea destituido será cuando ese “cambio”” deje de representar una mejora en la vida de los 63 millones que optaron por elegirlo.
    Para este artículo de opinión que pudiese parecer confuso en algunos párrafos, no deja de ser relevante que para comprender las decisiones políticas de  esta Nación debemos partir por conocer y profundizar en la esencia, percepción y concepción que para sus habitantes significa ser estadounidense.
      Para finalizar debo comentarles que para esta columna solo tome como referencia un solo valor; “optatividad”, supongo que describir el significado y percepción para los estadounidense de “libertad”, “movilidad”, “oportunidad”, “energía”, “pragmatismo”, “progreso”, “renovación”, “competición” e “individualismo”  será tema para un libro que sin duda haría falta finalizar y posiblemente sabríamos con certeza si “Donald Trump en un experimento que estaría a punto de finalizar”.
Las opiniones vertidas en las columnas son de exclusiva responsabilidad de quienes las suscriben y no representan necesariamente el pensamiento ni la línea editorial de Monitor Expresso

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