El Químico entregará el estadio a los Arellano como pago



Bien dicen que nadie sabe para quién trabaja. A dos meses de asumir la presidencia de Mazatlán, a Luis Guillermo Benítez se le hizo fácil tomar la decisión de resolver la deuda del Ayuntamiento con los hermanos Juan José y Érik Arellano, entregándoles en pago un bien histórico propiedad del pueblo mazatleco: el estadio Teodoro Mariscal.Desde hace 56 años, el emblemático estadio ha sido el punto neurálgico de las más grandes alegrías y pasiones de los marismeños. Cinco veces sede de la Serie del Caribe, escenario de quince series finales, nueve campeonatos de Liga Mexicana del Pacífico, dos Juegos de las Estrellas, así como eventos religiosos y grandes conciertos internacionales. Y claro, uno de los principales recintos para la celebración del Carnaval.La historia, la vida misma de los mazatlecos, pues, no se entendería sin la relación que tienen con su estadio.ATENTADO CULTURAL Y DEPORTIVO. La atrocidad que está a punto de cometer el alcalde mazatleco supera todo lo hasta hoy conocido.Amén del atentado cultural que la operación financiera implica, resulta en el franco «agandalle», puesto que se le acaban de invertir al inmueble más de 350 millones en su renovación. Si a ello agregamos el costo del terreno, que, por su ubicación y el parque central, el avalúo supera los 200 millones de pesos.QUÉ FÁCIL. Para llevar a cabo esta proeza en materia de obra pública que ha elevado exponencialmente la capacidad del estadio, su funcionalidad, calidad y belleza, el Químico Benítez no movió un solo dedo. Bajo la gubernatura de Quirino Ordaz Coppel, fueron los expresidentes municipales Fernando Pucheta y Joel Bouciéguez los responsables de dar este plus a los atractivos del principal punto turístico de Sinaloa.Hoy, de la nada, Benítez regalará todo este trabajo, de valía incalculable en muchos sentidos, a dos millonarios que en los años recientes han recogido cantidades fuera de toda proporción de Mazatlán, merced a su habilidad para los negocios y a uno que otro funcionario indolente y facilista. El Químico, como el Doctor Chapatín, parece tener como frase de batalla «para evitar la fatiga».AVANZA LA CODICIA. La familia Toledo, dueña hasta ahora de la concesión, ha enfrentado un comprensible bache económico tras la fuerte inversión que ha convertido al Teodoro Mariscal en una digna casa de Los Venados y de la afición sinaloense. El Químico ha sido despiadado con ellos, hasta pareciera una vendetta personal por viejas afrentas, como suele ocurrir entre los antiguos habitantes de Mazatlán. Su respuesta en relación con los Toledo de plano sonó a destierro: «Que les vaya bien en Durango o en el Polo Norte si no cumplen», dijo en relación con un adeudo de 30 millones en el pago de agua (para el cual ya se ampararon contra abusos de autoridad), así como en el vencimiento de su permiso de alcoholes.El proyecto de Luis Guillermo Benítez consiste en que los Arellano cubran esos 30 millones y, en pago, les sea entregado el estadio. Como dicen en el barrio, «la creen de hule». La realidad es que un atentado social, deportivo y cultural de tales dimensiones (otra vez: disponer de los bienes del pueblo en las cúpulas) tendría consecuencias de pronóstico reservado.EVIDENCIAS, A LA VISTA. Lo cierto es que, hoy por hoy, resulta evidente cómo, al tiempo que «balconea» a los Toledo en cuanta oportunidad se le presenta, el alcalde mazatleco es igualmente insistente en plantear la opción de los Arellano para resolver el tema del estadio.Hay culebra en el agua, ni duda cabe. Todo apunta a un acuerdo «en lo oscurito» entre Benítez y los acaudalados hermanos Arellano. El tiempo lo dirá, y la cuenta regresiva corre, inclemente. Pobre Mazatlán.



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