El FMLN tras fracaso electoral: atisbos de renovación


La desoladora derrota del gobernante Frente Farabundo Martí (FMLN) al obtener sólo un 14% en las elecciones presidenciales del 3 de febrero en El Salvador, se suma a la seguidilla de fracasos que experimenta la izquierda latinoamericana al finalizar la segunda década de este milenio. Pareciera que el camino democrático para terminar con la pobreza, ampliar derechos y alcanzar mayor igualdad, aún no cristaliza. El neoliberalismo sigue sin contrapesos.
Las redes sociales, la desafección a los partidos, y la consigna anticorrupción, fueron eficazmente utilizados por el candidato Nayib Bukele, cuyo desenfado, persistencia y audacia comunicacional lo llevaron a la presidencia en primera vuelta. En una elección en que la abstención alcanzó casi el 49% del padrón, el triunfador obtuvo 53.1% de preferencias. La Misión de Observadores de la Unión Europea reconoció la tranquilidad con que transcurrió el proceso y también la OEA destacó la madurez y el pluralismo de la contienda.
Lo anterior habla de una institucionalidad política estable, hasta ahora con dos partidos hegemónicos desde la firma de los Acuerdos de Paz de 1992. El tipo de liderazgo que surge de esta elección rompe el bipartidismo, reordena el mapa político e introduce cierta interrogante respecto a la gobernabilidad futura. Entre los elementos a considerar está que las fuerzas que apoyaron a Bukele no tienen mayoría en el Congreso y el estilo personal del próximo presidente es más confrontacional que negociador. Pero ciertamente se abre una oportunidad para dejar atrás el clima de polarización, que paralizaba las iniciativas del Ejecutivo.
El Movimiento Nuevas Ideas, creado por el presidente electo cuando fue expulsado de la plataforma del FMLN que en 2015 lo catapultó a la alcaldía de San Salvador, se erigió en alternativa renovadora, aunque con propuestas donde abundan fórmulas ya conocidas, como incremento de inversiones y combate a la pobreza, a la violencia y a la corrupción.
Los obstáculos legales para inscribirse como candidato de la nueva fuerza política llevaron a Bukele a aliarse con el Partido Gana -escisión del derechista ARENA- que le permitió inscribir su postulación horas antes del cierre, acompañado de una masa incondicional de adherentes a quienes poco importaron los colores de su candidatura.
Como observadora cercana de la coyuntura en los últimos cuatro años, seguí los esfuerzos del gobierno del FMLN en materia educacional, seguridad, acceso a la información pública y derechos económicos y sociales, entre otros. Esto, pese a que la oposición derechista le negó sal y agua, y sus medios de comunicación manipularon permanentemente la información en temas tan sensibles como seguridad y pensiones. Sin embargo, también percibí rigidez y falta de apertura del partido para sintonizar con un país de población mayoritariamente joven, que no vivió el conflicto armado y que que se comunica a la velocidad de las redes.
Por otra parte, los esfuerzos del gobierno por avanzar en reformas claves contenidas en su plan quinquenal, aparecían disociados de la retórica dominante en el partido, cuyo primer Congreso (noviembre de 2015) llamó a la militancia a erradicar cualquier vestigio de ideas “reformistas y claudicantes”.
Causó sorpresa cuando en enero de 2018 el Secretario General del partido presentó al Ministro de Obras Públicas, Gerson Martínez (por lo demás un excelente y reconocido servidor público) como candidato presidencial de la Dirección Nacional. El anuncio se hizo antes de efectuar las primarias internas que exige la ley de partidos políticos. Ello redujo el requerimiento a mero trámite, en circunstancias que el propio gobierno impulsó en su momento dicha legislación modernizadora.
Dos meses después, el FMLN tuvo una estruendosa derrota al perder en las elecciones parlamentarias y municipales: bajó de 31 a 23 sus escaños en la Asamblea Legislativa. La derecha ganó sin aumentar su votación, porque la militancia dura del FMLN se abstuvo de acudir a las urnas. Este revés, que debió ser una señal de advertencia para el partido, no pareció ser debidamente procesado.
Finalmente, en abril de 2018 el FMLN optó por primarias abiertas para elegir candidato presidencial, y Gerson Martínez fue derrotado por el hasta poco antes Canciller Hugo Martínez, quien se presentó como el candidato de las bases del partido. Su contundente triunfo -70% de la militancia- se interpretó como voto de castigo a la Dirección Nacional.
El fracaso electoral tiene, además, otras causas. Algunos analistas enumeran entre otros factores el encubrimiento de algunos funcionarios y dirigentes del partido investigados por corrupción. A esto se suman el complejo fenómeno de las maras, la violencia contra la mujer, y la falta de empleo. Todos, problemas que requieren más de un período presidencial de tiempo para medir resultados. Es probable que el próximo ejecutivo continúe algunas de las políticas implementadas por el gobierno saliente que cuentan con reconocimiento en organismos de Naciones Unidas. Nuestro país también es parte del significativo apoyo de la cooperación internacional.
Luego de la reciente derrota presidencial, la Comisión Política del FMLN anunció que adelantaría para los próximos meses la elección de la plana mayor prevista para el 2020. No se podrán reelegir los actuales miembros de esa dirección, reza el comunicado. Un atisbo de renovación imprescindible y esperanzador, aunque tardío.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



Source link

Related Posts

Add Comment