maestro de danza viaja por el mundo con sus alumnos



A los 14 años, Alfredo Soní Perusquía, tenía “malas amistades” y “vicios”, una situación difícil en plena adolescencia, recuerda. Al entrar a la preparatoria de la UNAM debía tomar alguna actividad extra, pero por su desinterés sólo alcanzó lugar en el taller de danza. La maestra le vio facilidad para los bailes regionales y entre más tiempo le dedicaba a la práctica, más se alejaba de sus antiguos amigos. Así “encontré lo que me hacía falta. Enderecé el camino”, dice.
Al terminar la prepa estudió Derecho, pero también dos carreras más en la Escuela Nacional de Danza folklórica del INBA. Encontró una ventana de posibilidades en las compañías profesionales a las que se integró con giras en México y en el extranjero. Y aún cuando estaba realizando su sueño y se subía a los escenarios para mostrar la riqueza cultural de este país a través de la danza que él tanto aprecia, sentía que no era suficiente.
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Cuanto tenía 25 años, en 2006, él, con otros tres artistas, comenzó la aventura de crear un grupo independiente. Luego ganaron un concurso para constituirla como sociedad civil y al siguiente año consiguieron integrarse al Consejo Internacional de Organizaciones de Festivales de Floklore y de las Artes Tradicionales (CIOFF, por sus siglas en inglés), perteneciente a la UNESCO.
Así formaron la Compañía Mexicana de Danza Folklórica integrada por bailarines con formación profesional, luego una compañía para jóvenes de entre 16 y 20 años y recién empezaron una de niños de 9 a 15 años, donde participan sobre todo estudiantes.
Ensayan donde les prestan o alquilan un espacio, gimnasios, auditorios o a veces les dan oportunidad en escuelas de danza. Los jóvenes no pagan por las clases, las producciones se financian con las temporadas de presentaciones que ellos mismos organizan.
En estos años han logrado subir el nivel tanto para la compañía profesional como para los jóvenes. Incluso ahora las audiciones para ambos son cada vez más exigentes porque “buscamos posicionarnos como una de las compañías más importantes, ser dignos representantes del folklor y patrimonio inmaterial de México, porque tenemos mucho para estar orgullosos”, dice Alfredo, “Soni”, como le llaman en el grupo.
Los viajes, los planes y la danza
Gracias a su pertenencia al Consejo Internacional de Organizaciones de Festivales de Floklore y de las Artes Tradicionales, en un inicio se postulaban a las convocatorias para participar en las muestras fuera del país. Ahora los invitan gracias al nivel de profesionalización que han conseguido.
Apenas el mes pasado la compañía de jóvenes participó en festivales en Eslovenia, Eslovaquia y Croacia durante un mes. Significó la posibilidad de salir de México para algunos y, sobre todo, la primera vez en exponer su arte en otros países.
“Soni” no duda en asegurar que el arte restablece el tejido social. Foto: Cortesía
Aunque los jóvenes no pagan por las clases ni la renta de espacios, en este tipo de actividades cada uno debe solventar sus boletos de avión, que esta vez fueron 27 mil pesos, cantidad que para algunas familias significó ahorrar durante un año y los festivales se hacen cargo del hospedaje, comidas y trasportación interna.
Esto se vuelve un gran incentivo porque cuando ven la exhibición de grupos de otros países con niveles altísimos como los rusos o chinos, “los jóvenes llegan con más hambre de aprender, de mejorar y de mostrar nuestra cultura en más países”.
Viajar les abre el panorama y la danza les genera disciplina y pertenencia. Por eso “Soni” no duda en asegurar que el arte restablece el tejido social, “puede hacer que las cosas cambien”.
Justamente por eso es que la siguiente meta del maestro es tener la posibilidad de ofrecer el espacio en la compañía a niños y jóvenes en situación de calle. “Llevarlos a la música y la danza para que encuentren otra posibilidad”, y se salven, como el arte lo salvó a él, dice.
Confía en que poder conseguir al fin los permisos de construcción para el terreno que pudieron adquirir en la delegación Venustiano Carranza y después de 13 años concretar un espacio fijo para la compañía. Eso podría ser el primer paso para integrar a más jóvenes en situación vulnerable.
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Aunque sabe que el esfuerzo seguirá siendo individual porque no el grupo no tiene ningún apoyo gubernamental. Lo único que consiguieron en los últimos dos años fue un apoyo para el programa de movilidad del FONCA, pero este año no hubo convocatoria.
Metían solicitud al programa para conseguir algo de financiamiento para los viajes. El apoyo consistía e 200 mil pesos por cada convocatoria al año, pero esta vez ni siquiera hubo convocatoria. Eso significó que el capital de la compañía lo tuvieron que gastar en los boletos de avión de los músicos profesionales que acompañó a los jóvenes en las presentaciones.

Esto a su vez implicará que se quedaron sin dinero y no podrán renovar los vestuarios y la producción para su siguiente temporada y que tampoco puedan pagar la renta de espacio para los ensayos, por lo que deberán conseguir lugares gratuitos donde se pueda.
Aún así, dice Soni, vale la pena el esfuerzo. Él tiene dos empleos en gobierno como coordinador de artes en escuelas y a sus 38 años tiene suficiente energía y planes para hacer crecer la compañía y al mismo tiempo, incluir a más jóvenes que como él, encuentren en la danza una puerta de entrada a otra vida.
“Es retribuirle a la danza la oportunidad que me dio a mí. Esto se convirtió en un modo de vida y por eso me sigo empeñando en sacar adelante esto y vale la pena”, afirma.
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