El virus que nos acerca alejándonos



El cómo “creemos” y pensamos las cosas, los tipos de realidades, está determinado por el contexto en el que nos encontremos. Este se nos presenta desde una macro relación (nuestra dimensión espacio temporal, el momento “histórico”, cultura, sociedad, etc.) y una micro, o más cercana a nuestro tiempo de vida individualizado (la educación, hábitos, alimentación, territorio, etc.). Quisiera suponer, por ahora, que las diferentes respuestas de las artes y las ciencias a las diferentes épocas se han presentado de acuerdo a las determinaciones generales que menciono. Parte de las posiciones de paradigmas en lo que respecta a investigaciones son la racionalista y la naturalista: el racionalismo plantea que hay una realidad que descubrir y el naturalismo que existen múltiples, que la investigación no se circunscribe a una única realidad por descubrir (Guba, 1981).  
En esta suposición general -pensada en términos positivos- las artes y las ciencias contemporáneas debiesen contar con una fuerte perspectiva ética, dada las condiciones de urgencia de nuestro mundo (o más bien, nuestra supervivencia en él). En las academias, antes de comenzar cualquier investigación (principalmente con humanos) se deben cumplir protocolos éticos. Esto es un requisito institucional. De hecho existen no pocas investigaciones científicas que ponen en cuestión las mismas investigaciones científicas cuando estas no consideran las consideraciones éticas. Un ejemplo a revisar es el estudio de Marilys Guillemin, Lynn Gillam, Doreen Rosenthal y Annie Bolitho (2008). Michael Boylan es un investigador que ha hecho mucho hincapié en las condiciones éticas de la investigación en ciencias, subrayando que los avances de las ciencias no pueden ir primero que las consideraciones morales, y que, por lo tanto, es preferible un avance lento, pero acorde a un equilibrio entre la relación de los unxs con lxs otrxs. 

Otro aspecto relacionado con el accionar, a partir de la creatividad con la ciencia, es la búsqueda de descubrimientos y/o inventos para la mejora de las condiciones de vida. Esto último dependerá, en gran medida, de los derechos de propiedad de la investigación. Cuando científicos o científicas, muchas veces por necesidad o ambición económica, reciben financiamiento de empresas, ceden los derechos de sus descubrimientos, por lo que los resultados se entregan a las decisiones económicas particulares de la empresa que financia los proyectos. Pero existen investigadorxs, de forma creciente, que no ceden a la entrega de los derechos para, en caso de descubrir una mejoría (como una vacuna por ejemplo) intentar que esta tenga un precio justo para el mundo (y no exagero cuando menciono el mundo como totalidad).
En el caso del trabajo artístico y cultural sería parecido en términos éticos de acuerdo al “espíritu de los tiempos”, pero de una manera muchísimo más informal y, por lo mismo, menos regulada. Hoy en día, y lo entiendo, en parte, por la precariedad económica, las artes se concentran más en demandas hacia su labor que al hecho de contribución “actualizada”, es decir, aun cuando las artes han tendido en los últimos 50 años a abarcar y extender zonas de desconocimiento basadas en principios de intento de equilibrio de los unos con la alteridad, no hemos tenido importantes descubrimientos estéticos, sino más bien demandas caracterizadas por ejercicios periodísticos, extrañas investigaciones vinculadas con ciencias “blandas” y duras que solo quedan en la anécdota llamativa; vinculaciones con las tecnologías donde ocurre lo mismo didáctico que con la ciencia, o repetir experimentaciones de vanguardias anteriores.
En la columna que se publicó el 22 de febrero de este año en este mismo periódico titulada “La pérdida sensible de lo político” hago mención a la pérdida del eros como parte del amor hacia el Otro, en tanto pérdida de uno mismo para la consecución de esa relación. En ese entonces ya me he encontraba reflexionando sobre las nuevas artes que debiesen nacer en Chile a partir de octubre del 2019. Aún me encontraba digiriendo esto (y no solo continuando con las formalidades denunciantes que aplican los mismos modelos aprendidos una y otra vez -y en los mismos espacios físicos- aceleradamente como vi en muchos casos) cuando se nos presenta encima la actual pandemia de la nueva cepa de Coronavirus. En este punto fue que recordé la concepción de amor en tanto eros de la anterior publicación,  pues se integra al problema de las nuevas formas creativas hoy. Si ya tenía en cuestionamiento gran parte de la formalidad del hacer arte (con el espanto que me provocaba ver que la gran mayoría de “mis colegas” no) es cuando comienza a reforzarse la idea sobre los principios éticos y creativos. Con esto último me refiero a que la carencia de formas y modos del crear siga reduciéndose a los entornos de realidad tradicional, los cuales, al estar ausentes en una cuarentena, pareciera que pone en crisis maneras expandidas de creatividad (y no me refiero a reproducir lo mismo análogo y presencial en formato de video digital, aun cuando es una forma respetable, pero no el punto de la columna). Quizá no hay que apurarse tanto a rendir dineros que si no se hace se perderá un honorario, y por lo tanto se realiza lo que sea contar de cumplir con rendiciones presupuestarias. Hay momentos para pausar; es el silencio en la música, o el momento de la escucha atenta en silencio en las investigaciones sonoras. 
Por el momento, en la incertidumbre de demasiadas cosas, ese eros que mencioné en tanto amor como una de las manifestaciones ligadas a lo ético en los creadores y creadoras debiese pasar, por ahora, en compartir relaciones investigativas con las y los científicos serios y responsables para no caer en la atrocidad de creer que no me importa contagiarme de un virus sabiendo que probablemente no moriré, olvidando que existe el Otro, los otros que arrastraré conmigo -y algunos mataré detrás mío- por mi falta de amor que solo creo que existe para mi mismo, donde el resto se instrumentaliza a favor mío. Es un buen momento para ver que ese “resto” es quién también me ayudará. Quizá lleguemos a la clásica absorción y aporía de una educación capitalista que enseñe a nuevas generaciones a amar por conveniencia.   
Guba, E. G. (1981). Criteria for Assesing the truthworthiness of naturalistic inquiries. ERIC/ECTJ Anual, vol. 29,2, pgs. 75-91.
Guillemin, M., Gillam, L., Rosenthal, D. & Bolitho, A. 2008, Investigating Human Research Ethics in Practice: Project Report, Centre for Health and Society, The University of Melbourne, Melbourne.
Samuel Toro. Licenciado en Arte. Candidato a Doctor en Estudios Interdisciplinarios sobre Pensamiento, Cultura y Sociedad, UV.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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