‘El mendigo de Dios’ | EL DEBATE



Para saber. Un psiquiatra le preguntó a un paciente: “¿Así que usted escucha voces sin ver quién le habla?” El paciente contestó: “Sí, doctor, muchas veces”. El psiquiatra, preocupado, volvió a preguntar: “¿Y cuándo le sucede eso?” El paciente respondió: “Pues siempre que hablo por teléfono, doctor”. Ciertamente, para hablar con alguien no es necesario verlo. Cuando nos dirigimos a Dios, no lo vemos, pero sí es real la conversación. El papa Francisco comenzó un ciclo dirigido a la oración, que es un grito que sale del corazón de los que creen y se confían a Dios. Tomó como ejemplo a un personaje del Evangelio, que para él es el más simpático, el ciego Bartimeo.Para pensar. Bartimeo mendigaba al borde del camino, escuchó que Jesús pasaba y gritó: “¡Hijo de David, Jesús, ten compasión de mí!”. Muchos le reprendían, pero gritó más fuerte: “¡Jesús, ten compasión de mí!”. Es el ejemplo de una testarudez hermosa de quienes buscan una gracia. Bartimeo le pide: “¡Que vea!” Jesús ve su fe y lo cura: “Vete, tu fe te ha salvado”. Bartimeo es un hombre perseverante. Pensemos si somos perseverantes en la oración, aunque al principio no recibamos respuesta.Para vivir. La fe, como en Bartimeo, es un grito, es la esperanza de ser salvado. No tener fe es quedarse en silencio, no rezar. El catecismo de la Iglesia Católica afirma: “la humildad es la base de la oración” (n. 2559). Decía el predicador del Papa, Cantalamessa, que la situación de confinamiento nos ha de despertar del delirio de la omnipotencia, darnos cuenta que sin Dios nada somos. Entonces, oraremos humildemente. Por ello el hombre es el “mendigo de Dios”. Solo de él recibimos las respuestas cuando estamos a oscuras. Clamemos: “¡Jesús, ten compasión de mí!” Entonces, como Bartimeo, recibiremos la luz y veremos.  



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