Investigación en humanidades, artes y ciencias sociales ante el proceso constituyente



Es difícil establecer cuánto y cómo ha cambiado el país durante el año que ha pasado. Hasta la percepción del tiempo parece trastocada luego de todo lo que se ha vivido. Al mismo tiempo, la tensión entre la necesidad de transformación y la búsqueda por preservar lo existente se hace más central, aunque también más burda y paradójica, pues cuando se hace un uso tan ilegítimo y arbitrario de la fuerza para preservar un orden que ya no ordena se terminan forzando igualmente cambios. Hace un año el clamor por la refundación de Carabineros era inexistente, hoy aparece como una necesidad democrática.
Todavía no sabemos si lo vivido puede erosionar más todavía la débil democracia que tenemos, o si la terminará fortaleciendo y profundizando. Pero sabemos que lo que está en juego es importante y que es imposible volver atrás en el tiempo. Además, el resultado del proceso no será azaroso, más bien corresponderá al resultado de nuestras propias fuerzas y compromisos.
Es que este año ha demostrado que, aunque tengamos búsquedas y sensibilidades diferentes, existen problemas comunes que deben ser enfrentados y superados con organización y movilización. La falta de dignidad apareció como una condición intolerable, que se manifiesta diferenciadamente según el lugar que cada cual ocupa en la sociedad, pero que está ligada a cuestiones de carácter estructural.
Para empezar, la obligación de tolerar la puesta en valor y la amenaza de una violencia deshumanizadora, pues en Chile los Carabineros parecen marchar con quienes celebran las violaciones a los derechos humanos y realizan saludos nazis. Por otro lado, la inexistencia de derechos sociales garantizados que puedan asegurar mínimos materiales implica que la deuda tenga un lugar disciplinante dentro de nuestra experiencia cotidiana. Además muchas de las necesidades e inquietudes actuales no tienen lugar en una política e institucionalidad hoy ajenas a la realidad, por lo que su ensanchamiento y transformación es fundamental para encauzar racionalmente los diversos conflictos y definiciones actuales y futuras que viviremos como sociedad.
Por cierto, han aparecido algunas certezas insoslayables para pensar posibilidades de profundizar la democracia: la centralidad que el respeto a los DD.HH. debe tener para que la democracia pueda existir verdaderamente; la importancia de la memoria y de la estética, por ejemplo, a propósito de todas las manifestaciones y prácticas urbanas; la necesidad de reflexionar temporal, conceptual y simbólicamente que aparece con el proceso constituyente; que con una comunidad política tan dividida es imposible poder proyectar objetivos nacionales en el largo plazo; que es posible configurar otras formas de institucionalización y ordenamiento de la vida social y colectiva.
Como Asociación de Investigadores en Artes y Humanidades nos hemos formado la convicción de que la práctica y la investigación en los saberes que hemos cultivado durante las últimas décadas en Chile, en particular, deben cumplir un rol central para propiciar conversaciones pendientes y desafíos esenciales para poder pensar un futuro en común. Es por eso que proponemos una serie de ideas que aspiran a viabilizar esas posibilidades.
Lo primero es el reconocimiento y puesta en valor de las capacidades instaladas de investigación en las áreas de artes, humanidades y ciencias sociales. Estas áreas no solo pueden ayudar a comprender y reflexionar sobre los fenómenos que vivimos, sino que además ofrecen herramientas para intervenir, ya sea a nivel de las políticas públicas como también propiciando formas de participación y asociación, que permiten afirmar comunidades y territorios, respetando su diversidad y formas de organización. En ese sentido, resulta problemático que la academia siga siendo nuestro único o principal horizonte y se hace necesario el ejercicio creativo para incorporarse de mejor modo al aparato público, al mundo privado y a la sociedad civil.
Existen muchas dimensiones que requieren atención urgente en estos momentos, en las cuales se puede trabajar desde perspectivas inter y transdisciplinarias que enfaticen las áreas del conocimiento nombradas, para establecer planes que permitan alcanzar objetivos en temas de derechos humanos, desigualdad, diversidad y participación territorial, fortalecimiento de canales de participación y confianzas, aspectos sociales y culturales de la migración, mecanismos de apropiación y significado a través del arte y la creatividad, alfabetización digital, ética y reglamentación respecto al uso de datos personales, todos los cuales constituyen dimensiones que permiten no solo fortalecer la participación y la democracia.
Pero esto no puede realizarse solamente desde el conocimiento experto, sino que debe desarrollarse de forma participativa y contextualizada a los diversos lugares y territorios del país. En otras palabras, un saber que haga sentido y sea útil para un propósito específico debe construirse de forma colectiva y dialogada entre diversos involucrados en el tema. Lo suficientemente abstracto para abarcar una problemática general y, al mismo tiempo, lo suficientemente concreto para considerar las especificidades de cada caso. Esto supone un trabajo conjunto que no puede reducirse a mesas informativas o a labores paralelas descoordinadas y muchas veces desfinanciadas, sostenidas en la pura voluntad de las partes.
En efecto, buena parte de la discusión y trabajo científico podría abocarse a la reflexión teórica y concreta sobre problemáticas centrales para la sociedad, en formatos específicos para ello. Así, la cuestión sobre dónde y cómo publicar resulta central, porque si nuestro objetivo es construir flujos virtuosos entre discusión pública, investigación y cambio social, entonces las formas de evaluación deben apuntar en ese sentido.
La gran tarea colectiva que tenemos es comenzar un proceso de construcción de una sociedad nueva, cuestión que pasa por conocer lo que somos hoy y el cómo llegamos hasta aquí. Esto hace ineludible enfrentar de raíz los conflictos que hoy proliferan, pues su abordaje meramente represivo es espurio y comprobadamente ineficaz.
Nuestra convicción es que desde las artes, las humanidades y las ciencias sociales debemos ponernos a disposición para profundizar la democracia y, por lo mismo, nos sentimos convocados a participar activamente del proceso constituyente.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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