Mercado San Juan de Dios de Guadalajara lucha por sobrevivir




Guadalajra, Jalisco.- “Se murió mi padre, abrimos. Se murió mi madre, abrimos. Se murió mi esposo, abrimos. Se murió mi hijo ¡y abrimos! Aquí siempre se abrió. Ahora con la pandemia tuvimos que cerrar desgraciadamente. Es el momento más difícil que he vivido en mi vida”, relata María Esther López Gutiérrez, una de las comerciantes más longevas del Mercado San Juan de Dios,de Guadalajara, Jalisco.Desde una silla de plástico, se hace escuchar la voz de aquella mujer quien luce una cabellera corta, risada y pintada de blanco por los años, esos que aún no han podido doblegar su notorio carácter, con el cual se hace valer para dirigir los ocho locales que le quedaron tras morir sus familiares.
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Lúcidamente relata cómo fue aquel jueves 28 de diciembre del 1958, cuando se reinauguró el Marcado San Juan de Dios. Con 13 años de edad, ella cargó desde la avenida Calzada Independencia decenas de chiquihuites para vender el calzado hecho con vaqueta en aquel recién restaurado mercado y hoy casi quebrado.

“Entró el Regidor y estuvo otorgando lugar para sultano, fulano, mengano y perengano. Ese montón de gente detrás del señor Nieves… Era jueves y como desde las 6-7 de la mañana el regidos ya andaba repartiendo lugares… A partir de ese día ningún día se cerró. Solo de ahora en la pandemia para acá”

Señala María Esther.Don José Luis Gutiérrez Armas, propietario del icónico restaurante “El Chivo de Oro”, también añora aquella fecha. Él contaba con apenas 8 años de edad y señala que era una completa algarabía la que se vivía en su familia y el lugar. Él y sus hermanos corrían de un lado a otro jugando y haciendo mandados que le solicitaban sus padres.Experiencias como las de ellos se vivieron en mil 800 locales más y con el paso de los años las historias se han replicado en otros mil 200. Pero como dicen, la historia de este lugar data de muchos años atrás: 132 para ser exactos.Algunas historias se remontan hasta a cinco generaciones atrás, pero, largas o cortas, todas coinciden en que es una gran familia la que hay al interior del mercado e incluso afuera, pues cada vendedor se dice consiente de que sobre sus hombros también recae el sustento de las familias de los artesanos, productores, costuraras, cocineras, proveedores y más personas que diariamente trabajan para surtir cada puesto.Su vasta experiencia y los 132 años de historias del Mercado San Juan de Dios los respalda cuando dicen que este 2020 les ha dado las peores vivencias.
“El mercado cerró 3 meses. Fue una cosa ¡horrible! En tres meses se nos fue todo lo que se hizo en años, porque hubo que pagar empleados. Ahorita ya solo quedamos casi puros familiares”

Dice don José Luis, quien añade que anterior al coronavirus ni la plaza comercial más lujosa había causado los estragos económicos que les ha dejado esta pandemia.Al recordar los buenos tiempos y compararlos con esta difícil etapa que han vivido, no tardan en humedecerse los ojos de quienes cuentan ahí vivieron su niñez, su adolescencia, dieron su primer beso, ahí dijeron un “sí, acepto” o incluso ahí dieron el último adiós al amor de su vida. Los mismos que ahí siguen firmes resistiendo la batalla.

María Esther López Gutiérrez, quien labora en el mercado desde que se inauguró el 28 de diciembre del 1958, relató “aquí conocí a un vecino de allá, me enamoré, le eché el ojo y ¡riaaan! (se casó)”. Ahora posa junto a Rosa Alejandro Alvarado López, una de los hijos que procrearon. Foto: Carolina Solís

Renovarse o morir
Pese a todos los duros golpes que han recibido por parte de la pandemia del coronavirus, desde el comerciante más mayor hasta el más joven señalan seguir en pie de lucha por sacar adelante a sus familias y no dejara desamparadas a las de sus empleados.Martha Leticia Siordia Rodríguez, hija del fundador de la icónica dulcería “Las abejitas”, relata que en los meses de marzo, abril y mayo pasado vivió las más crueles experiencias que le ha dado la vida.
“Me senté a llorar en la escalera al ver todo cerrado, porque en mi vida nunca había visto a San Juan de Dios cerrado, los 365 días del año permanece abierto, así sean días festivos, días memorables, navidad, fin de año, San Juan de Dios todo el tiempo está despierto y yo sentía en esas fechas a San Juan de Dios muerto”

Esto lo vivió al acudir al mercado por mercancía para venderla a domicilio a costo de producción, pues ya la finalidad no era ganar, sino recuperar el dinero invertido y tener con que apoyar a sus empleados.Contrario a esta mala experiencia, Jaime Castillo Barragán uno de los herederos del negocio “Charrería y trajes típicos Jimmy”, relata que derivado de la escasez de cubrebocas vieron la oportunidad de sacarle la vuelta a la pandemia y optaron por crear los propios y personalizarlos con diseños mexicanos, utilizando así la tela que inicialmente fue pensada para la elaboración de trajes típicos.
“Lo que no producíamos en otros productos como los vestidos bordados, en las blusas bordadas, lo implementamos en los cubrebocas y fue un éxito gracias a Dios. Vendimos a Inglaterra, a España, a Francia a todos los países en donde estaba el COVID-19 a todo lo que daba y esto es lo que mantuvo al negocio estos meses de contingencia y pudimos mantener al personal laborando, sobreviviendo”

Dijo Jaime y añadió que el renovarse e incursionar en este nuevo giro comercial ha logrado sobrevivir la empresa y las familias de 180 artesanos que laboran solo para ellos.Por su parte, María Esther López Gutiérrez señala que en su comercio ya están pensando en crear nuevas promociones para hacer frente a las que tendrán los grandes comercios con el próximo Buen Fin.
“Ahorita estamos armando muchos especiales como viene lo del Buen Fin pues tratamos de mejorar precios para atraer al cliente, incluso yo hasta estaba pensando bajarme hasta un 40 por ciento para ver si se logra algo”

Confesó.

José Luis Gutiérrez Armas, de 70 años de edad, propietario de la Birriería El Chivo de Oro, quien presume que a lo largo de su trayectoria le ha tocado recibir como clientes a artistas como los Polivoces, El Piporro, Antonio Aguilar, Don Silvestre, Paquita la del Barrio, El Caballo y Vicente Fernández, quien es originario de Jalisco. Foto: Carolina Solís

Un mercado con calor de hogar
De manera popular, los tapatíos lo apodan el mercado “Taiwán de Dios”, pero quienes diariamente levantan las cortinas a temprana hora y alistan su mejor sonrisa para recibir a los turistas lo catalogan como una vecindad, un pueblo, una gran familia, como su hogar.Don José Luis Gutiérrez incluso lo considera “una fuente de trabajo para todas las personas, desde el más niño hasta el más viejito que ya afuera no consigue trabajo”, comentario que es reafirmado por Martha Leticia Siordia Rodríguez, herederas de la dulcería “Las abejitas”, uno de los comercios que figura entre los más icónicos del mercado.
“Me siento muy comprometida a seguir con este legado, porque no solo es de mi familia, es de ¡muchas familias! Es un mercado que nos ha dado de comer a muchísima gente, no se puede decir que es solo un trabajo ¡es una fuente de trabajo para muchísima gente! Porque, me puedes ver aquí como representante de un negocio, pero atrás de mi existe mucha gente que vive de lo que se vende aquí”

Dijo la joven abuela quien relata continuará las enseñanzas que le dio su padre y de la misma forma planea transmitirlas a sus nietos, quienes ya empiezan a dar sus primeros pasos por los pasillos del mercado para dar la bienvenida a los clientes.
“La mayor parte del dulce de Jalisco está elaborado con frutas naturales, con muy poco conservado, aun así, tiene una caducidad de 8 días, 15 días o de 3 meses … Y mi papá siempre trata de que se conserve la receta original, que no se pierda el sabor tradicional y así seguirá”

Señala Martha Leticia para después recomendar los dulces más distintivos de región: el elaborado con arrayan, seguido de los borrachitos, la cocada, el rollo de guayaba relleno de cajeta con nuez y con coco, el azafrán y el dulce de leche.

Jaime Castillo Barragán, quien está al frente de “Charrería y trajes típicos Jimmy”, negocio que arrastra un legado de cinco generaciones en la elaboración de trajes típicos y tras la pandemia ha sobrevivido gracias a la confección de cubrebocas con bordados mexicanos. Foto: Carolina Solís

Doña María Esther también se ha dado a la tara de transmitir la tradición en su familia y el amor por el comercio. Asegura que, a sus dos hijos y nietos, quienes ahora le ayudan, les ha inculcado siempre brindar un buen servicio y hacerlo con la misma emoción que ella lo hacía aquel día de aquella reinauguración.
“Aquí adentro se mueve mucho el respeto, la buena atención para el cliente y más que nada la comodidad que tratamos de darle, como en aquel 58′ cuando empezamos: dar barato, dar la mejor calidad, el mejor trato para ver si volvemos a aquel mercado”

Con una sonrisa en su rostro, José Luis también pide a los turistas que acudan a este emblemático sitio, pues asegura que además de encontrar un gran surtido es un sitio de gran valor para Guadalajara, México y de todo Latinoamérica ya que desde el 2004 fue declarado Patrimonio Artístico de la Nación por el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).
“La mayoría (de los refundadores) ya murió, pero seguimos todos unidos… Visítenos, con mucho gusto los atendemos y siempre estaremos con las manos abiertas para recibirlos… Aquí el mercado aún vive y ¡es el corazón de Guadalajara!”

Finalmente, Martha Leticia Siordia invita a la población en general consumir en los comercios locales, pues con ello dice ayudan a la economía de la región. Mientras tanto, ella compromete con mantener de pie este espíritu de hogar, de buen servicio y de calidad que de manera sencilla ofrece el mercado techado más grande de Latinoamérica (4 mil metros cuadrados).
“No dejen de venir a San Juan de Dios. San Juan de Dios sigue vivo y sigue de pie y va a estar de pie durante muchos años mientras nosotros estemos con la camiseta bien puesta”

Martha Leticia Siordía Rodríguez, heredera de la dulcería inicialmente llamada “La gota de miel” y hoy conocida como “Las abejitas”, relata que ni el cambio de nombre al comercio le causó tantas afectaciones como la pandemia. Foto: Carolina Solís 

 

 

 



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