Cooperar, colaborar y construir comunidad



Cooperar, colaborar y construir comunidad: estos son los caminos que permitirán que surjan propuestas satisfactorias para todos, incluyendo a la naturaleza. Mientras muchos se concentran solamente en cómo “recuperar” lo perdido, el piso movedizo en que se ha transformado la actualidad y los enormes desafíos que enfrentamos nos invitan a cambiar para crear soluciones nuevas. El individualismo, la mirada puesta en el corto plazo y la competencia como principal motor están en jaque.
El reciente incendio en Curacaví sirve de ejemplo. Una situación límite permite que aflore nuestra esencia humana colaborativa. La gente local –con el emblemático liderazgo del “Chano” (chispeante, asertivo y con el humor sabio que es propio de los hombres de campo)– formó cuadrillas, usó sus herramientas y pulmones para ahogar las llamas y el agua de las piscinas para calmar la furia destructora: sólo juntos podíamos detener el fuego.
El conocimiento del terreno de los locales, la coordinación de voluntades y la garra por defender la vida lograron que el esfuerzo colectivo rindiera frutos al unirse a la acción de bomberos. En segunda línea, otros activaron sus redes para imprimirle un sentido de urgencia a la situación y pedir los necesarios refuerzos: unos armaron colaciones para los que luchaban contra Agni (‘fuego’ en sánscrito), los “patrones” apoyaron económicamente a los “apatronados” y cada uno desde su espacio buscó ser un aporte a la solución colectiva que nos permitió recuperar la calma.
Varios otros fuegos están presentes en nuestra sociedad. De algunos nos llega el humo, otros laten subterráneos, pero hay unos cuantos que nos están quemando la punta de los pies. Todos, más allá de si son recientes o llevan siglos, requieren imperiosamente ser enfrentados desde la mirada amorosa de la comunidad. Ninguna solución individual o de algún grupo mesiánico servirá, no porque sean “malas” per se, sino porque esos fuegos no aceptarán como ofrenda soluciones parciales. Sólo la fortaleza de ser comunidad –una comunidad que integre las diferencias– nos hará vencer.
Muchas chispas se están levantando como parte del proceso constituyente. El tiempo de campañas es durísimo, especialmente para los independientes. Pero cuando tengamos a las y los elegidos, las pruebas serán aún mayores. Las y los constituyentes tendrán la misión no sólo de ser la voz de sus electores, sino también de abrirse al proceso de construcción de acuerdos con quienes tengan visiones de mundo muy distintas.
Un Chile fragmentado es frágil. Sus fortalezas, barreras de protección y resguardos se crean precisamente en el espacio de encuentro con otras y otros, especialmente con aquellos que piensan, sienten y sueñan de manera distinta a uno mismo. Sólo unidos venceremos (viviremos).
 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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