Cirujano-dentistas y la salud pública



Al afrontar los actuales y futuros desafíos sanitarios, resulta oportuno repasar el legado de quienes nos precedieron en la interacción entre necesidad y espíritu. En Salud Bucal, comprobamos que la práctica quirúrgica se funde con los orígenes de la humanidad. Fauchard reúne el ejercicio quirúrgico y dental en la Francia del S.XVIII con el rótulo de cirujano-dentista, título que como tal la Universidad de Chile otorga desde 1952. Paulina Starr, en 1884, fue la primera mujer en titularse de dentista en dicha Universidad. Al poco tiempo se comisiona al cirujano Germán Valenzuela Basterrica a formarse como cirujano-dentista a la Escuela Dental de París, y a su regreso, en 1904, se le nombra director de la nuestra.
En 1909 ocurre un homicidio, encubierto con un incendio en la Legación alemana, caso políticamente complejo y resuelto por Valenzuela, realizando un estudio forense dental. Aparece allí un nuevo tipo de riqueza, intangible: certeza jurídica y paz política al demostrar que el homicida fue el canciller, supuesta víctima, y la víctima, un funcionario de la Legación. En 1952, la Escuela Dental se transforma en Facultad de Odontología, y Alfonso Leng se convierte en su decano. Leng recibe el Premio Nacional de Artes mención Música en 1954 y, junto a Waldo Vila, artista plástico del Grupo Montparnasse e integrante de la Generación del Trece y antiguo director de la Escuela Dental, llevan a nuestra disciplina a una cima humanista difícil de repetir. La impronta de compromiso social de la profesión, marcada con su ingreso a la ley médica, se refleja en el Tren de la Salud.
Esta iniciativa de Haydée Alarcón, quien junto a Marcio Isamit y al neurocirujano Juan Carlos Gómez, coordina voluntarios universitarios con recursos estatales del SNS y FFEE para llevar Salud, en febrero y septiembre de 1971 y febrero de 1973, a comunidades de tres de las provincias más pobres del país: Biobío, Malleco y Cautín. Con ello extiende la atención sanitaria, y demuestra que la Estomatología, como disciplina, es capaz de entender la salud de manera colaborativa y generar bienes públicos: acceso a una atención sanitaria prioritaria, equitativa, oportuna y de calidad que, reconociendo las determinantes sociales en salud, lleva bienestar a la comunidad. Por último, en 1976, Luis Ciocca prueba la existencia de ciudadanos detenidos, muertos y hechos desaparecer por la dictadura civil militar que negaba esta realidad.
Él identificó, con el mismo rigor odontológico-legal que Valenzuela, el cuerpo de Marta Ugarte, hasta entonces detenida desaparecida. Desde Pedro Morán, flebótomo de origen y cirujano mayor del ejército patriota en Rancagua, hasta hoy, en que luego de la titulación existen otras áreas de formación –especialidades, doctorados, laboratorios, proyectos financiados e integración en consorcios transdisciplinarios de investigación, desarrollo e innovación–, vemos una disciplina pujante y comprometida. También que esa posición resulta clave en la sociedad, pues redefine y confirma a los cirujano-dentistas como actores relevantes y necesarios en el Estado, en la salud pública, en la ciencia, y en la academia. Hoy, el consumo exorbitante de azúcares y grasas es responsable de condiciones y patologías que en su conjunto desafían la salud pública: obesidad, hipertensión, síndrome metabólico, trastornos del sueño, caries y periodonciopatías, que comparten factores causales.
Esta realidad situada en un contexto de brutal inequidad, inexorable cambio climático, exacerbado por un ambiente de pandemia y en una sociedad envejecida, señala nuestro camino y nos obliga, en tanto cirujano-dentistas, a trabajar de forma colaborativa con los demás actores para su reversión. Para ello necesitamos este giro paradigmático en que ciencias, creatividad tecnológica, innovación y capacidades para generar políticas de salud pública faciliten la transformación de la sociedad, una en la que el bienestar esté asociado a Salud más que a consumo.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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