Carta a la próxima presidencia




El próximo gobierno será probablemente liderado por una izquierda sin complejos y con ganas de implementar transformaciones profundas. Pero ganar la elección presidencial (y hasta la parlamentaria) no será suficiente: el o la candidata que pasen a segunda vuelta deberán evitar caer en la trampa del “judo político”, en que por ganar salen perdiendo. 
Aunque las encuestas digan que la elección presidencial está abierta lo natural sería que el próximo gobierno representara la sensibilidad que se levantó durante el estallido 2019; un ánimo refundacional de izquierda, no por nada la izquierda ganó todas las elecciones post estallido. 
La estrategia habitual de toda candidatura es asegurar la elección. Esto se logra hablando de los beneficios que llegarán y escondiendo las dificultades que será necesario sortear. 
Por ejemplo, el gobierno de la Nueva Mayoría ganó la segunda vuelta por un margen extraordinario y contó con una mayoría parlamentaria nunca vista. Hablar de beneficios sociales generó un fuerte caudal de votos y también grandes expectativas en la población. Pero al intentar implementar la reforma tributaria que financiaría el programa, hubo consecuencias laborales. La ciudadanía se sintió engañada porque siempre se dijo que estos costos no existirían. 
Ante el malestar ciudadano la centroizquierda se fracturó, algunos renegaron del programa de gobierno y el Caso Caval sepultó a la coalición. 
Estos fracasos llevaron a que Piñera ganara la elección presidencial siguiente. Mirando hacia atrás parece inútil haber logrado una diferencia de 24 puntos, hubiese sido preferible alinear las expectativas de la ciudadanía, quizás ganando por un menor margen.
Si quieren generar cambios reales, en la segunda vuelta deben convencer al electorado de que vale la pena sortear las dificultades iniciales para gozar de los beneficios en el futuro. 
Veamos dos casos concretos: implantar un Estado de Bienestar y aumentar las pensiones.
Sabemos que los países que cuentan con Estados de Bienestar son más igualitarios y cohesionados. También sabemos que el trabajar promedio paga más impuestos (41% del salario en Portugal, 46% en Francia, 49% en Alemania, 35% en Dinamarca y sólo 7% en Chile). Para recibir grandes beneficios la clase media tiene que aportar un poco más.
Una de las demandas ciudadanas más sentidas es aumentar las pensiones. Sabemos que subir la tasa de cotización a 16 o 18% no generará aportes suficientes si no es parejo para toda la población. Y eso significa fiscalizar la informalidad, un 30% de los trabajadores son informales (datos prepandemia), y muchos empleos formales tienen componente informal (propinas). Por ello subir la tasa de cotización sin bajar informalidad es insuficiente.
Si no se mencionan siquiera estos dos puntos será imposible implementar los cambios. La ciudadanía se sentirá estafada por los políticos una vez más. Así, el “judo político” de la derecha consiste en usar la misma fuerza política de la izquierda -que prefiere asegurar la elección en vez de asegurar el apoyo a su proyecto- para que los cambios jamás se implementen. Con tal de ganar, la izquierda sale perdiendo.
La segunda vuelta tendrá al frente a un candidato abiertamente de derecha y alto rechazo ciudadano. Por lo mismo, el riesgo de perder la elección será bajo. En vez de intentar ganar la segunda vuelta por un margen de 24 o 30 puntos es preferible calmar los ánimos proyectando un camino realista hacia el futuro.
Es mejor liderar un proyecto real que un lindo sueño.



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