Vanguardia y el gobierno del presidente Gabriel Boric



En todo proyecto político hay una cuota de expectativas. En este próximo gobierno del presidente Gabriel Boric existe mucha, porque amplios sectores de la población creen que ciertos aspectos de la sociedad pueden cambiar radicalmente. Luego de muchos años de experimentar la “herencia estructural” de la dictadura, la ciudadanía chilena quiere efectivamente que las cosas cambien, sobre todo ante el gobierno de Sebastián Piñera, un gobierno que definitivamente no tuvo capacidad de gobernar este país.
Empero, como se puede observar en la historia reciente mundial y latinoamericana, siempre en los proyectos de izquierda (radical), principalmente, crean expectativas que cuando se convierten en gobierno terminan por diluirse. Creo que este es un momento propicio (más que necesario) de bajar las expectativas sobre el próximo gobierno para evitar las frustraciones a posteriori (que seguramente habrán). Por ejemplo, sobre el tema de la seguridad o de la migración irregular no creo que existan cambios sustantivos en esa materia (de hecho la migración irregular solo se puede gestionar de mejor manera, porque seguirán los flujos al menos que el presidente Nicolás Maduro sea depuesto en Venezuela, algo difícil por el momento), lo cual puede crear un gran flanco para el gobierno si no es capaz de “solucionar” ese “problema”. La ciudadanía chilena no sólo sufre por la “opresión empresarial” verificada en los excesivos cobros de las autopistas, precios de las viviendas, la contaminación ambiental, etcétera, sino también por los asaltos con resultado de muerte, secuestros, la instalación de carpas en plazas, “tomas” de casas en el centro de Santiago, etcétera. Además de la sensación de abandono del “Chile periférico” como Iquique, Colchane o Antofagasta, quienes estuvieron que esperar más de un año para que el ministro Delgado prestara atención a sus demandas.    
No obstante lo anterior, detrás del proyecto del nuevo gobierno está de manera latente la vieja idea de vanguardia, que le da a este grupo la responsabilidad de “iluminar” a la población para ayudarla en sus problemas. Un elemento central para la vanguardia en su “epistemología privilegiada” es el sufrimiento de la población a manos de alguna forma de opresión, la cual al parecer en el próximo gobierno se verifica en los “empresarios”, la derecha política y la institucionalidad actual heredada de la dictadura cívico militar. La “misión”, por tanto, es contrarrestar esa opresión para hacer un “Chile más justo y para todes”, sin exclusión. Sin embargo, hoy por hoy, la ciudadanía es mucho más compleja, diversa y no necesariamente es de izquierda (algunos votaron a Boric solo para que no saliera electo Kast) o está de acuerdo, por ejemplo, con el lenguaje inclusivo. Y no por eso está “errada” o “engañada” por el “sistema”. Sencillamente tienen otras visiones distintas a la vanguardia.
De alguna forma la vanguardia también se ve reflejada en la actual Convención Constitucional, donde hay miembros que destilan presunción de conocimientos académicos en los cuales están develando las dinámicas “verdaderas” de la realidad, a diferencia del resto que no ha tenido acceso (la ciudadanía). Esto en algunas universidades chilenas se observa mucho: pequeños espacios universitarios transformados en “vanguardias”, en los cuales el pensamiento “crítico” abunda bastante en una suerte de competencia (neoliberal) por quién es “más crítico” del grupo, al mismo tiempo de no aceptar ningún tipo de contestación que no sea lo que ellos quieren oír. Espacios que tienen ese ideal normativo de lo que se “debe hacer en Chile” para superar sus problemas endémicos. En la práctica esa vanguardia no se diferencia mucho de los tecnócratas de Chicago de la dictadura (o de las actuales facultades de Economía) que pretendían imponer una escuela económica particular (neoclásica) como la “Economía” (con mayúsculas).
A mi juicio, el parágrafo anterior es relevante porque estos mismos académicos de vanguardia están como colaboradores del próximo gobierno, así como también en la Convención Constitucional. Además, he observado que algunos de ellos están con proyectos Fondecyt adjudicados. Al respecto, una simple duda: ¿No existirá algún tipo de incompatibilidad entre la responsabilidad de llevar una cartera de gobierno y un proyecto de investigación que demanda mucho trabajo en paralelo?
En virtud de lo anterior, desde mi punto de vista, el próximo escenario político chileno, por más que sus actores principales quieran decir lo contrario y el presidente Boric cambie de residencia al barrio Yungay para estar más “cerca” de la gente, presenta un claro sesgo elitista (¡en realidad cuando no lo ha sido la política chilena!), porque al final lo “verdadero” o lo “bueno” para el país es según la perspectiva de la vanguardia, en definitiva.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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