Ineptitud u oportunidad constitucional – El Mostrador



Durante las últimas semanas, y no menor con asombro, el país ha conocido a través de diversos columnistas de medios de prensa escritos, a través de las cuales no solo se ha hecho un juicio crítico a diversas propuestas populares hechas llegar por la ciudadanía a la Convención Constitucional, sino además se ha enjuiciado las iniciativas de los constituyentes y también la forma de trabajo que han adoptado para lograr los acuerdos de las futuras normas constitucionales.
Lo que más ha llamado la atención, son las críticas a los contenidos de las iniciativas, tratando de generar con ello un marco preestablecido sobre las cuales puede el poder constituyente de la ciudadanía realizar los cambios requeridos por la ciudadanía, la que se fundan sobre determinados prismas ideológicos e incluso algunos que rayan en modelos conservadores que tratan de impedir los cambios que la gente viene requiriendo para las futuras décadas.
Lo anterior incluso motivó la intervención del presidente de la República, haciendo alusión a que la constitución es de todos (as) los (as) chilenos (as) y no solo de algunos, expresión no es gratuita en un ambiente que ya estaba encendido políticamente.   
Tal bombardeo comunicacional no es gratuito, y diversos actores han visto con alarma como sus presupuestos ideológicos y modelos instalados por el régimen militar, están siendo cambiados por la Convención Constitucional, y la legítima reflexión que nace de este proceso, es que es justamente todo el proceso se funda en reescribir con hoja en blanco nuestra nueva carta magna.
Independiente de las posturas ideológicas, y de la forma en que se generó el cuerpo y poder constituyente actualmente en ejercicio, las críticas vertidas solo vienen a tratar de generar una posición política al interior del país, incluso a generar soterradamente los llamados a los “planes B” frente a la eventual futura Constitución.
Pero lo que no se logra entender, es que el acuerdo político llegado el 15 de noviembre del año 2019, que nace justamente tratando de canalizar las demandas del estallido social que parte el 18 de octubre del mismo año en el país, trae consigo la oportunidad de cambiar el país, el modelo y los principios fundacionales de su organización y reconocimiento de los derechos de las personas, conllevando al fin de determinados enclaves y pilares consagrados en la Constitución de 1980, y por supuesto revalidando el valor de la persona, el medio ambiente, la igualdad de oportunidades que debe desarrollarse en libertad y bajo un régimen verdaderamente democrático.
La discusión de principios e iniciativas que permitan soñar el nuevo Chile, no debe ser objeto de la típica invalidación a la que están acostumbrados ciertos políticos para garantizar su propia postura, sino que al contrario, debe construirse un ambiente en que fructifique el debate serio, que permita solo concretar un solo objetivo, la viabilidad de la materialización de las nuevas iniciativas.
Dejemos a nuestros convencionales desarrollar su trabajo, en soñar el nuevo Chile que dejaremos a nuestras futuras generaciones, que les permita querer vivir en un país con paz social, con una democracia real, con un Estado que acoja y no discrimine, con un Estado que proteja y no permita la impunidad, en un Estado que impulse a una vida mejor y no permita las grandes desigualdades, en un Estado donde los niños, niñas y adolescentes vean con seguridad su desarrollo y futuro, y no con temor, inseguridad y donde el poder económico prime en proyección, un Estado donde las personas tengan la oportunidad de acceder a cualquier meta y sueño, sin enclaves de carácter censitario, que solo permitan el crecimiento de los más adinerados.
La crítica hacia los convencionales constituyentes ha sido gratuita, con un efecto desmoronador del alto concepto ciudadano en el actual ejercicio del poder constituyente, solo tiene por objeto el perturbar y presionar su funcionamiento, en busca de evitar cambiar el modelo al cual está acostumbrado el quintil más poderoso de este país, y evitar que el Chile que soñamos, pueda encaminarse por las grandes Alamedas por donde transite el hombre (mujer) libre para construir una sociedad mejor. Así lo decía el Presidente Allende, en especial al indicar que “la historia es nuestra y la hacen los pueblos”. Esta es la verdadera oportunidad del Chile que quiere cambiar.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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