‘El último día de Bernardo’

El teatro al interior del teatro se convierte en una epifanía reveladora, nuestra historia se reinterpreta en la intimidad del espacio, previo a la tercera llamada, la luz es sutil y envolvente, atrapa los sentidos, allí se trazan horizontes y universos para mirar holísticamente los sucesos históricos de los muchos Méxicos que habitan en nuestro presente. Al interior del camerino fluye el diálogo entre los dos actores, Francisco de Luna, que interpreta al político y militar Bernardo Reyes, y Cristóbal Alanís con el personaje del custodio del Gral. Reyes. Sus reflexiones son provocadoras, el paradigma del poder en la historia rompe con las estructuras hegemónicas del discurso, nos envuelven en un viaje introspectivo, se reinterpreta la historia con un balance crítico, humano y consciente de las realidades del México convulso a principios del siglo XX, y tan similar en la actualidad. Con la tercera llamada viajamos a los últimos momentos de la vida del general Bernardo Reyes, ese trágico 9 de febrero de 1913, donde es asesinado en su intento de asalto al Palacio Nacional, y que influyó decisivamente en el curso de la historia de México. Nos encontramos en el diálogo con un hombre patriota, sensible, preocupado por sus hijos, y el estado que gobernó por veinte años, Nuevo León. Conocemos a un político con una visión de gobierno icónica, se define por su apuesta a la educación y el desarrollo, logró asentar bases firmes y fortalezas para el estado, que se reflejarían en la posrevolución y la modernidad.  La fuerza en la representación escénica de Francisco de Luna, expresa un trance en el sueño de un patriota, el espacio se transforma metafísicamente en un plano donde las revelaciones del general exponen entre líneas las cualidades de un soñador y enamorado de su patria.Cristóbal Alanís transforma la ficción narrativa en un componente dual de las realidades en las identidades, para explicarnos lo que ocurre en las complejidades de los sucesos históricos que definen el presente. La voz y la presencia de ambos actores son la fusión en la fuerza y la sensibilidad de la energía resonante en la tradición cultural del teatro nuevoleonés.  El último día de Bernardo está dirigida por el gran decano del teatro en Nuevo León, el Mtro. Luis Martín, y es una obra original de Ricardo Marcos González; La función que aprecié fue el día 9 de febrero, en la majestuosa aula magna del Colegio Civil Centro Cultural Universitario, a propósito, esa noche fue el 109 aniversario luctuoso del gran político y militar jalisciense por nacimiento y nuevoleonés por vocación, Bernardo Reyes.  Se narra el diálogo que sostiene el político y militar con su custodio en la cárcel militar de Santiago Tlatelolco, previo al asalto a Palacio Nacional un 9 de febrero de 1913.  El texto dramático es innovador e inédito, el Mtro. Luis Martín y Ricardo Marcos asumen un binomio, aquí se confabulan, exploran y escudriñan en las trampas dialécticas de la historia, para dar vida al suceso donde Bernardo Reyes intentó entrar al Palacio Nacional, tal vez no para enfrentarse con las fuerzas de Madero, sino para establecer un diálogo. El suceso del 9 de febrero de 1912, que sirvió para el magnífico texto Oración del 9 de febrero de Alfonso Reyes (hijo del Gral. Bernardo Reyes) y para el poema, tiene un alto significado en la historia de México, allí es donde empieza la Decena Trágica y lo que desemboca en la Revolución mexicana.La obra nos permite ampliar nuestros horizontes como mexicanos, no solo desde la historia, sino para concientizar sobre las realidades del presente, reconocernos como un México plural, que se ha construido a partir de procesos sociales con aciertos y desaciertos, pero que, además nos permite profundizar en nuestro actuar como ciudadanos. Nuestro país necesita refundarse y orientarse a caminos que fortalezcan nuestra identidad nacional en las identidades mexicanas, la historia es dinámica, sin embargo, tenemos que tener claro nuestro pasado, y conocer a quienes entretejieron los rumbos de México. Carlos Monsiváis mencionaba, “México es un haz de fuerzas enfrentadas en un paisaje social, económico, político y cultural que las unifica de mala manera”. Seamos ciudadanos universales, disfrutemos de las alteridades, enfrentemos las complejidades, aprendamos de la diversidad, seamos conscientes del México en dimensiones epistemológicas. Leer más: Libertad de expresión y derecho a la pazLa educación en México tiene que considerar la historia como un pilar transversal en los procesos educativos, no solo formar empleados, con una visión mercantil de lo aprendido, sino ciudadanos del mundo con vocación de transformar la realidad. Además de las miserias modernas, nos agobia toda una serie de miserias heredadas, resultantes de que siguen vegetando modos de producción vetustos, meras supervivencias, con su cohorte de relaciones sociales y políticas anacrónicas. No solo padecemos a causa de los vivos, sino también de los muertos. ¡Le mort saisit le vif! [¡El muerto atrapa al vivo!].



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