Es bonito ser mexicanos

De diversas maneras he tratado de incitar a los lectores a meditar sobre la necesidad de tomar interés en el estudio de nuestra verdadera historia, que no es la que el sistema político impone en las escuelas y exalta en los medios de difusión a base de consignas doctrinarias socio-políticas basadas a su vez en ideologías revolucionarias izquierdistas, liberales y contrarias a nuestras tradiciones forjadas en el seno del Gobierno Español durante 300 años de esfuerzo civilizador, con la ayuda indeclinable y humanitaria de la Iglesia Católica, que representaba la potestad religiosa espiritual, simultánea con la potestad de la gobernación civil en manos del virrey, representante del rey de España, monarquía manejada sobre las huellas de los reyes católicos, Fernando e Isabel, quienes dejaron tras de sí las idealistas y nobles Leyes de Indias, que estipulaban la protección a los indios que los incorporó plenamente a la civilización occidental, haciéndolos formar parte de la nueva sociedad americana en un mestizaje incluyente igualitario y justo que vino a formar pueblos sensibles respetuosos de Dios y de sus Leyes.Por eso una vez dije que los mexicanos son la gente más bondadosa del mundo; pero los ingleses, convertidos en súbditos de los judíos, estaban muy llenos de envidia respecto del enorme y exitoso imperio español, con la ayuda judía formaron otro imperio, una de cuyas metas principales era tratar de despojar a España de sus posesiones que fuera posible invadir.Así fue como planearon introducirse en el Norte de América, que tenía regiones a las que España todavía no había logrado conquistar. Entonces enviaron hacia esa región unos cuáqueros protestantes que, haciendo escala en Holanda (que también era colonia judía), cruzaron el océano Atlántico y desembarcaron en el Norte de América con la intención de irse infiltrando en las posesiones españolas y dando lugar a lo que llamaron los Estados Unidos,  además de quitar la isla de Jamaica y Honduras Británicas (Belice) a España y de atacar y robar a los barcos españoles por medio de la piratería, con el beneplácito de la Reyna Isabel de Inglaterra, que recibía parte importante de los tesoros robados.Debido a ese empeño de los ingleses y sus descendientes, los gringos, que constituyó una verdadera irrupción e intervención en nuestros pueblos americanos legítimos, fueron gradualmente distorsionadas nuestras tradiciones e identidades nacionales, proceso agresivo de disolución y desacreditación de nuestra identidad y de nuestra nacionalidad, situación absurda inadmisible, que sin embargo ha sido la situación permanente a la que los anglosajones nos han sometido, contra la razón y el derecho, y que subsiste aún en la actualidad, ahora acentuada con la ayuda tramposa y engañadora de los trucos de la tecnología, tan dañina que es en manos de los codiciosos e inescrupulosos anglo-sajones, que vieron en la independencia de nuestras naciones una gran oportunidad para substituir a España en el dominio sobre los Países americanos, apoyados fuertemente por el ya inmenso poder del judaiano internacional, aprovechando ciertamente la docilidad de las sectas protestantes y de la masonería, porque ambas instituciones son creaciones judías, muy útiles en la guerra contra el cristianismo y su Iglesia creada por Cristo.Los que ignoran estas realidades o no quieren creerlas no son mexicanos auténticos y no pueden gozar plenamente de ese privilegio, que por razones históricas es el alma de nuestra idiosincrasia física y espiritualmente. Ya basta de pochismos y gringadas, basta de copiar tantas tonterías extranjeras que torpe y traidoramente han sido incorporadas a nuestro ambiente dulce y espiritual que recibimos como preciosa herencia de los forjadores de la Patria. No necesitamos que nos ayuden ni que nos marquen el camino. Seamos mexicanos a conciencia y plenitud, gozando sin ridículos prejuicios de lo que somos y debemos poner empeño especial en proteger a las mujeres, que son factor esencial de nuestra nacionalidad, de los ataques tenaces del feminismo que pretende degradarlas y desnaturalizarlas en guerra sin cuartel y agresividad intensiva.



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