Sesión 47. Emociones básicas en el hombre

Las palabras odio, agresión, celos, envidia y voracidad; esta última quizá en menor medida, son términos usados por nosotros de manera cotidiana. Los usamos para referirnos a ciertas conductas de las personas con las que solemos convivir.En muchas ocasiones, no podemos evitar que estos sentimientos nos afecten y resulta un tanto difícil llegar a comprender que hace que la otra persona pueda ser capaz de producirlos. Psicoanalíticamente podemos decir, que tales afectos proceden de experiencias tempranas internalizadas, mismas que hemos venido describiendo en sesiones anteriores.Somos conscientes de una pequeña parte del amor que recibimos de nuestros padres en nuestros primeros años, pero también del miedo al desamparo y del odio producido con las frustraciones experimentadas, mismo que puede entenderse como aquel esfuerzo que en su momento se dirigía a obtener de nuevo lo que se amaba y deseaba. La propia experiencia nos conduce por una constante interrelación entre necesidad de apoyo, necesidad de ser defendido y cuidado, intolerables experiencias de privación e inseguridad, internas y externas. Esta experiencia peculiar del ser humano es debida a su condición evolutiva.Es parte del mismo fenómeno de prolongada dependencia y necesidad de ayuda por la que atraviesa la criatura humana, en comparación con los animales, por ejemplo. Todo esto permanece en el sector “inconsciente” de la mente que, y desde aquel sitio, no dejan de estar presentes en nuestra vida.
Decía entonces que odio, agresión, celos, envidia y voracidad son derivaciones generalmente muy complicadas, y está en el saber manejarlas el secreto para poder vivir una vida placentera. ¿Cuántas personas se aferran por años al dolor o la afrenta que le pudo haber causado algún conocido o ser querido?, ¿qué necesidad de guardar por tantos años en la memoria y el corazón algo que resulta doloroso? Usted podría darme la razón diciéndome que es innecesario, pero, ¿cómo puede hacer la persona para evitar sentirse así? Y también solemos decir: “Perdono, pero no olvido”. ¿Qué sentido tendrá esta frase?
En fin, por más que dichos sentimientos en los adultos nos parezcan agresivos o nos causen malestar, no son sino modificaciones y transacciones inconscientes, una forma mucho más simple y cruda de nuestras emociones primarias. Aquellas de la primera infancia de las que ya hemos hablado. Cumplimos la mayoría de edad, y llegamos a ser niños grandotes, pero ahora con la responsabilidad de cuidarnos a nosotros mismos y pagar impuestos.No es una explicación para justificar nuestra actuación, mucho menos para permitir que el otro nos avasalle con su agresividad. Justamente el hecho de vivir en sociedad es lo que nos lleva a reprimir dichos afectos negativos, a transformarlos de tal manera que podamos interactuar los unos con los otros, y que, a su vez, estos no interfieran en nuestra capacidad de amar y trabajar.
Hasta la semana que viene. Paz y bien † 



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