En la frontera de Chiapas, los enfrentamientos no paran



Milena escucha con atención las balaceras. Últimamente se dan por Aquespala, un ejido en el municipio de Frontera Comalapa, Chiapas, que se encuentra a unos cinco minutos de su casa, a lo largo de la carretera que lleva al cruce fronterizo de La Mesilla, en Guatemala. 
“La de anoche no era arma pequeña, porque se escuchaba fuerte el sonido. No era tan así seguido TATATA, sino PUM… PUM… PUM”, recuerda Milena. “Allá se siguen enfrentando porque los cárteles obligaron a la gente a no dejar entrar al Ejército”.
Los últimos enfrentamientos se dieron el 28 y 29 de noviembre en Aquespala y un poco más al sur, en El Jocote, a menos de 10 kilómetros de la frontera guatemalteca. Los tiroteos fueron acompañados por bloqueos en la carretera federal 190 que, según afirman pobladores, los ejidatarios levantan por orden de las organizaciones criminales para que se puedan enfrentar sin que los militares intervengan.

Durante enfrentamientos recientes, uno de los bloqueos se encontraba en San Gregorio Chamic, localidad ubicada a lo largo de la misma carretera internacional, que durante alrededor de un año fue el foco de la violencia en este municipio fronterizo.
Animal Político vio las huellas que dejaron los tiroteos: desde hace tiempo, el Oxxo de la gasolinera está clausurado y el muro rosa de la zapatería a su lado está totalmente baleado. Así se encuentran muchos negocios en la orilla de la carretera federal 190 a la altura de San Gregorio Chamic: refaccionarias, pollerías, veterinarias, comedores están tiroteados y cerrados, algunos en venta. Meses atrás, cuando seguido había balaceras y los grupos criminales iban patrullando las comunidades con tanques hechizos, solo una familia se atrevía a abrir su negocio pero, desde que el Ejército se instaló, varios comerciantes reanudaron su actividad hasta las 4:00 de la tarde.
La Sedena llegó a Chamic el 25 de julio, tras las protestas de la población que solicitaba su intervención. Con la operación “Comalapa 2022” envió 284 elementos que realizan patrullajes e instalan retenes. El más visible se encuentra en el crucero que lleva a los Lagos de Colón, uno de los destinos turísticos más conocidos de Chiapas: un sistema de cuerpos de agua cristalina rodeados por vegetación exuberante, donde hasta hace un par de años los visitantes domingueaban y asaban carne, se bañaban y tenían la posibilidad de visitar el sitio arqueológico de El Lagartero. 

En el mismo ejido donde se encuentra el yacimiento maya, de acuerdo con Guacamaya Leaks, en mayo pasado la Sedena encontró dos campamentos de entrenamiento de kaibiles, los soldados de élite del ejército guatemalteco.
Hoy, ya casi no llegan visitantes a Lagos de Colón y los negocios ubicados en la carretera que los conecta con San Gregorio Chamic están clausurados y abandonados. “Unos se fueron por miedo y otros porque tenían que ver con el problema”, dice Milena. 
Entrada al restaurante Los Cortes en la carretera federal 190, entre Frontera Comalapa y La Trinitaria.
Ella también ha pensado muchas veces en irse con su hermana y sus hijas, pues los tiroteos y los drones que sobrevuelan las casas le causan temor. Su familia tiene también problemas económicos: por la inseguridad, tuvieron que abandonar la parcela donde sembraban su milpa y criaban pollos.
Milena sabe que los criminales no se han ido. Los sigue viendo apostados en las esquinas: allí donde estaban armados y con unas cadenotas en el cuello, desde que entró el Ejército andan en playera y chanclas. A veces los ha visto en bicicleta, rodando por las calles de estas tierras fronterizas donde a los “halcones” les dicen “banderas”, como en Guatemala, y la señal del celular es de la empresa Tigo.
De acuerdo con los pobladores y con un informe de inteligencia del gobierno federal de junio de 2020, los grupos que se pelean el control de Frontera Comalapa son el Cártel de Sinaloa y el de Jalisco Nueva Generación (CJNG). 
Organizaciones civiles que trabajan en la zona afirman que su interés está en controlar este paso fronterizo de drogas y migrantes y su tráfico hacia el norte, a través de la carretera que pasa por Comitán y San Cristóbal de Las Casas, y que representa un corredor rumbo a Tabasco. De allí, el camino se abre hacia los estados del norte o la península de Yucatán.
Los apetitos de estas organizaciones criminales y quienes están coludidos con ellas podrían ir más allá de droga y migrantes: a través de una solicitud de información, se conoció que en los últimos 20 años la Secretaría de Economía otorgó 15 concesiones mineras en Frontera Comalapa.
A causa de la inseguridad, en este municipio chiapaneco las elecciones no se celebraron en junio de 2021 ni en abril de 2022, cuando fueron convocados comicios extraordinarios en cuatro municipios chiapanecos. Por esto, Frontera Comalapa no tiene un gobierno elegido por su población y está administrado por un Concejo Municipal nombrado por el Congreso del estado, siendo que fue justo en época electoral, a mediados de 2021, que la inseguridad creció. Los grupos criminales cobraban piso hasta a las taquerías, se hicieron más frecuentes los asesinatos, las desapariciones y los asaltos de vehículos en esta carretera internacional, transitada por turistas, traileros y chiapanecos que viajan con miles de pesos para comprar ropa en Guatemala y revenderla en sus tiendas.
La situación se precipitó un mes después de las elecciones, tras la muerte de Ramón Gilberto Rivera Beltrán, ‘el Junior’, hijo del ‘Tío Gil’, exlugarteniente del Cártel de Sinaloa en esta región. ‘El Junior’ fue asesinado en Tuxtla Gutiérrez el 7 de julio de 2021, supuestamente por el CJNG, y era un líder criminal sinaloense dueño de varios negocios. Entre ellos, Genemex International, un rancho ubicado en la carretera entre Frontera Comalapa y La Trinitaria con el que la Universidad Autónoma de Chiapas (UNACH) firmó un convenio de colaboración en 2016. 
Fuentes que viven o trabajan en Frontera Comalapa, así como documentos en posesión de la periodista Anabel Hernández, confirman la existencia de nexos entre las autoridades y el Cártel de Sinaloa. Una organización no gubernamental contó que su colusión es tan notoria en Frontera Comalapa que la gente suele pensar que, si un grupo de pobladores pide presencia del Ejército, es porque tiene relación con los sinaloenses, y si exige que los soldados se vayan es porque está cercano al CJNG.
A partir del asesinato del ‘Junior’, los enfrentamientos se volvieron una constante. Fue entonces cuando los muros de Chamic se hicieron un colador y la carretera internacional que de allí conduce a La Trinitaria se transformó en un paisaje desolador. 
Por ejemplo, el restaurante Los Cortes avisa a los viajeros de que está abierto, pero en su entrada sigue conservando una barrera de piedras que se instaló cuando las comunidades levantaron barricadas para protegerse de la entrada de los criminales. El hotel La Cabaña, que en su letrero luminoso ofrece cuartos con wifi y agua caliente, está totalmente solo: las lluvias del verano vigorizaron la maleza que poco a poco se está apoderando de la recepción, una cabaña de madera cuya puerta está entreabierta y su interior saqueado. En la misma condición se encuentran muchos bares, tiendas y restaurantes que hace pocos años aprovechaban del tráfico de carros que iban y venían de Guatemala, y que hoy están abandonados.
El punto donde los pobladores de Chamic suelen instalar bloqueos, a lo largo de la carretera fronteriza.
Un enfrentamiento a plena luz del día empujó a Catarina a abandonar su casa en Chamic, en febrero de 2021. La balacera duró una hora; la pasó escondida debajo de la cama, abrazada a sus dos hijas y con el corazón a mil por hora. Cuando el tiroteo terminó, los de CJNG se retiraron.
“Escuché a uno de Sinaloa hablar por teléfono con un militar, que le avisó de que iban a entrar a la zona”, recuerda Catarina. “Si así están las cosas, me pregunto dónde está nuestra seguridad”. Decidió entonces desplazarse a otro municipio y abandonar toda su vida en Chamic: su casa, su negocio, su cotidianidad.
“Hasta donde yo sé, la guerra entre las organizaciones criminales empieza cuando ‘el Junior’ pide cuota para todos sus negocios a los de Guatemala, que luego lo matan”, afirma Catarina. En Frontera Comalapa, a los jaliscienses les dicen “los de Guatemala”, pues se piensa que no vinieron del norte sino de la porosa frontera meridional. En el país centroamericano, el CJNG se habría aliado con Los Huistas, una organización criminal que opera en el fronterizo departamento de Huehuetenango y que históricamente ha trabajado con el Cártel de Sinaloa. 
Según un informe del Departamento del Tesoro de EU, actualmente Los Huistas tienen el privilegio de traficar droga para los dos grupos rivales. 
Catarina recuerda que hace unos 20 años, cuando el Cártel de Sinaloa se instaló en Chamic, los pobladores estaban contentos pues los norteños eran amables y gastaban mucho dinero en restaurantes y en bares. Su presencia representaba un buen negocio también para los propietarios de los ranchos fronterizos, que les cobraban el paso de migrantes y droga. El cártel está tan arraigado en Frontera Comalapa que algunos los llaman “los de aquí”.
“Cuando había enfrentamiento pensábamos: si llegan a ganar los de Guatemala, ¿qué va a pasar con nosotros? Por lo menos los que siempre estuvieron nos conocen y saben que somos gente que nada más se dedica al trabajo… ¿pero estos?”, dice Catarina.
La población de Chamic empezó a tenerle más temor al Cártel de Sinaloa cuando, unos 20 días después del asesinato del ‘Junior’, llegaron desde el norte más de 70 hombres y sembraron el miedo. 
“Empezaron la limpieza: iban de rancho en rancho haciendo masacres y luego se posicionaban allí. Levantaron a muchas personas: si se enteraban de que una vez habías ido a trabajar en un rancho que supuestamente era de los de Guatemala, te desaparecían. Por ejemplo, le tocó a un topógrafo que nada más habían llamado para hacer mediciones”, recuerda Catarina. “Otros fueron desaparecidos porque tenían dinero, para alimentar esta guerra. Agarraban al dueño de una propiedad y decían a los demás: váyanse todos, aquí nadie ha visto nada. La gente sí se salía dejándoles sus tierras, ganados, tractores”.
A Catarina la salvaron su carácter alegre y su visión colectivista de la vida. Salió de Chamic en caravana con otras cinco familias y nunca se separaron: juntas en un primer momento buscaron despensas, luego un terreno en otro municipio donde asentarse. Allí, Catarina construyó una casa bonita, de barro y botellas de vidrio. Frente a su porche de macetas coloradas, con las demás familias sembraron una gran hortaliza, para tener comida y la conciencia de que, con los pies sembrados en la tierra, la vida puede volver a empezar.  
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