La parte menos romántica de regalar chocolates en San Valentín



Ya sea por tradición, por su sensual textura y sabor, por los beneficios que tiene el cacao para la salud o porque está demostrado que mejora el ánimo y produce felicidad, por años el chocolate en sus distintos formatos y presentaciones ha sido parte de la celebración de San Valentín. Y en Chile esa tendencia es clara, sobre todo considerando que somos el principal país consumidor per cápita de chocolate de Latinoamérica.
La buena fama de los chocolates europeos como los belgas o suizos se deja sentir, porque por años hemos escuchado que los mejores chocolates del mundo vienen de allá (aunque no sea así). Sin embargo, hay un aspecto importante que no se considera en esta decisión, y que puede tener impacto frente a la crisis climática y ambiental global: el cacao es originario de la selva amazónica, sin embargo, los chocolates europeos son elaborados con cacao africano que luego viaja a Europa para transformarse en chocolate que luego viaja a Chile para llegar al consumidor final. ¿Qué impacto ambiental y social puede llegar a tener un chocolate que da tantas vueltas hasta llegar a las góndolas nacionales?
Actualmente el 70% del cacao mundial se produce en los países tropicales del continente africano, donde fue introducido a principios del siglo XIX. Desde entonces se ha convertido en una de sus actividades agrícolas más importantes, debiendo —para ello— talar la selva originaria con el fin de liberar terrenos para el cultivo de cacao. En el caso de Costa de Marfil, por ejemplo, la cubierta forestal originaria del país ha pasado de 12 millones de hectáreas de bosque en 1960, a menos de 3 millones en 2020, lo que indica que actualmente solo existe alrededor del 10 % del bosque original. Y se prevé que desaparecerá totalmente si no se toman medidas urgentes. De todo el territorio marfileño, solo un 4% está cubierto por selva tropical, y en 13 de las 23 zonas protegidas del país la población de primates ha desaparecido por completo, mientras que los elefantes están en peligro de extinción tras la desaparición de su hábitat. Y la situación se repite de forma bastante similar en otros países del continente africano.
Esta sustitución de selva originaria por monocultivos de cacao ha implicado la pérdida de masa forestal y biodiversidad que, a su vez, se traduce en la reducción de la capacidad de absorción de CO2 desde la atmósfera, y en el desequilibrio hídrico de los terrenos. Los monocultivos, en general, son todo lo opuesto a las Soluciones Basadas en la Naturaleza (SBN) que el mundo debe implementar de forma decidida para enfrentar la emergencia climática.
Por otro lado, el cacao producido en África debe viajar largas distancias hasta llegar a Europa, donde mayoritariamente es procesado y transformado en el chocolate que luego llega a países como Chile, listo para su consumo, o en forma de cobertura que luego se derrite y mezcla con otros ingredientes para hacer el producto final. Podrán imaginar la huella de carbono que se esconde detrás de los empaques llamativos de un chocolate que ha tenido que viajar tanto.
De hecho, los resultados preliminares de un estudio que estamos realizando junto a la Universidad Técnica Federico Santa María para calcular la huella de carbono de un chocolate elaborado en Europa con cacao africano y vendido en Chile, muestra que este producto -a lo largo de todo su proceso- puede acumular una huella de carbono 70 mil veces mayor que la de un chocolate elaborado en Chile con cacao de Perú. Esto, atribuido principalmente a la huella de carbono proveniente de la deforestación y cambio del uso de suelo de los monocultivos, seguido de la huella del transporte del cacao y del chocolate desde sus países de cultivo y elaboración, respectivamente, a su destino final.
¿Cuál es la alternativa, entonces? La otra cara de la moneda está dada por el cacao que crece naturalmente en la Amazonía de donde es nativo, es decir, es parte de la biodiversidad primaria de la selva amazónica: ahí comparte la tierra, el agua y el aire en armonía con otras especies características de ese ecosistema.  En la Amazonía el cultivo de cacao suele hacerse en plantaciones que combinan varias especies nativas de la selva en los llamados sistemas de cultivo agroforestal. Éstos combinan especies frutales y forestales en un mismo lugar y tiempo, imitando las asociaciones de bosque natural primario del cual el cacao es parte. Evidentemente ese entorno ambiental equilibrado es el idóneo para el desarrollo del cacao orgánico, a la vez que sirve de sustento a la biodiversidad local y ayuda a reducir la degradación de los bosques locales. Como es de suponer, los cultivos biodiversos como estos son, además, más resilientes al cambio climático. Un ejemplo de ello es lo que ocurre en Pangoa, localidad ubicada en plena selva central peruana, donde la Cooperativa Agrícola Cafetera y Cacaotera de Pangoa reúne a productores de cacao que llevan varios años promoviendo la producción del cacao nativo fino de aroma en sistemas agroforestales y, en algunos casos, biodinámicos.
Además, como es de suponer, un chocolate elaborado en Chile con cacao latinoamericano (y vendido en el mismo país) requiere de una logística de traslado muy inferior a la de los ejemplos europeos, disminuyendo su huella de carbono -aproximadamente- 5 veces por ese concepto. Y si hablamos de chocolate hecho Chile con cacao de la región, esa huella disminuye aún más.
Entonces, ya sabemos: en el esfuerzo global por hacer frente y mitigar los efectos de la crisis climática y ambiental que vive el planeta, tu decisión de compra importa. Sea cual tu regalo para este Día de San Valentín, elige productos de elaboración local. Los consumidores ejercemos una gran responsabilidad a través de nuestro poder de compra.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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