Espacios que cuidan: un compromiso por más corresponsabilidad y equidad



Los cuidados sostienen la vida y son esenciales en una sociedad que se reconoce políticamente como corresponsable. Todas y todos cuidaremos de alguien o requeriremos cuidados en algún momento, ya sea de nuestras hijas o hijos, de personas mayores con algún grado de dependencia, o de personas con discapacidad.
Según las diversas bases de datos identificadas por el Gobierno, en Chile hay más de 640 mil personas en situación de dependencia o discapacidad, y se estima que existe una cantidad similar de personas cuidadoras.
El apoyo que se da en espacios como el barrio y la familia refleja que los cuidados son una necesidad que se resuelve colectivamente. Lo vemos a diario en madres o padres que se apoyan en vecinas y vecinos, en hermanos que se turnan para cuidar a sus padres mayores, o en abuelas que cuidan a sus nietos.
La dimensión comunitaria de los cuidados es clave, sin embargo, esta responsabilidad suele recaer casi en su totalidad en las familias (más que en el Estado u otras instituciones) y, mayoritariamente, en las mujeres.
85% de quienes destinan 8 o más horas diarias al trabajo de cuidados no remunerado son mujeres, y diversos estudios concluyen que esto tiene un impacto significativo en su salud física y mental.
Dado que el entorno físico es la estructura que le da soporte a toda esta red invisible de apoyos y cuidados, el Sistema Nacional de Cuidados impulsado por el Gobierno y, específicamente, la creación y habilitación de Centros Comunitarios de Cuidados y Protección por parte del Minvu, avanza en esta dirección.
A propósito del mes de la mujer, en el que la opinión pública suele poner más énfasis en las brechas de género (que, por supuesto, existen más allá de una fecha en particular), es importante relevar iniciativas que buscan acortar esta brecha con mayor incidencia y participación. 
Las comunidades y, sobre todo las personas cuidadoras y las mujeres, requieren espacios de encuentro para actividades sociales, pero también para aquellas actividades económicas, de cuidado y autocuidado, de desarrollo personal y de capacitación.
Propiciar espacios que permitan compartir saberes y experiencias en torno al cuidado, la corresponsabilidad y la equidad de género en general, así como entregar herramientas prácticas y facilitar el apoyo comunitario, apuntan en la dirección correcta para romper esas barreras que aún limitan el bienestar de miles de mujeres y cuidadoras de nuestro país.
Un mes como este, en el que recordamos la lucha y el trabajo de aquellas que exigieron dignidad y reconocimiento de sus derechos, nos exige estar a la altura desde la responsabilidad y la acción. Por eso es imperativo avanzar en una mayor redistribución y reconocimiento de los cuidados, una tarea que nos corresponde a todas y todos, y en la que desde el Estado tenemos un compromiso que no abandonaremos.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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