El David es vida, no pornografía



Por supuesto da vergüenza ajena. Y una se pregunta: ¿cómo será la mente de esos padres que plantearon quejas y lograron la expulsión de una profesora por exhibir el David de Miguel Ángel ante sus alumnos? Algo de cloaca debe haber allí, entre su corazón y su cerebro, cuando dicen que exponer a sus hijos a aquella esplendorosa creación del Renacimiento es pornografía. ¿Tendrán miedo de su propia sexualidad cuando se miran al espejo? ¿Sentirán que los demonios los tironean hacia el infierno cuando sienten deseos? 
La noticia primero hizo sonreír, por lo absurda. Pero, como más de una vez lo ha hecho el teatro del absurdo, de lo irracional y delirante nacen preguntas que llevan a verdades ocultas. Hace pocos días la directora de un colegio en Florida, en Estados Unidos, fue obligada a renunciar por mostrar el David de Miguel Ángel en clase de Arte. Todo empezó cuando un padre de familia se enteró de que en determinada asignatura se discutían obras clásicas del arte occidental y se quejó ante la junta directiva de la institución alegando que, a estudiantes de 11 años, se les mostraba contenido pornográfico en clase. ¿Cómo es posible?, me dije, recordando mi propia experiencia cuando hace un año tuve la oportunidad de estar allí, en la Academia de las Artes, en Florencia.
¡Cuánto hubiera querido yo tener una clase como esa, a esa edad! Con pocos años de educación básica, me llevó a descubrir por mí misma tantas cosas a lo largo de la vida. Pero el ansia por el dibujo y la pintura me señalaron el camino principal. Y por él vine hasta ahora, experimentando, buscando, aprendiendo, en libros o videos, escuchando voces que me abrían horizontes. Así supe del David, así escuché interpretaciones de su trascendencia y calidad de obra maestra. Esa obra inspirada en un relato de la Biblia. Todas las mañanas, un filisteo gigante llamado Goliat desafiaba a cualquier israelita a pelear contra él. Goliat era más grande y más alto que todos los demás, y era feroz. Llevaba una pesada armadura y una espada, una lanza y un gran escudo. Nadie se atrevía a pelear con él. Pero David confió en su fe y en sus habilidades: sólo con una piedra supo golpear en la frente al gigante y derrotarlo. 
Miguel Ángel, desde su increíble genialidad como escultor, supo dar vida a ese David que estaba oculto en un enorme trozo de mármol. Y allí nos entregó ese instante, aquel cuando la mirada calcula lo que hará. Sin miedo para enfrentar lo que parece imposible. Una serenidad impregnada de confianza en lo mínimo que posee para una tarea mayor. ¡Hay tanta humanidad en el gesto que Miguel Ángel supo reproducir en esa obra maestra!
La vida me hizo el regalo hace un año de poder llegar a Florencia y conocer en parte ese esplendor que, de una u otra forma, el Renacimiento regaló a los seres humanos. ¿Por qué se llamó Renacimiento?, pedí que me explicaran.  Yo miraba las dimensiones sobrenaturales de la escultura, mientras alguien me decía que fue un movimiento comprometido con el afán por recuperar la grandeza cultural del pasado de Grecia y Roma, de su magnífica forma de reconocer al cuerpo humano como belleza superior. Íntimamente, desde la emoción, la fascinación y el respeto exclamé:  Oh Miguel Ángel, ¡más de 500 años me separan de tus manos y tu cincel!  Y permití a mis lágrimas hacerse parte de ese instante sublime.
Si, era yo, la de Concón, la del sobrevivir con empuje por Santiago, la que estaba allí. Lo recuerdo y ahora, ante esta noticia, me digo: pobre de ellos, ignorantes extremos, seguidores del oscurantismo, tenebrosos soldados de la anticultura, ellos nunca sabrán lo que puedes llegar a sentir cuando te entregas a la belleza desnuda del David. Sí, porque es eso: la desnudez que también muestra el pene en reposo, los testículos y el vello púbico. Y aquello, como el resto del cuerpo, como los músculos y la actitud del rostro, son un todo. Es el arte en expresión superior, creado por un genio con un martillo y un cincel. Es eso lo que rechazan en Florida, siguiendo las pautas impulsadas por su gobernador. Eso no puede ser mostrado a esos niños ni tampoco a los estudiantes de segundo grado. Ya se verá a que edad pueden asomarse a ver el David completo.
Me gusta la reacción que tuvo la directora de la Galería de la Academia, cuando se enteró de la decisión tomada por la junta del colegio contra la directora, Hope Carrasquilla: “Debería ser premiada, no castigada”, señaló, quien además dijo que hablar de arte renacentista sin mencionar o mostrar esta obra es imposible. Y además invitó a todos los estudiantes a que vayan a ver la obra y, ojalá también, los frescos de la Capilla Sixtina en el Vaticano, donde los desnudos dan cuenta del origen de la vida.  Por cierto, estos también los mostraba la profesora Carrasquilla: ¡qué pecadora!, dirán ellos.
Son oscurantistas, ignorantes y miopes. La pornografía está flotando en todos los hogares, pero allí los padres no indagan, no asaltan los computadores de sus hijos, ni se fijan en los celulares donde todo el día partes del cuerpo humano son exhibidas sin pudor. En los videos de música lo escuchan y la ven sin que nadie cuestione. Por eso, poner el título de pornografía a una obra de arte ligada a la historia religiosa de occidente, una obra que muestra un ser humano con toda la belleza que este tiene, ¡eso sí, me parece pornográfico!
 
 

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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