13 días por tierra hasta Chile: la dura travesía que le cambió la vida


La vida de Luis Escobar cambió para siempre. Un viaje de 13 días desde Barranquilla, Colombia, hasta Santiago lo hace verla con otra perspectiva. Partió desde Quiriquire, un pequeño pueblo en el estado Monagas, en la región nororiental de Venezuela. El joven de 26 años -el menor de nueve hermanos- tuvo la oportunidad de ejercer su profesión, el periodismo, en la Alcaldía de Maturín, capital monaguense.
Luis forma parte de esa estadística de personas que han salido del país en busca de un mejor futuro. ¿Su primer destino? Colombia, donde estuvo seis meses trabajando como vendedor ambulante y al no poder legalizar su situación migratoria, decidió partir. Fue allí donde comenzó toda su travesía de 13 días, en los que el frío, la lluvia, el hambre y la desesperanza se hicieron presentes, como también la solidaridad entre compatriotas.
La travesía de Luis estuvo marcada por un hecho muy particular: La llegada masiva de personas al puente Rumichaca, en la frontera de Colombia con Ecuador, donde más de 15 mil personas, entre ellas una gran cantidad de venezolanos, se apersonó ante el rumor del cierre del paso fronterizo por Iván Duque, en aquel entonces presidente electo de Colombia, quien tomaría posesión el 7 de agosto.
En entrevista con El Mostrador, Escobar relató su experiencia de viaje: “El 2 (de agosto) salgo de Barranquilla y el 3 salgo de Bogotá hacia la frontera con Rumichaca. Recuerdo que por tanta afluencia de tráfico, hubo un derrumbe y nos quedamos varados un día entero, el sábado completo, en lo que serían las montañas que van hacia la frontera en Colombia. Llegamos en la mañana, a la una”.
“Los 13”
El accidente fue la oportunidad perfecta para conocer a sus compañeros de viaje, otros 12 venezolanos que, al igual que él, emprendieron rumbo a otros países en busca de un mejor futuro y que se hicieron llamar “Los 13”. Allí conocería a dos mujeres de Maracaibo, ciudad ubicada al noroeste de Venezuela, quienes se convirtieron no solo en sus compañeras de trayecto hasta el final, sino en ese apoyo fundamental durante esta dura travesía.
“Todos iban hasta Perú que legalmente era hasta donde podías llegar con la cédula. En Rumichaca obviamente ya empiezas a ver las colas, empiezas a ver una cola y los comentarios de la gente eran que la semana pasada esto no era así. Había mucha gente de Venezuela, porque estaba el rumor de que se iba a cerrar la frontera (…) todos los que íbamos en el autobús no teníamos conocimiento de eso (…) llegamos y nos topamos con esa sorpresa”.

El rumor se esparció rápidamente, provocando una masiva ola de venezolanos que se apostó en lugar. La lluvia y el frío serían los protagonistas durante tres días de espera. Luis no estaba preparado para enfrentar temperaturas de 3 grados. Una chaqueta, un colchón inflable y una toalla eran su única indumentaria para las bajas temperaturas. “Yo estando en Barranquilla no estaba preparado para enfrentarme a un invierno. Sabía que en Perú hacía frío, pero llevaba uno que otro suetercito y una chaquetica. Había gente que realmente no estaba preparada. Me tocó abrigarme hasta con un colchón inflable, resolver con el colchón inflable y la toalla del baño, así como yo había muchísima gente que iba en situaciones más precarias, con un bolso, gente que venía caminando. Eso me daba mucho dolor”, relato.
Lunes 6 de agosto, 3 de la mañana. Primer día en el puente Rumichaca. Luis comienza a hacer la fila para entrar a Ecuador. Tiene el número 9 mil 600 tallado en el brazo. Casi 12 horas más tarde, a las 2 pm, le colocan un brazalete. Esta vez con el número 12 mil.
En medio de la desesperación, el frío y la gente, corrieron rumores de la muerte de una niña por hipotermia, información que no se pudo verificar y de la que ningún medio de comunicación dio cuenta. “Yo investigué, estuve buscando información respecto a esas muertes y no hay nada registrado, pero era la información que se estaba manejando allí y todo el mundo estaba consternado”, dijo Escobar.
“Había desinformación y la gente estaba preocupada, porque no era posible que estando en la frontera de Rumichaca y habiendo asistencia médica, que pasara algo así. Hay que considerar que, literalmente, estábamos durmiendo en el asfalto, sobre un puente, a 3 grados, había gente que no estaba abrigada, gente que salió con un bolso y tres poleras”.
En medio de la espera, llegó el martes. Segunda noche en Rumichaca. Al frío se sumaba una lluvia constante. “Estábamos a la intemperie, había prioridad para los niños y para las mujeres embarazadas dentro de un espacio no mayor de 6×4, que era el espacio que puso migración. Afuera habían carpas, habían baños, pero no podían entrar más de 40 personas. La gente dormía sobre las maletas para no estar en el piso, pero aún así tapándose con las toallas para que no le cayera el agua fría en la cara. No había sitio alguno donde huir”, recordó.
Una nueva travesía
Luego de tres largos y difíciles días de espera, Luis finalmente logró entrar a Ecuador. Una mezcla de sentimientos se apoderó de él, fuerza y energía por continuar el camino a una nueva vida. Nostalgia por las personas e historias que quedaron en ese puente: “Lo logré. Que te sellen el pasaporte luego de esa odisea, es ‘lo logré’ (…) Salir de allí, estar en Ecuador, era dejar cuántas historias en tres días. Compartí con tanta gente maravillosa. Yo me llené muchísimo de energía de que la mayoría eran historias tristes, eran historias de superación, historias de que vamos a un mejor futuro, y eso a mí me encantaba, pero tenía una nostalgia de dejar a una gente que iba a seguir pasando trabajo en esa cola”.
Perú era el destino de llegada. Chile era inalcanzable, pero sus dos compañeras de viaje lo hicieron cambiar de opinión. “Yo iba a Perú, y en ese viaje me cambió la vida, literalmente. Conseguí gente maravillosa que me dijo que lo podía lograr, que podía lograr llegar a Chile. Para mí Chile era inalcanzable, era como que demasiado dinero, eran muchos trámites (…) yo me lancé a ciegas, porque me alcanzaba la plata que había reunido esos seis meses en Barranquila. Me daban para lo que ellas tenían estipulado que iban a gastar para llegar hasta aquí”, contó.
El apoyo de una vecina en Santiago sería fundamental para lograr su cometido, la llamó, le preguntó si había alguna  posibilidad que lo ayudara y ella le dijo: “vente que yo resuelvo, y así fue”.
Pero todavía quedaba mucho camino por recorrer y Ecuador traería malas noticias para Escobar. “Perdí 80 dólares, se me cayeron de la billetera 80 dólares que no pude recuperar (…) En total boté 180 dólares que era el pasaje de los 13 para poder llegar a la frontera de Perú. Había tenido la responsabilidad de tener ese dinero y lo boté. Era la responsabilidad de 13 amigos que había hecho en el viaje”, lamentó. 
El viaje debía continuar. En total fueron 13 horas de trayecto hasta llegar a la frontera con Perú y fue en ese país donde sintió la xenofobia en carne propia y en donde, aseguró, sentirse como un “negocio”. “Entramos a Perú y literalmente empezaron las estafas, empezó la venta de pasajes revendidos, éramos el negocio de la gente las fronteras en Perú. Éramos un negocio como venezolanos, no nos veían como personas, y de hecho el trato seguía siendo inhumano (…) nos vendieron un pasaje al doble del precio (…) obviamente te venden un pasaje revendido con una promesa de un autobús con las comodidades necesarias. Pues nos montaron en un autobús que no tenía ni el baño condicionado, ni los asientos reclinables, ni nada para un viaje que duraba unas 18 horas desde la frontera hasta llegar a Lima. Fue horrible. A mí me tocó el puesto al lado del baño. Eso fue lo peor. Me dio fiebre. La gente iba ya cansada. Era gente que se le notaba el agotamiento. Ya llevábamos aproximadamente unos 9 días de viaje”, contó.
La llegada a Chile
Tras el paso por Perú, Luis llega a la frontera con Arica. Su sueño de llegar a Chile estaba a punto de cumplirse. Junto a él, las dos mujeres de Maracaibo, cuyo destino final era la sureña ciudad de Punta Arenas. Solo ellos  quedaban de “los 13”, cuatro se habían quedado en Ecuador y los otros seis en Perú. “Llegando a la frontera (…) vieron mi pasaporte, vieron que había adelgazado, se echaron a reír y me sellaron el pasaporte. Ahí, en ese momento valió la pena. Quizás pudo haber estado mejor, puedo haber sido menos doloroso el camino, pude haber pasado menos hambre, pude haber sentido menos frío, pero todo, absolutamente todo me ha hecho mejor persona y estar llevándolo como lo llevo. Ahorita me siento mil veces mejor que cuando salí de Venezuela”, contó.
Luis entró oficialmente a Chile el 14 de agosto. ¿Su primer trabajo? Barman en un restaurant. Posteriormente consiguió empleo en un call center, donde se mantiene hasta ahora. Dice estar fascinado con Chile, país donde se siente todos los días con oportunidades, algo que nunca experimentó en Venezuela. Pero a pesar de ello, estaría dispuesto a regresar para “reconstruir mi país”. “No hablo por mí, creo que hablo por mucha gente que ha estado en esta situación de ser emigrante y ha aprendido muchísimo al igual que yo. Me da la esperanza de que si llega a caer el Gobierno va a haber gente buena, gente que pasó las verdes (…) y que valora aún más su tierra. Ahora tenemos las enseñanzas de estos países”, agregó.



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