translated from Spanish: Fake news: no haga clic

Sabemos que existen. Hemos visto el impacto que generan. Buscamos formas de prevenir su propagación. Sin embargo, como una enfermedad que desaparece solo por una temporada, las noticias falsas vuelven a golpear a la sociedad, provocando viscerales debates, generando incertidumbre y marcando la agenda informativa.
Y lo hacen con una velocidad que no deja de sorprender, incluso a quienes las estudiamos: si hasta hace poco las mentiras circulaban a escondidas, como rumores maliciosos y pasando de boca en boca, hoy se mueven abiertamente por internet, vestidas de aparentes verdades y aprovechando al máximo la inmediatez de las redes sociales.
En minutos, las noticias falsas o fake news impactan a miles de personas, dejando una huella en la sociedad que resulta difícil atenuar. Esto es lo que sucedió en nuestro país recientemente, cuando Gonzalo de la Carrera retuiteó la información falsa generada por un sitio español que señalaba que Camila Vallejo defendía la pederastia.
¿Quiénes están detrás de la producción de fake news? Se trata de sitios web con cuerpos editoriales y gente que trabaja para ellos escribiendo y difundiendo información falsa o tendenciosa. Detrás de cada noticia que publican, existe la intención de provocar reacciones adversas hacia personas, grupos sociales, movimientos o partidos políticos. Hay mucho de activismo detrás de estos sitios y pueden contar con financiamiento por parte de organizaciones cuyo propósito es, precisamente, afectar y dirigir la opinión pública hacia un escenario que sea de su conveniencia.

El gran peligro que representan para la sociedad es que se propagan en redes sociales con mayor rapidez que las noticias verdaderas y su nivel de impacto es tal que –incluso tras constatarse que la información es falsa– existirán personas que seguirán creyendo en ella y difundiéndola. Y es muy difícil dialogar contra esa duda ya instalada.
La razón de su tremendo impacto es que las fake news están hechas para producir emociones intensas y viscerales, generando, por lo mismo, un efecto mucho más fuerte que las verdaderas. Son esas sensaciones las que hacen que las personas sientan que es su obligación compartir la información, existiendo una relación entre el sensacionalismo de una noticia, el impacto emocional que produce y la velocidad con que se propaga.
En nuestro instituto, estamos investigando este fenómeno, analizando si es posible detectarlas e identificar tempranamente el nivel de veracidad de un posteo. ¿Qué podemos hacer, en tanto, para combatir las fake news? El llamado es muy simple y su impacto puede ser tremendo: antes de retuitear, mantenga una actitud de cautela. Espere a que surja la duda legítima y pregúntese si es posible que esa información sea falsa.
Luego, con calma, seguir algunos consejos básicos para no caer en la trampa de las noticias falsas. Primero, si la información viene de un único sitio web, dude: las noticias verdaderas suelen ser difundidas por muchos sitios, existiendo múltiples fuentes de información que narran simultáneamente un hecho de manera consistente. Esto no sucede con las fake news: su origen se puede rastrear hasta un único punto en la red. Si la fuente es un único sitio, su veracidad debe ser puesta inmediatamente en duda.
Otra característica es que suelen hacer referencia a información obtenida por el mismo grupo editorial, no se dan detalles sobre las fuentes de la información y las noticias con las que respaldan sus publicaciones han sido difundidas por ellos mismos. Estos son elementos importantes para identificar información poco veraz.
Soy un convencido de que los usuarios de redes sociales tenemos no solo la posibilidad de acceder a más información, sino la obligación de hacernos responsables de aquella que ayudamos a difundir. Si no quiere verificar la fuente, la alternativa también es simple: cuando vea la opción de compartir o retuitear, no haga clic. En la duda, absténgase.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.

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