A los inteligentes atonta y a los tontos los enloquece



Tiene razón el presidente Andrés Manuel López Obrador cuando reprueba a los que él llama políticos fantoches. Son aquellos que se limitan a regodearse con el poder por el poder mismo y se llenan de caldo flaco, de vanagloria, arrogancia y engreimiento. Carentes de vocación y sensibilidad de servidores públicos, simulan trabajar para el pueblo, pero en la realidad están dedicados a tiempo completo al tráfico de influencias, a los negocios privados y a la promoción personalista. Pierden el sentido de las proporciones y se vuelven soberbios, como afirma el presidente: el poder a los inteligentes atonta y a los tontos los enloquece.Es el famoso “ladrillazo”, que se refiere a que hay personas tan cabeza hueca, que cualquier puesto en el gobierno se les sube, y de ser humildes y apocados, pasan a creerse la divina garza. Con otra metáfora, los ponen encima de un ladrillo y se marean, les da mal de la montaña.Elíxir de los dioses, llaman al poder algunos. Sí, pero no siempre, replicaría un viejo sabio. A veces es una horrenda maldición, como en algunos dramas de Shakespeare (Macbeth, El rey Lear, Hamlet, Ricardo III) o en algunas tragedias griegas. Kissinger lo calificó como el más potente afrodisiaco. Michelle Obama declaró que el poder no cambia a quien lo detenta, solo revela quien verdaderamente es. El Quijote sostiene lo mismo ante su escudero cuando este le pide, para sentirse protagonista poderoso, que lo deje montar a Rocinante: “No, Sancho, no te conviene semejante honor, porque  montar a caballo a unos hace caballeros y a otros caballerangos”. O sea, que el poder pone de manifiesto las cualidades, pero también los defectos, debilidades y complejos.En torno al poder, se desatan las pasiones extremas. La historia de la humanidad registra los casos de reyes que asesinan a sus propios hijos, príncipes herederos del trono o viceversa. O el caso espeluznante de la faraona egipcia Cleopatra que mata a sangre fría a sus hermanos y hermanas y seduce a dos emperadores romanos sucesivamente: Julio César y Marco Antonio.Todo sea por saborear el néctar maligno del poder: disfrute paradisíaco que suele desembocar en pesadilla infernal: muerte por mordedura de áspid (Cleopatra) o en la guillotina (Luis XVI) o un balazo en la cabeza (Kennedy, Colosio).La gran apuesta es ganar la inmortalidad, un lugar en la historia que con frecuencia se mezcla con la leyenda: el cometa  que aparece en el firmamento o el águila real que se posa en la cuna, para anunciar el nacimiento de un gran guerrero. Los relatos de poder son bárbaros y truculentos con abundante derramamiento de sangre, pero también los hay chuscos y fantásticos, como el que se dio en las elecciones del pasado primero de julio.Resulta que una candidata de Morena a diputada federal que gastó 50 centavos derrotó a un candidato del PRI que gastó 15 millones de pesos. Los 50 centavos fueron para pagar una fotocopia de su credencial electoral y con ella registrarse. Además, sin hacer campaña, nadando de muertito. El joven sociólogo Gonzalo Alfonso López Beltrán les dijo en el salón de actos del Tres Ríos, pocos días antes del aluvión del primero de julio a los candidatos de Morena a senadores, diputados y alcaldes, con una sonrisa para que no se ofendieran: “Ya les dijo el licenciado López Obrador (por cierto, su padre): Los veo muy blanquitos, se ve que no se han asoleado ni gastado las suelas”.El poder se parece a la muerte en eso: si te toca, aunque te quites; y si no te toca, aunque te pongas.¡Amén!



Source link

Related Posts

Add Comment