Escasez hídrica: ¿Cambio climático o sobreexplotación?


Pareciera ser que conceptos como “cuidar el agua” o “proteger el planeta” estén tomando la relevancia que merecen, sin embargo se han convertido en eufemismos carentes de sentido. Escasez hídrica, cambio climático o megasequía se han tomado la agenda pública. Congresos, seminarios, e investigaciones discuten sobre sus causas y posibles responsables. En Chile, no disponer de agua para satisfacer nuestras necesidades humanas básicas pareciera ser sacado de algún relato orwelliano de un futuro distópico. Es difícil imaginar este escenario cuando ese tipo de realidades nos son ajenas. El agua no sólo es un elemento vital para el desarrollo de vida en el planeta y un derecho humano fundamental, sino que además es un recurso transversal a cualquier actividad económica. 
Para estudiar y comprender las distintas dinámicas que ocurren en torno al agua en un territorio, delimitamos como cuenca hidrográfica al área que es drenada a través de un único rio. Una cuenca comprende un ecosistema hipercomplejo en el que interactúan procesos abióticos, como los geológicos, hídricos y atmosféricos, con los bióticos, como la interrelación entre los diversos organismos que habitan en él. Dentro de los segundos, además se encuentran los humanos, quienes añaden un grado de complejidad mayor asociado a los usos que éstos desarrollan, en función de los procesos históricos y culturales propios de cada grupo. Esta definición no considera en su totalidad las dinámicas hídricas subterráneas. De acuerdo a nuestras necesidades, objetivos y escala de trabajo, podemos enmarcarnos en límites más pequeños, conocidos como subcuencas. 
Podemos imaginar una cuenca como una piscina; ambas dependen de cuanta agua entra y sale para estar en una condición de equilibrio. Si nuestra piscina recibe demasiada agua, ésta se rebalsará (similar ocurre en las cuencas con las inundaciones). En caso contrario, si sacamos el tapón y la cantidad de agua que salga sea mayor a la que ingrese, en un determinado momento nuestra piscina se podría secar. Ese equilibrio entre lo que ingresa y se extrae en nuestra cuenca constituye las bases de una gestión hídrica sustentable. Una forma de ingresar agua a nuestro sistema es a través de la lluvia o nieve (precipitaciones), lo cual está controlado por la geomorfología y clima de la cuenca. Los modelos climáticos indican que, entre los efectos del Cambio Climático, disminuirán las precipitaciones y aumentarán temperaturas e isoterma cero, que producirá derretimiento acelerado de glaciares, afectando la disponibilidad y seguridad hídrica para la población. Por lo tanto, si visualizamos nuestra piscina (cuenca), en los escenarios de cambio climático, al disminuir su recarga, no dispondremos de la misma cantidad de agua para que se refresque toda la familia a plenitud. 
Para que el agua que bebes, usas en la cocina o ducha esté disponible, debe haber sido extraída y transportada de algún otro lugar hasta el calor de tu hogar. Este proceso implica necesariamente, producir un déficit de este preciado elemento en el sector del cual es extraído. Si en ese lugar, con la extracción de agua que hemos generado, aún es posible satisfacer las demandas de agua de los otros actores, la situación no generará conflicto. En este contexto, la escasez hídrica se define como el escenario en el cual la demanda hídrica de un sector supera su disponibilidad. Por lo tanto, éste es un término asociado a la gestión y el uso que dan los usuarios de la cuenca. En otras palabras, en sectores de extrema aridez puede existir escasez hídrica sin ocurrir una variación en las condiciones climáticas o de lo contrario, si la demanda es baja, no existirá conflicto alguno. Según la Dirección General de Aguas (DGA), en Chile existen 75 decretos de escasez hídrica existentes y solamente 5 se encuentran en las zonas sur y austral. 
Un caso emblemático de conflicto hídrico, es el existente en la cuenca del Maipo y el proyecto hidroeléctrico Alto Maipo. En los inicios de este proyecto, Aguas Andinas y Aes Gener, líder del proyecto, entraron en conflictos y demandas asociadas a derechos de uso de agua. Sin embargo, luego de negociaciones, ambos actores llegaron a acuerdo, donde la sanitaria le cede derechos de uso de agua del embalse El Yeso (embalse con objetivos de abastecimiento urbano), en caso de ser necesario para mantener el sistema funcionando a plena capacidad (531 MW). Los modelos climáticos también indican que el río Maipo presentará una reducción en sus caudales de entre 10-40%, como volumen total de descarga, ósea que la viabilidad de este proyecto se volverá dependiente del aporte del embalse para su operación. Por lo tanto, al estar supeditada la operación de esta central al régimen del embalse, sectores como el agrícola o urbano podrían ver afectada su disponibilidad en épocas de déficit hídrico. Según lo indicado por el Water Resources Institute (WRI), la cuenca del Maipo – y el resto de Chile- está bajo un severo nivel de estrés hídrico, identificado como “high stress”. Las proyecciones indican que esta condición será más compleja en escenarios futuros debido a la creciente demanda de agua de los sectores minero, industrial y urbano.
Otro caso emblemático es el déficit hídrico que viven comunidades como Petorca. En esta comuna, la agroindustria utiliza casi la totalidad de aguas subterráneas y superficiales para satisfacer su demanda. Chile es el cuarto país exportador de paltas, exportando el 80% de la producción. El 16% de la superficie plantada de paltos en Chile, se encuentra en Petorca. Sin agua este negocio no podría existir y su crecimiento está limitado por su disponibilidad. En este caso, el agua existe y el déficit de agua para derechos humanos básicos está directamente influenciado por la sobreexplotación de esta industria. El Estado no sólo es un ausente como agente mediador y solucionador de un conflicto. Sino, que subsidia el crecimiento de esta industria al licitar a través de CORFO estudios para buscar agua en acuíferos profundos en zonas como la Ligua, Aconcagua y Petorca, y por otra parte subvenciona con camiones aljibe las externalidades negativas asociadas a la falta de agua potable.
Revuelo ha causado el reciente estudio de la Universidad de Chile, donde titulares y autoridades culpan al cambio climático tajantemente como responsable de la megasequía y desaparición de la Laguna Aculeo. Al respecto la intendenta de la región Metropolitana, Karla Rubilar, señaló que ese análisis recalca que los efectos del cambio climático son irreversibles, lo que debe hacer valorar a la población aún más los recursos naturales. Sin embargo, el mismo estudio señala que el 70% del agua en la cuenca de Aculeo es consumida por el sector agrícola. La responsabilidad no recae entonces en el habitante de Aculeo y sus duchas de más de tres minutos, sino que es un problema de gestión y sobreconsumo, en el que el estado como ente regulador juega un rol sustancial. A nivel nacional el escenario es similar; casi el 80% de los derechos de agua en el país son consumidos por el sector agrícola. Aun así, esta cifra esconde realidades particulares de los diversos territorios. Por ejemplo, en la región de Atacama, donde se concentran las principales industrias mineras del país, más del 50% de los derechos son consumidos por ella. 
Frente a escenarios de escasez debemos reconocer el contexto en el que ésta ocurre, quienes son los actores y quien será el real afectado, en otras palabras, cómo se reparte la torta. Actualmente, esta situación la define el mercado y debido a que el agua es un bien transable, su disponibilidad está supeditada al poder adquisitivo de los usuarios. El Código de Aguas no restringe el uso a quien tenga derechos, en caso de deber garantizar la disponibilidad para saneamiento, agua potable, usos ecosistémicos o inclusive recreativos. Por lo tanto, en nuestro país está más garantizado el derecho al agua como un recurso productivo, que como un derecho humano.
El Informe Mundial de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo de los Recursos Hídricos vaticina un aumento de entre un 20-30% de la demanda hídrica a nivel mundial al 2050, donde los niveles de escasez seguirán aumentando a medida que la demanda y los efectos del cambio climático se intensifiquen. El factor climático es solamente un síntoma y agravante de la sobre explotación de las aguas de las cuencas. La posibilidad a realizar embalses o trasvases (mover agua de una cuenca a otra), sólo enfrenta con visión de corto plazo la problemática, pero una creciente demanda sólo asegura la profundización de los conflictos hídricos en el país. En el contexto actual, donde existe una adicción casi dogmática al crecimiento económico por parte de nuestras instituciones, autoridades e investigadores, inclusive sin cambio climático, los conflictos por el uso del agua y la naturaleza son inherentes. Una creciente demanda, frente a una disminución de recarga producto del cambio climático, implican abordar esta problemática desde un punto de vista holístico. Para ello se requiere gestión y eso es una decisión política, no sólo técnica. Avanzar en la gestión y planificación integrada a nivel de cuencas es imperativo.
 

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