‘Mi hija fue violada por su padre, y aún no hay justicia’



“Mi hija fue violada por su padre biológico a la edad de dos años cuatro meses. Mi niña, durante seis días, vivió un infierno a manos de quien se supone debía protegerla y cuidarla. Sangre de su sangre. Y hoy, después de casi cuatro años de luchas interminables en varios tribunales, mi niña aún no encuentra justicia. Su caso sigue impune”.
Mónica Rodríguez se presenta con estas palabras, dichas con la voz entrecortada y un rostro que, además de dolor, refleja rabia.
Supo que algo estaba mal desde la primera vez que la niña convivió con ese hombre, que la engendró, pero que se olvidó de ella a los tres meses de nacida. Hasta que un día reapareció peleando legalmente convivir con ella en las vacaciones de navidad. Logró llevársela una semana, en la que no contestó llamadas ni mensajes, y cuando regresó, nada volvería a ser igual.
“Llegó con rasguños en el cuellito, llegó súper rozada, con miedo, no quería que nadie la tocara, ya había dejado el pañal y de pronto llega con pañal… tuvo un retroceso. Un amigo mío que es psicólogo me dijo: ‘por todo lo que me cuentas, tu hija fue abusada’. La peor noticia que le pueden dar a una madre”, cuenta en entrevista con Animal Político.
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Pero en ese momento era difícil saber exactamente qué había pasado. La pequeña tardó casi un año, yendo a terapia con especialistas en violencia sexual en la infancia, hasta que pudo expresar con sus palabras lo que le habían hecho y quién había sido.
Pasaron otros dos años de esporádicas apariciones del hombre peleando nuevamente en un juzgado civil de Tlalnepantla el derecho a convivir con la niña, sobre todo en diciembre. Mónica interpuso un juicio en Cuautitlán para quitarle la patria potestad por el antecedente de agresión sexual y logró una reserva para evitar los encuentros.
Hasta que la propia niña decidió, en una audiencia, decirle al juez lo que ella sentía.
“No quiero volver a ver a mi papá Erik porque él me toca mi colita con una pelota, y me lastima, y no me gusta, y no lo quiero volver a ver”, recuerda su madre que dijo, refiriéndose como una “pelota” a lo que no eran sino los genitales de su progenitor.
De acuerdo con especialistas como la psicóloga infantil María Cecilia López, es fundamental entender que un niño no expresa la violencia que sufre con las palabras que lo haría un adulto, sino con referencias, dibujos o juguetes, y los responsables de la justicia deben tener esto en cuenta. Sin embargo, según Juan Martín Pérez, de la Red por los Derechos de la Infancia en México (Redim), estos casos siempre se caen porque la voz de un niño no tiene validez legal y porque se exige que digan claramente lo que en lenguaje jurídico se llama circunstancias de tiempo, modo y lugar.
Pero la declaración de su hija motivó a Mónica a, ahora sí, interponer una demanda legal por abuso sexual, y no solo por la custodia. Apenas estuvo en tiempo, porque en el Estado de México, según le han explicado, el delito prescribe a los cinco años. Es decir, que una niña violentada a los dos años, a los siete pierde el derecho de buscar justicia.
Uno de los puntos más mencionados en un foro abierto realizado el miércoles en el Senado, sobre violencia sexual infantil, fue la exigencia de que se legisle para que estas agresiones nunca prescriban.
Pese a su denuncia, Mónica y su hija se han topado con pared. Primero descalificaron el informe psicológico que ya tenían por ser de una asociación privada. “Qué tal que usted pagó por él”, le dijeron. La niña fue a una nueva valoración, sin su madre presente, donde una psicóloga confirmó que había sido violentada. Pero al día siguiente, cuando le pidieron volver a terminar el trámite, resulta que no servía la computadora para ver el video de la entrevista y transcribir la declaración, y que se perdió el nombre de la psicóloga que hizo el examen… Así lleva cinco meses, yendo cada semana y esperando a que por fin inicie la investigación.
Mientras tanto, ya le ha tocado escuchar de todo: que debería dejar el asunto porque a la niña se le va a olvidar y ella es la culpable de estárselo recordando; que ya le agarró amor al papá y no debería quitarle el derecho a verlo; y hasta que a lo mejor tenían que investigarla a ella por “alienación”, porque por la forma tan madura de hablar de la pequeña —que pasó tres años en terapia—, suena a que le metió en la cabeza ideas de cosas que no pasaron.
Mónica repite que ella solo quiere justicia, quiere proteger a su hija de que no vuelva a ver nunca al padre biológico que la atacó sexualmente.
Dio su testimonio en el foro del Senado, organizado por Josefina Vázquez Mota, que anunció la presentación de reformas como que se homologuen los códigos de todo el país, se tipifique correctamente —porque si se considera “abuso”, sin penetración, no amerita cárcel— y que no prescriba.
Pero Mónica también quiere que lo que se legisle, no se quede en papel, sino que en los Ministerios Públicos y juzgados haya personal capacitado, que sepa tomar en cuenta la declaración de un menor de edad y no revictimizar a los pequeños.
Sueños truncados desde la infancia
El caso de Mónica y su hija no es una excepción. Se calcula que una de cada cuatro niñas y uno de cada seis niños son violentados sexualmente antes de cumplir la mayoría de edad.
Ana Lucía todavía siente a veces que se quedó atrapada en la capilla de su escuela, casi 30 años después de haber sido violada por un sacerdote cuando ella tenía apenas ocho.
“Hasta hoy no sé cómo no me morí. Pero me fui aniquilando de muchas formas, porque una víctima de abuso sexual, una víctima de violación en la infancia aprende a repetir los patrones autodestructivos; si no te destruye alguien, tú buscas cómo, ya sea por medio de la comida, no quieras comer, con brotes de bulimia, brotes de anorexia, ya sea por la drogadicción, ya sea por medio del alcoholismo… ese no fue mi caso, de suerte. Pero también hay otros patrones, cómo las conductas en donde tú vas y buscas que otra persona te maltrate y te vuelva a poner en ese lugar una y otra y otra vez”, contó.
Ella fue violentada cuando estudiaba en el colegio Cumbres de Cancún, Quintana Roo, por el padre Fernando “N”, que había sido enviado ahí después de acusaciones de abuso de menores en otro colegio en la Ciudad de México.
Le contó a sus padres lo que pasaba después de sus confesiones en la capilla, estando a solas con el padre, y ellos fueron a denunciar a la escuela. Pero en lugar de atender su reclamo, se encontraron con encubrimiento y una estigmatización por la que maestros y niños rechazaron e hicieron sentir a Ana Lucía como si ella diera asco y fuera la culpable.
Años después, ella misma se ha enfrentado a la iglesia, exigiendo un castigo a su agresor. Pero la respuesta fue que ya es un viejo de 80 años y que vive en el retiro en Roma.
Ahora que es cantante y conductora de radio y televisión, se atrevió a contar lo que le había sucedido y se convirtió en la primera mujer en acusar públicamente a un miembro de la Legión de Cristo, ya que sólo habían denunciado hombres, y se presentó en el Senado para exigir especial atención a los casos de pederastia en la Iglesia, y a que también se castigue a los encubridores, que nunca han pagado por permitir que se cometieran violaciones.
“Lo más cercano que voy a conocer a la justicia es que yo me atreví a pararme y a hablar delante de los medios de comunicación”, consideró.
Ella ha logrado hacer una carrera artística, pero para otras víctimas, sus sueños quedaron cortados en el momento en que un agresor se cruzó en su camino.
El hijo de Alejandra vio frustrada su aspiración de ser futbolista después de caer en las manos de un supuesto representante de talentos, llamado Ángel “N”.
El joven de Pachuca, Hidalgo, se fue Veracruz a probar suerte con los Tiburones Rojos. Pero Ángel “N” empezó a chantajearlo con que tenía que hacer todo lo que él le pidiera, a cambio de la ayuda que le estaba dando para conseguirle jugar en el equipo, y lo obligó a tener sexo.
El joven le contó a sus papás la situación, y que él no era el único. Ellos pusieron una denuncia legal y acudieron a la Federación Mexicana de Futbol, pero en lugar de obtener apoyo y justicia, se filtró su nombre, así que cada nuevo equipo al que ha ido a tocar la puerta le ha negado siquiera la oportunidad de probarse.
Alejandra, su madre, no puede creer la frustración de su hijo y que además, por la vía legal, le han dicho que no es delito grave, así que lo más a lo que puede aspirar es a pedir un pago de daño moral, pero no ver al agresor de su hijo en la cárcel.
“Llevamos nueve meses… ¡nueve meses y no hemos visto absolutamente nada, nada de justicia! La verdad es que Veracruz es una impunidad y una corrupción espantosa, que lo único que vemos es que ayudan más al agresor que a la propia víctima”, lamentó.
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