Seducidos y abandonados – El Mostrador



El hacinamiento y allegamiento en barrios segregados de nuestras ciudades es uno de los principales problemas que ha desnudado la Pandemia. Un problema nuevo para algunas autoridades, y de larga data para muchos chilenos. No es necesario retroceder muchos años. A principios de los noventa, el déficit habitacional en nuestras ciudades era tan alto, que el problema de la vivienda se transformó en una de las urgencias para la política pública. Durante esa década se construyeron miles de viviendas sociales, lo cual sedujo a miles de familias que vivían en campamentos o allegados a cumplir el sueño de la casa propia.
El problema fue que, para producir la cantidad de viviendas necesarias, había que hacer rendir al máximo las débiles finanzas públicas. Por tanto, bajo un enfoque subsidiario del Estado, se rebajaron exigencias técnicas, se compró suelo barato y se construyó con la mayor densidad posible. Con una producción de casi 100 mil viviendas promedio anuales se construyeron verdaderas ciudades dentro de las ciudades. Lamentablemente, alejadas de los centros de empleo, sin equipamientos y donde nadie se conocía con nadie. El resultado ya lo conocemos y fue un problema tempranamente denunciado. María Elena Ducci en un artículo denominado “El lado obscuro de una política de vivienda exitosa” lo advertía en 1997. Lo mismo hacían unos años después Alfredo Rodríguez y Ana Sugranyes en su famoso libro “Los con techo”.
¿Hemos aprendido de esto? La respuesta es clara. Si. Desde entonces los programas habitacionales se han modificado, lo mismo que el sistema de subsidios con políticas ejemplares y otras no tanto. Para la anécdota quedará la caída del presidente Piñera en un block demolido en Bajos de Mena, cuando el Estado reconoce el horror, que miles de compatriotas (iguales a usted que lee o a quien escribe), han tenido que vivir día a día desde el momento en que fueron “seducidos” por el sueño de la casa propia y “abandonados” en viviendas y barrios que no tenían las condiciones mínimas para llevar una vida digna.
Más allá de algunos arreglos cosméticos, miles de familias a lo largo de nuestro país, continúan habitando estas viviendas y barrios, conviviendo día a día con la desesperanza, el frío, la humedad, el hacinamiento, la violencia, largos viajes, sin veredas, sin equipamientos, falta de luminaria pública, sin transporte y un largo etcétera de problemas. Hoy la joven política de Regeneración Urbana llevada a cabo por el MINVU desde 2017 intenta abordar al fin, desde una perspectiva más integrada, este problema con el cual muchas familias llevan conviviendo por más de 23 años. Sin embargo, problemas de la propia política de regeneración, la pandemia, la reactivación económica y el déficit habitacional creciente, resultan una gran amenaza para el éxito de estos proyectos. No les podemos fallar nuevamente. Mal que mal y parafraseando a Rubén Kaztman, ya fueron una vez “seducidos y abandonados” por el Estado.

El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.



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